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Las elecciones de este domingo en Chile, que incluyeron la primera vuelta presidencial y la renovación parcial del Congreso (23 senadores y 155 diputados), han marcado un hito en la política nacional.
Con más del 97% de los votos escrutados, ninguna opción presidencial alcanzó la mayoría absoluta (50%+1), lo que lleva a una segunda vuelta el 14 de diciembre entre Jeannette Jara (izquierda, Partido Comunista, coalición Unidad por Chile) con el 26,8% y José Antonio Kast (ultraderecha, Partido Republicano) con el 24%.
Otros candidatos clave fueron Franco Parisi (populista, Partido de la Gente, PDG) con 19,6%, Johannes Kaiser (libertario, 13,9%) y Evelyn Matthei (derecha tradicional, 12,5%).
La participación fue alta (alrededor del 80%) gracias al voto obligatorio implementado por primera vez para todo el padrón electoral de 15,7 millones de personas.
En el ámbito parlamentario, las derechas consolidaron una ventaja significativa: la coalición ultra Cambio por Chile (Republicano, Nacional Libertario y Social Cristiano) obtuvo 41 diputados, mientras que Chile Grande y Unido sumó 37.
La izquierda en Unidad por Chile alcanzó 61 escaños en la Cámara de Diputados, y el PDG irrumpió con 11. En el Senado, el equilibrio es más parejo, con 19 escaños para Unidad por Chile y 19 para coaliciones de derecha como Chile Grande y Unido.
Estos resultados reflejan un profundo descontento con el gobierno de Gabriel Boric, cuya aprobación ronda el 38% según encuestas previas, impulsado por fallas en seguridad, migración y economía.
La polarización entre extremos —izquierda progresista vs. ultraderecha nacionalista— se acentuó, convirtiendo la elección en una “primaria de la derecha” donde Kast emergió como líder unificador al captar el voto anti-oficialista.
El avance de Jara, pese a su militancia comunista (históricamente marginal en presidenciales), valida el continuismo oficialista, pero expone divisiones internas en la izquierda, que dependió de primarias para unificar candidaturas.
En el Congreso, la mayoría derechista (potencialmente 78 escaños si se suman PDG y otros) limita la gobernabilidad de un posible triunfo de Jara, bloqueando reformas como pensiones o laborales. Para Kast, fortalece su agenda de “mano dura”.
Temas como la criminalidad (atribuida a grupos como el Tren de Aragua) y la migración irregular dominaron la campaña, movilizando a votantes jóvenes y apolíticos, muchos de ellos conservadores.
Reacciones en redes como X (Twitter) muestran entusiasmo por Kast entre derechistas (“despertar contra el caos zurdo”), preocupación por la “etiqueta comunista” de Jara y llamados a Parisi para no inclinar la balanza. Boric, por su parte, felicitó a los finalistas y abogó por “fortalecer la institucionalidad democrática”.
Si Jara gana, se profundizarían reformas sociales (reducción de jornada a 40 horas, salario mínimo, intervención en pensiones), pero con énfasis en diálogo para conquistar votos de centro (Parisi y Matthei).
Enfrentaría un Congreso hostil, generando parálisis legislativa similar a la de Boric. Kast, en cambio, impulsaría políticas de seguridad (controles fronterizos, penas más duras) y economía liberal, atrayendo inversión pero arriesgando tensiones con derechos humanos y migración.
El PDG de Parisi, con fuerza en el norte, podría actuar como bisagra, exigiendo concesiones anti-élite.
La polarización podría exacerbar la violencia urbana y el estallido social de 2019, con Kast comparado a figuras como Trump o Bukele por su retórica. Jara enfatiza “esperanza y empatía”, pero debe desmarcarse de Boric para apelar en migración. Internacionalmente, un triunfo de Kast alinearía a Chile con gobiernos conservadores en la región (Milei en Argentina, Bukele en El Salvador), mientras Jara fortalecería lazos progresistas (Lula en Brasil).
El voto obligatorio aumentó la representatividad, pero la segunda vuelta prueba la resiliencia democrática post-Pinochet, con riesgos de “batalla cultural” si Kast niega legados de violaciones a DD.HH. El nuevo Congreso, electo en regiones clave como La Araucanía, podría impulsar agendas regionalistas.
Los resultados de 2025 confirman un giro conservador en Chile, similar al rechazo al plebiscito constitucional de 2022, donde el electorado priorizó estabilidad sobre transformaciones radicales. Kast parte como favorito (con ~51% del voto derechista transferable), pero Jara puede capitalizar el descontento con extremos y el legado de Bachelet.
La balotaje del 14 de diciembre definirá no solo al sucesor de Boric (quien deja el cargo el 11 de marzo de 2026), sino el rumbo de América Latina: ¿continuismo progresista con desafíos o un giro autoritario-liberal?
En última instancia, Chile enfrenta un dilema: resolver crisis reales (crimen +20% anual, PIB estancado) sin sacrificar la democracia. La alta participación sugiere un electorado maduro, pero la polarización exige líderes que prioricen unidad sobre ideología. Monitorear alianzas post-primera vuelta (Matthei y Kaiser con Kast; Parisi neutral) será clave para predecir el ganador.
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