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El 30 de septiembre de 2025, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó la Resolución 2793 (2025) con 12 votos a favor y tres abstenciones (China, Pakistán y Rusia), autorizando la transición de la misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MSS) en Haití, liderada por Kenia y desplegada desde octubre de 2023, a una nueva y ampliada “Fuerza de Supresión de Pandillas” (GSF).
Esta fuerza, copatrocinada por Estados Unidos y Panamá, aumenta el límite de personal autorizado de aproximadamente 2500 a 5550 (incluidos 5500 militares y policías uniformados, además de 50 civiles) y opera al amparo del Capítulo VII de la Carta de la ONU, que le otorga facultades de ejecución.
El mandato de la GSF incluye la realización de operaciones basadas en inteligencia para neutralizar, aislar y disuadir a las pandillas armadas, arrestar a sospechosos, proteger la infraestructura crítica y apoyar a la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas de Haití contra el tráfico ilícito de armas.
La misión está inicialmente autorizada por 12 meses, con financiación voluntaria de los Estados miembros, y el Secretario General de la ONU tiene la tarea de establecer una Oficina de Apoyo de las Naciones Unidas en Haití (UNSOH) para brindar apoyo logístico en un plazo de seis meses.
Esta decisión aborda la grave escalada de la violencia de pandillas en Haití, donde más de 3100 personas fueron asesinadas solo entre enero y junio de 2025, las pandillas controlan el 90% de Puerto Príncipe y todas las carreteras principales de entrada y salida de la capital están bajo la influencia de las pandillas.
Los impactos inmediatos y a corto plazo de la autorización del GSF son principalmente estructurales y operativos, aunque el despliegue completo podría tardar meses debido a obstáculos logísticos.
Los efectos clave incluyen una mayor capacidad operativa. El aumento del tamaño de la fuerza y las nuevas facultades de arresto representan una mejora significativa con respecto al MSS, con recursos insuficientes, que solo cuenta con unos 1000 efectivos desplegados a pesar de las promesas de 2500.
Esto podría permitir operaciones antipandillas más agresivas y específicas, lo que podría interrumpir las líneas de suministro de las pandillas y el control sobre zonas urbanas y rurales.
El optimismo inicial del embajador estadounidense, Mike Waltz, destaca esto como un cambio “esperanzador” para contrarrestar la expansión de las pandillas desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021.
Al priorizar la protección de los civiles y la infraestructura (por ejemplo, hospitales, puertos y rutas de ayuda), el GSF podría facilitar un mayor acceso humanitario.
UNICEF ha reportado al menos 2300 violaciones graves contra niños en el primer semestre de 2025, y el mandato de la fuerza incluye medidas de protección infantil, lo que podría reducir este tipo de incidentes si se implementa eficazmente.
El primer ministro interino de Haití, Alix Didier Fils-Aimé, y el presidente del Consejo Presidencial de Transición, Laurent Saint-Cyr, describieron la resolución como un “gran paso adelante”, lo que indica una alianza internacional más sólida que podría allanar el camino para las elecciones y las reformas de gobernanza estancadas por la inseguridad.
Sin embargo, los impactos iniciales se ven atenuados por los retrasos en el despliegue; la escasez de fondos del MSS (con promesas de donantes incumplidas) sugiere que el GSF podría comenzar con una pequeña inversión, lo que limitaría los efectos iniciales sobre el terreno.
La decisión conlleva consecuencias tanto prometedoras como arriesgadas, basándose en el historial de intervenciones extranjeras de Haití (por ejemplo, las misiones de la ONU vinculadas a brotes de cólera y escándalos de abuso sexual tras el terremoto de 2010).
En general, las consecuencias dependen de una financiación y un despliegue rápidos; un fracaso podría exacerbar la fragilidad del Estado haitiano, mientras que el éxito podría estabilizar al país para las elecciones de transición a finales de 2026.
La autorización del GSF se considera ampliamente como una respuesta crucial, aunque imperfecta, a la crisis de seguridad existencial de Haití, lo que marca un “paso decisivo” hacia la distribución internacional de la carga tras las deficiencias del MSS.
Partidarios como Estados Unidos, Panamá y líderes haitianos concluyen que ofrece una vía para restaurar la autoridad del Estado, evitar el riesgo de hambruna y facilitar el progreso democrático.
El embajador de Panamá, Eloy Alfaro de Alba, enfatizó que “Haití no está solo”. Sin embargo, los expertos y las delegaciones que se abstuvieron extraen conclusiones más cautelosas.
HRW la respalda condicionalmente, pero insiste en “financiación sostenida, personal suficiente y sólidas salvaguardias de los derechos humanos” para evitar repetir los fracasos del pasado.
Rusia y China advierten de un posible empeoramiento de la situación sin límites operativos más claros, lo que subraya la naturaleza precipitada de la resolución.
En esencia, si bien la decisión infunde urgencia y escala a los esfuerzos antipandillas, su éxito final —una posible reducción de la violencia entre un 20 % y un 30 % durante el primer año si se dotan todos los recursos, según estimaciones de la ONU— dependerá del compromiso global, lo que la convierte en una prueba crucial para el multilateralismo en zonas de crisis.
El seguimiento continuo de la UNSOH será clave para adaptar la misión a los desafíos humanitarios, políticos y de seguridad que se solapan en Haití.

