A las 1:22 p.m. (hora local de Honduras, que equivale aproximadamente a las 7:22 p.m. GMT), las elecciones generales se encuentran en plena jornada de votación.

Los centros electorales abrieron a las 7:00 a.m. y están programados para cerrar a las 5:00 p.m. Sin embargo, cualquier persona en fila al cierre podrá votar.
Hasta este momento, no hay resultados preliminares oficiales disponibles, ya que el escrutinio comienza inmediatamente después del cierre y los primeros datos del sistema TREP (Transmisión de Resultados Electorales Preliminares) se esperan para las 9:00 p.m. (hora local).
El proceso se desarrolla con normalidad general, según reportes iniciales del Consejo Nacional Electoral (CNE) y observadores internacionales (OEA, UE y otros).
Hay una participación ciudadana fluida en los 5.744 centros de votación, con más de 6.5 millones de hondureños habilitados (incluyendo 496.000 en el exterior, principalmente EE.UU.).
Sin embargo, se reportan irregularidades técnicas: fallos en dispositivos biométricos (que obligan a votaciones en papel, excluidas del TREP inicial) y vulnerabilidades en la red de telecomunicaciones, como interrupciones en TIGO por 28 minutos.
La consejera presidenta del CNE, Ana Paola Hall, ha enfatizado que solo el CNE emitirá resultados oficiales y ha advertido contra “cifras ilegales” o encuestas no autorizadas.
Encuestas de boca de urna no oficiales (divulgadas en redes sociales alrededor del mediodía) sugieren una ventaja temprana para la candidata oficialista Rixi Moncada (Libre) con ~37-38%, seguida de Salvador Nasralla (Partido Liberal) con ~31% y Nasry Asfura (Partido Nacional) con ~27%. Estos datos no tienen validez legal y podrían variar drásticamente con el escrutinio acta por acta.
La jornada refuerza la polarización entre la izquierda oficialista (Libre, que busca retener el poder tras el gobierno de Xiomara Castro) y la oposición conservadora (Nacional y Liberal), en un contexto de triple empate técnico según encuestas preelectorales.
El respaldo explícito de Donald Trump a Asfura (calificándolo como “amigo de la libertad” contra “narco-comunistas”) ha intensificado tensiones geopolíticas, con acusaciones de injerencia desde Washington.
Esto eleva la presión sobre el proceso, ya que un triunfo opositor podría alinear a Honduras con políticas pro-EE.UU., mientras que una victoria de Moncada mantendría alianzas con Venezuela y China.
Con más del 60% de la población en pobreza extrema, agravada por huracanes, migración y corrupción, la alta participación (estimada en >70% basada en primarias) refleja un deseo de cambio.
La “ley seca” (prohibición de alcohol) y el despliegue militar (estado de excepción) buscan garantizar orden, pero han generado protestas por restricciones a la movilidad. En el exterior, hondureños en EE.UU. (12 ciudades) votan con entusiasmo, impactando remesas (~25% del PIB).
El TREP, operado por Smartmatic, enfrenta críticas por fallos en simulacros (solo 35% de actas transmitidas en pruebas). Audios filtrados sugieren planes para manipular señales satelitales, lo que ha llevado a demandas de escrutinio físico de las 19.167 actas. Esto impacta la confianza: el Partido Libre ya anunció que solo aceptará resultados basados en actas, no en el TREP.

Consecuencias Potenciales (Basadas en Escenarios Post-Votación)
Dado que no hay resultados definitivos, las consecuencias dependen del ganador y la legitimidad percibida. Honduras enfrenta un sistema de “vuelta única” (sin segunda ronda), por lo que un triunfo con ~30-40% podría generar inestabilidad:
Si gana Moncada (Libre): Continuidad de políticas progresistas (reformas laborales, inversión en salud/educación), pero riesgo de bloqueo congressional si la oposición retiene mayoría (actualmente fragmentada).
Consecuencias: Estabilidad social a corto plazo, pero protestas opositoras y tensiones con EE.UU. (posible sanción a JOH o extradiciones). Impacto económico: Mantenimiento de alianzas con Pekín para infraestructura.
Si gana Nasralla (Liberal): Giro centrista con énfasis en transparencia y anti-corrupción. Consecuencias: Negociaciones multipartidistas para gobernabilidad, reducción de migración vía empleo, pero posible dilución de reformas sociales.
Geopolíticamente neutral, aliviando presiones de Trump.
Si gana Asfura (Nacional): Regreso conservador, priorizando seguridad (contra narcos) y alianzas con EE.UU.
Consecuencias: Aceleración de extradiciones (incluyendo a exfuncionarios), atracción de inversión privada, pero retrocesos en derechos indígenas/LGBTQ+. Riesgo alto de protestas masivas si se alega fraude, similar a 2017.
En todos los casos, un Congreso dividido (128 escaños) obligará a coaliciones, potencialmente paralizando reformas. Si hay impugnaciones (probables por fallos técnicos), podría extenderse la incertidumbre hasta 2026, exacerbando la crisis económica (inflación ~5%, deuda ~50% PIB).
A esta hora, las elecciones representan un punto de inflexión para la democracia hondureña, marcada por violencia (6 asesinatos políticos en campaña) y desconfianza histórica (fraudes alegados en 2013/2017).
El impacto inmediato es de movilización cívica, pero las consecuencias a largo plazo dependerán de la transparencia: un TREP creíble fortalecería instituciones; fallos podrían erosionar la fe pública y avivar migración/caravanas.
El llamado general es a la vigilancia ciudadana: partidos, observadores y votantes deben custodiar actas para evitar manipulación. Honduras no solo elige líderes, sino un futuro entre continuidad izquierdista y giro conservador en un contexto regional volátil (El Salvador, Nicaragua).
Los resultados oficiales podrían definirse en días, pero el verdadero desafío es reconstruir confianza para evitar un “golpe electoral” o estallido social.

