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El plan es un borrador (a fecha de 21 de noviembre de 2025) elaborado principalmente por el enviado especial estadounidense Steve Witkoff, con importantes aportaciones de Rusia y algunas consultas con funcionarios ucranianos.
Se ha presentado al presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy, quien ha manifestado su disposición a debatirlo y perfeccionarlo, describiéndolo como una «visión» estadounidense más que como un acuerdo definitivo.
El presidente Trump lo apoya, considerándolo una vía para poner fin a la guerra rápidamente. La Casa Blanca no ha publicado oficialmente los 28 puntos completos, pero diversos medios (como Axios, CNN, Financial Times y ABC News) han informado de manera consistente sobre detalles a partir de borradores filtrados.
El plan incorpora en gran medida demandas rusas de larga data, al tiempo que ofrece a Ucrania garantías de seguridad y ayuda para la reconstrucción.
Ucrania cedería el control de Crimea (anexionada por Rusia en 2014) y toda la región del Donbás (óblasts de Donetsk y Luhansk), incluyendo áreas actualmente controladas por las fuerzas ucranianas.
Parte del Donbás se convertiría en una zona de amortiguamiento desmilitarizada reconocida como territorio ruso. Esto implica el reconocimiento de facto por parte de Estados Unidos y la comunidad internacional de las anexiones rusas
Renuncia permanente a la membresía en la OTAN. Límite al tamaño de las fuerzas armadas ucranianas (se estima en alrededor de 600.000 efectivos o una reducción significativa).
Límites al armamento, incluyendo la entrega de misiles de largo alcance capaces de alcanzar zonas profundas en Rusia.
Prohibición de tropas o aviones de combate extranjeros (de la OTAN) estacionados en Ucrania.
Prohibición a Ucrania de usar la fuerza para recuperar los territorios perdidos.
Garantías de seguridad para Ucrania lideradas por EE. UU. (posiblemente con aliados europeos), basadas en el Artículo 5 de la OTAN. Un ataque contra Ucrania se consideraría un ataque contra la “comunidad transatlántica”, lo que desencadenaría una “respuesta militar coordinada y decisiva”.
Reimposición de sanciones y revocación del reconocimiento territorial si Rusia viola el acuerdo.
No habrá fuerzas de paz occidentales en Ucrania tras el alto el fuego.
Asuntos culturales e internos en Ucrania: Protección de los derechos lingüísticos rusos, la Iglesia ortodoxa rusa y los medios de comunicación y la educación rusos.
Abolición de las medidas discriminatorias contra la población rusoparlante.
Levantamiento de las sanciones contra Rusia; readmisión de Rusia al G8 (anteriormente G7).
Uso de los activos rusos congelados (cientos de miles de millones) para la reconstrucción de Ucrania; EE. UU. recibiría una parte ( el 50 %) de los beneficios de las inversiones relacionadas. Proyectos conjuntos entre EE. UU. y Rusia en áreas como la IA, la minería y la energía.
La central nuclear de Zaporizhzhia reinició sus operaciones bajo la supervisión del OIEA, con una distribución de energía equitativa entre Rusia y Ucrania.
Elementos geopolíticos más amplios:
Diálogo de seguridad y pactos de no agresión entre Rusia y la OTAN.
Extensión de los tratados de control de armas nucleares (p. ej., Nuevo START).
Amnistía por acciones durante la guerra (que podría proteger a las fuerzas rusas del enjuiciamiento por crímenes de guerra).
Implementación y cumplimiento. Alto el fuego inmediato tras el acuerdo, con retirada de las fuerzas a las líneas acordadas.
Supervisión por un “Consejo de Paz” presidido por el presidente Trump. Las violaciones se castigarán con sanciones u otras medidas.
El plan se hace eco de elementos de las fallidas conversaciones de Estambul de 2022 y, según funcionarios estadounidenses, requiere “concesiones difíciles” de ambas partes, aunque los críticos señalan que Rusia hace pocas concesiones explícitas más allá de detener su avance.





