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El 24 de diciembre de 2025, el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Honduras declaró a Nasry “Tito” Asfura, candidato conservador del Partido Nacional y favorito del presidente estadounidense Donald Trump, como ganador de las elecciones presidenciales del 30 de noviembre de 2025.
Asfura obtuvo aproximadamente el 40,3% de los votos, derrotando por un estrecho margen al candidato del Partido Liberal de centroderecha, Salvador Nasralla (39,5%), por un margen de aproximadamente 28.000 votos, mientras que la candidata de izquierda de LIBRE, Rixi Moncada, quedó en tercer lugar con menos del 20%.
Este anuncio puso fin a una crisis poselectoral de semanas de duración, marcada por fallos técnicos en el procesamiento de las papeletas, recuentos manuales de alrededor del 15% de las actas (que involucraron cientos de miles de votos), protestas de simpatizantes de LIBRE que interrumpieron el recuento y acusaciones generalizadas de fraude y un “golpe electoral”.
Los resultados se proclamaron antes de que se completara una revisión completa de todas las papeletas inconsistentes, lo que avivó las controversias en curso. Está previsto que Asfura asuma el cargo el 27 de enero de 2026, por un período de cuatro años.
La resolución de la crisis con la proclamación de Asfura tiene impactos inmediatos y multifacéticos en el panorama político, económico y social de Honduras, así como en sus relaciones internacionales.
El fin del recuento formal no ha calmado por completo las tensiones, ya que Nasralla y representantes de LIBRE han rechazado los resultados, alegando falsificación, manipulación y un recuento incompleto.
El presidente de LIBRE en el Congreso presentó una denuncia ante el Ministerio Público, lo que podría derivar en impugnaciones judiciales que podrían prolongar la inestabilidad.
Las protestas e interrupciones durante el recuento ponen de manifiesto las profundas divisiones, y los expertos advierten sobre posibles disturbios si la oposición continúa movilizando sus fuerzas.
La victoria de Asfura marca el regreso a un gobierno de derecha tras cuatro años de gobierno izquierdista de LIBRE bajo la presidencia de Xiomara Castro.
Su plataforma proempresarial enfatiza la inversión privada para la creación de empleo, la educación y la seguridad, lo que podría llevar a cambios en las políticas de programas sociales y a un enfoque en infraestructura, basándose en su experiencia como alcalde de Tegucigalpa, donde ganó popularidad por sus obras públicas.
Sin embargo, Asfura enfrenta sus propias investigaciones por corrupción por presunta malversación de fondos durante su mandato como alcalde, lo que podría socavar sus compromisos anticorrupción.
El énfasis de Asfura en atraer inversiones podría impulsar el crecimiento económico en uno de los países más pobres de Centroamérica, abordando problemas como la pobreza y la migración que impulsan a los hondureños hacia el norte.
Sin embargo, las persistentes disputas electorales podrían disuadir a los inversores extranjeros y exacerbar la incertidumbre económica, especialmente en medio de los altos índices de criminalidad y la violencia de pandillas que su agenda centrada en la seguridad pretende abordar.
La crisis ha puesto de manifiesto la desconfianza pública en el sistema electoral, con un margen muy estrecho que amplifica las denuncias de fraude.
Esto podría profundizar la polarización social entre los simpatizantes conservadores y los grupos de izquierda, lo que podría provocar un aumento de la migración si persiste la inestabilidad.
En X, las reacciones van desde celebraciones de una “victoria de la libertad” entre los usuarios afines a Trump hasta condenas a la interferencia y el fraude de EE. UU. por parte de los críticos.
Relaciones entre Estados Unidos y Honduras. El respaldo abierto de Trump, que incluye amenazas de recortar la ayuda estadounidense si Asfura perdía y un indulto al expresidente del Partido Nacional, Juan Orlando Hernández (condenado por narcotráfico en Estados Unidos), ha fortalecido las relaciones bilaterales, pero ha suscitado acusaciones de intromisión extranjera.
El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, felicitó rápidamente a Asfura e instó a aceptar los resultados, lo que indica el continuo apoyo de Estados Unidos a los gobiernos conservadores de la región.
Este resultado contribuye a un resurgimiento de la derecha en América Latina, revirtiendo la “marea rosa” de líderes de izquierda, junto con las recientes victorias conservadoras en Chile, Bolivia y El Salvador.
Se alinea con los esfuerzos de Trump por contrarrestar la influencia venezolana y construir un bloque conservador.
Asfura ha señalado un posible cambio en el reconocimiento diplomático de China a Taiwán, revirtiendo el giro de Castro hacia Pekín en 2023, lo que podría afectar los flujos comerciales y de ayuda. La postura pro-Israel de Honduras bajo el Partido Nacional también puede fortalecerse, con invitaciones para que Asfura visite Israel.
Dado que la oposición ha prometido no aceptar los resultados, las consecuencias a corto plazo incluyen posibles batallas legales, protestas callejeras y la intervención militar para garantizar una transición pacífica, tal como prometieron las fuerzas hondureñas.
La Organización de los Estados Americanos (OEA) ha detectado irregularidades y emitirá un informe que podría influir en el reconocimiento internacional.
Influencia de EE. UU.: La intervención de Trump tiene consecuencias inmediatas para la política estadounidense, ya que podría aumentar la ayuda y la cooperación en materia de migración y seguridad, pero a costa de la percepción de imparcialidad en los asuntos regionales.
El caótico proceso podría generar demandas para fortalecer las frágiles instituciones electorales de Honduras para prevenir futuras crisis, aunque las arraigadas divisiones partidistas podrían obstaculizar el progreso.
Un gobierno estable de Asfura podría reducir las presiones migratorias mediante políticas económicas, beneficiando los intereses estadounidenses, pero la falta de medidas para abordar la corrupción o la violencia podría exacerbarlas.
Realineamiento geopolítico. A largo plazo, esto podría envalentonar a los conservadores respaldados por Estados Unidos en América Latina, presionando a regímenes de izquierda como el de Nicolás Maduro en Venezuela en medio de las sanciones y el aumento de tropas de Estados Unidos.
La proclamación de Asfura como presidente pone fin a un capítulo polémico en la política hondureña, pero abre la puerta a desafíos persistentes, lo que pone de relieve las vulnerabilidades de los procesos democráticos en el país.
Entre las lecciones clave se incluyen los riesgos de la interferencia externa: el papel de Trump ha sido criticado por socavar la soberanía, mientras que sus partidarios lo elogian por promover la “libertad”.
En definitiva, este acontecimiento refleja un cambio ideológico más amplio en América Latina hacia el conservadurismo, que podría fomentar alianzas más estrechas con Estados Unidos, pero a expensas de la unidad regional si las disputas se agravan.
El éxito de Asfura en el gobierno dependerá de la superación de las divisiones y el cumplimiento de sus promesas, siendo el informe de la OEA y cualquier fallo judicial como puntos de referencia cruciales para la legitimidad.
Si bien los análisis preliminares sugieren optimismo respecto a las reformas económicas, la estrecha victoria y las acusaciones sin resolver implican que la resolución total de la crisis sigue siendo incierta.


