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Terminan conteo en Honduras, pero se espera el ganador oficial

Especial para los seguidores de codigopostalrd.net

Antecedentes de las Elecciones Generales de Honduras de 2025
Honduras celebró elecciones generales el 30 de noviembre de 2025 para elegir a un nuevo presidente, 128 miembros del Congreso Nacional y otros funcionarios. La contienda estuvo muy polarizada, con la participación de:

Salvador Nasralla (Partido Liberal, centrista, expresentador de televisión y vicepresidente).

Nasry “Tito” Asfura (Partido Nacional, conservador, exalcalde de Tegucigalpa, respaldado por el presidente estadounidense Donald Trump).

Rixi Moncada (Partido LIBRE, partido de izquierda en el gobierno de la presidenta saliente Xiomara Castro).

La presidencia se decide por mayoría simple en una sola vuelta. La violencia preelectoral se cobró al menos seis vidas, en su mayoría afiliados a LIBRE, y las encuestas mostraban una reñida contienda entre Nasralla y Asfura.

La intervención estadounidense se intensificó cuando Trump indultó al expresidente Juan Orlando Hernández (del Partido Nacional, quien cumplió 45 años en Estados Unidos por narcotráfico) y amenazó con recortar la ayuda si Asfura perdía.

El proceso de recuento de votos y su fin el 5 de diciembre

Los recuentos digitales iniciales comenzaron el domingo por la noche, mostrando a Asfura con una estrecha ventaja. Para el lunes (57% contabilizado), se trataba de un “empate técnico” con Asfura a la cabeza por 515 votos, lo que obligó a un recuento manual debido a fallos del sistema.

El sitio web del Consejo Nacional Electoral (CNE) se bloqueó repetidamente, dejando aproximadamente el 20% de los votos sin procesar inicialmente.

Los retrasos continuaron hasta el miércoles (80% contabilizado, Nasralla lideraba por aproximadamente 14.000 votos) y el jueves (86% contabilizado, Asfura recuperando una ligera ventaja del 40,25% frente al 39,40% de Nasralla).

Para el 5 de diciembre, el CNE anunció que el escrutinio había alcanzado el 100%, pero no se declaró un ganador oficial de inmediato. Los resultados parciales hasta el 4 de diciembre (87,3% informado) mostraban:

El recuento final confirmó un margen muy estrecho, inferior al 1%, con inconsistencias en el 86,6% de las 15.297 actas procesadas (por ejemplo, modificaciones no autorizadas al sistema, actas incompletas).

El CNE inició auditorías especiales para detectar actas irregulares, de conformidad con los artículos 284, 294 y 295 de la ley electoral, excluyéndolas del cómputo oficial hasta su verificación mediante juntas propuestas por los partidos y transmisión 24/7.

Este proceso se extendió hasta el 5 de diciembre, poniendo fin al recuento inicial, pero retrasando la certificación.
Impactos del recuento retrasado e impugnado

El prolongado proceso erosionó la confianza pública y aumentó las tensiones en una nación ya marcada por escándalos de corrupción y violencia:

Partidarios de los dos candidatos principales se enfrentaron en las calles de Tegucigalpa. El Partido Nacional realizó manifestaciones exigiendo transparencia y los afiliados liberales acusaron fraude mediante actas infladas en zonas rurales. El tercer puesto de LIBRE indica un rechazo al partido gobernante, lo que podría fragmentar a la izquierda.

El CNE enfrentó críticas bipartidistas por retrasos inexcusables y opacidad, y la consejera Cossette López expuso un “plan de fraude monumental” que involucraba a militares y figuras de la oposición. Esto evoca irregularidades pasadas (por ejemplo, las acusaciones de fraude de 2017).

Las acusaciones de fraude de Trump (sin pruebas) y las amenazas de ayuda aumentaron la influencia de Estados Unidos, lo que provocó la condena de centros de investigación como el Centro de Investigación Económica y Política por socavar la soberanía.

Observadores de la OEA y la UE pidieron auditorías, mientras que Taiwán buscó la reanudación de las relaciones si Asfura (proestadounidense) prevalece.

Las protestas y el nerviosismo económico podrían persistir, con caídas en los mercados de entre un 2% y un 3% debido a la incertidumbre.

Si no se abordan, las denuncias de fraude podrían dar lugar a impugnaciones ante el Tribunal Supremo Electoral, retrasando la toma de posesión del sucesor de Castro (27 de enero de 2026) y arriesgando una crisis de gobernanza interina.

: Una victoria de Asfura podría acercar a Honduras a la agenda de Trump “América Primero”, impulsando las remesas y el comercio, pero tensando las relaciones con vecinos de izquierda como El Salvador.

Una victoria de Nasralla podría preservar las reformas de la era castrista (por ejemplo, las iniciativas anticorrupción), pero propiciar sanciones estadounidenses, lo que exacerbaría las presiones migratorias.

Los escándalos recurrentes debilitan la confianza en las instituciones, lo que podría impulsar la abstención (participación electoral de aproximadamente el 65%) o movimientos extremistas. Aumentan los riesgos de violencia, con seis asesinatos preelectorales que indican amenazas más amplias para los activistas.

El final del recuento de votos el 5 de diciembre pone de relieve la frágil democracia hondureña, donde fallos técnicos e intromisiones externas enmascaran problemas más profundos como la captura de las élites y la impunidad.

Si bien las auditorías buscan rescatar la legitimidad, el episodio pone de relieve la necesidad de reformas electorales —por ejemplo, sólidas salvaguardias digitales y supervisión independiente— para prevenir futuras crisis.

En última instancia, el ganador (probablemente Asfura, según las tendencias) debe priorizar la reconciliación para evitar un vacío de legitimidad, pero la sombra de Trump se cierne sobre Honduras, lo que la convierte en un punto crítico en las tensiones entre Estados Unidos y Latinoamérica. Para un progreso sostenido, los hondureños merecen no solo un resultado certificado, sino un sistema que cuente cada voto sin temor ni favoritismo.

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