El 4 de diciembre de 2025, la administración Trump publicó su Estrategia de Seguridad Nacional 2025, un documento de 29 páginas que sirve como guía del poder ejecutivo para la política exterior y las prioridades de seguridad de Estados Unidos.
Descrita por el presidente Trump como una “hoja de ruta para garantizar que Estados Unidos siga siendo la nación más grande y exitosa de la historia de la humanidad”, esta estrategia se basa en el enfoque “Estados Unidos Primero” de su primer mandato, pero introduce cambios más radicales, incluyendo un “Corolario Trump” a la Doctrina Monroe para el Hemisferio Occidental y una predisposición hacia el no intervencionismo.
La NSS critica las estrategias estadounidenses posteriores a la Guerra Fría por ser excesivas e ingenuas, en particular en lo que respecta a la interacción con China y la promoción de la democracia global, al tiempo que enfatiza la soberanía, la reciprocidad económica y la participación selectiva para disuadir amenazas e impulsar la prosperidad de Estados Unidos. whitehouse.gov
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El documento prioriza los intereses nacionales fundamentales —como la seguridad fronteriza, el dominio económico y la prevención de la hegemonía adversaria— por encima del liderazgo global.
Secciones clave describen principios como “paz a través de la fuerza” (reconociendo los acuerdos de Trump para resolver ocho conflictos globales, incluido el alto el fuego en Gaza), enfoques regionales (por ejemplo, reafirmar la primacía de EE. UU. en el hemisferio occidental e instar a Europa a aumentar el gasto en defensa al 5 % del PIB) y amenazas que van desde la coerción económica china hasta la migración masiva y la “borradura de la civilización” en Europa debido a las bajas tasas de natalidad y las políticas de la UE.
La publicación de la NSS provocó reacciones rápidas y polarizadas, destacando su papel como señal y declaración política. A nivel nacional, galvanizó a la base de Trump al presentar su segundo mandato como una “bienvenida corrección” a las administraciones anteriores, fusionando la estrategia nacional con la retórica de campaña (por ejemplo, promocionando a Trump como “El Presidente de la Paz”).
Los republicanos elogiaron su enfoque en la prosperidad de los trabajadores y la reciprocidad comercial, considerándolo un rechazo pragmático a las “guerras interminables” y a las extralimitaciones globalistas.
Sin embargo, los demócratas lo condenaron como aislacionista y peligroso, y figuras como el senador Jack Reed advirtieron que “presagia reveses: abandonar aliados, dejar en evidencia a Ucrania y abandonar objetivos estratégicos clave”.
Los críticos, incluidos medios progresistas, denunciaron su trasfondo de “nacionalismo blanco explícito”, señalando el lenguaje sobre la demografía y la migración europeas como una “defensa del uso del Estado para imponer la supremacía blanca”.
En X (anteriormente Twitter), las reacciones variaron desde el entusiasmo por su postura anti-UE (“¡Magnífico! La multitud transatlántica en Europa debe estar entrando en pánico”) hasta la alarma por su “ideología racista y fascista”, con los usuarios debatiendo sus implicaciones para la hegemonía global.
A nivel internacional, los aliados expresaron inquietud. Los líderes europeos, en particular en Bruselas y Berlín, lo consideraron una “amenaza existencial”, y sus llamados a “cultivar la resistencia” contra la “censura” de la UE y la “apertura de fronteras” indicaban el apoyo de Estados Unidos a partidos de extrema derecha como la AfD alemana.
Los socios de la OTAN se indignaron ante las demandas de un “Compromiso de La Haya” para aumentar el gasto en defensa, interpretándolo como una “distribución de cargas” en lugar de un reparto.
En Asia, la línea dura del documento hacia China —prometiendo aranceles y reparto de cargas entre los aliados para disuadir la agresión de Taiwán— fue bien recibida por los halcones, pero generó temores de interrupciones comerciales.
Los mercados mostraron una leve volatilidad, con las acciones de defensa estadounidenses subiendo entre un 1 y un 2 % ante las expectativas de una postura militar reorientada, mientras que los índices europeos cayeron en medio de los nervios por las alianzas
El enfoque hacia el interior de la Estrategia Nacional de Seguridad (NSS) y su rechazo al multilateralismo podrían transformar la dinámica global, con efectos colaterales en todas las regiones:
Al priorizar el Hemisferio Occidental y el Indopacífico, EE. UU. corre el riesgo de distanciarse de Europa, lo que podría acelerar la erosión de la OTAN.
Los llamados a un alto el fuego en Ucrania y a la normalización de las relaciones con Rusia podrían envalentonar a Moscú, lo que llevaría a una postura estadounidense más solitaria y débil, como predicen los analistas.
Se espera una mayor autonomía de defensa europea (por ejemplo, a través de iniciativas de la UE), pero también inestabilidad a corto plazo, incluyendo amenazas híbridas por parte de Rusia.
La “reciprocidad” económica de la estrategia (aranceles, relocalización) busca contrarrestar la “guerra sin restricciones” de Pekín, pero podría desencadenar guerras comerciales en represalia, interrumpiendo las cadenas de suministro globales.
La disuasión mediante alianzas como el Quad es robusta, pero sin la promoción de la democracia, podría aislar a EE. UU. de las herramientas de poder blando, lo que permitiría a China expandir su influencia en el Sur Global.
El “Corolario Trump” refuerza el dominio estadounidense contra rivales no hemisféricos (por ejemplo, China en América Latina), prometiendo reajustes militares para la seguridad fronteriza y operaciones anticarteles. Esto podría estabilizar los flujos migratorios, pero corre el riesgo de sufrir reacciones negativas de los países vecinos, fomentando el resentimiento y un reparto desigual de las cargas.
Orden Global y Hegemonía Estadounidense: Limitarse a los “intereses fundamentales” niega el orden internacional liberal, creando potencialmente un vacío multipolar donde las potencias regionales (China, Rusia) llenan los vacíos. Los críticos advierten de un “futuro fracturado”, con una menor credibilidad estadounidense que erosiona las alianzas e invita a cuestionar normas como la libre navegación. Positivamente, podría optimizar los recursos para la reindustrialización nacional, con el objetivo de alcanzar una economía de 40 billones de dólares para la década de 2030.
Otros riesgos más amplios incluyen una mayor polarización interna, ya que las críticas culturales de la Estrategia Nacional de Seguridad (por ejemplo, sobre la “caída en las tasas de natalidad” de Europa) alimentan acusaciones de etnonacionalismo, lo que podría socavar el poder blando de EE. UU. en el exterior.
Conclusiones
La Estrategia Nacional de Seguridad de 2025 representa un giro audaz, aunque polémico, hacia una política exterior estadounidense transaccional y centrada en la soberanía, que prioriza los logros económicos y de seguridad estadounidenses sobre las cruzadas ideológicas.
Sus fortalezas residen en evaluaciones realistas de las amenazas (por ejemplo, el robo de propiedad intelectual por parte de China, las presiones migratorias) y herramientas innovadoras como la diplomacia de acuerdos, que podrían generar eficiencias en un mundo con recursos limitados.
Sin embargo, su pragmatismo miope —desestimar las alianzas como oportunistas e intervenir en la política de los aliados— puede acelerar la fragmentación global, debilitando a Estados Unidos con el tiempo al erosionar la confianza y atraer rivales oportunistas.
En última instancia, el éxito depende de la ejecución: si se logra compartir la carga y ejercer la disuasión sin aislar, podría marcar el comienzo de la “nueva era dorada” prometida.
Sin embargo, como señaló un analista, “las decisiones egoístas pueden conducir a un futuro mucho más solitario, débil y fracturado”. En una época crucial, este documento no se limita a esbozar una estrategia, sino que pone a prueba si Estados Unidos puede prosperar liderando desde la fortaleza o arriesgarse a decaer replegándose hacia el interior.

