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El sector eléctrico en República Dominicana, administrado por las tres principales empresas de distribución —EDESUR, EDENORTE y EDEESTE—, enfrenta importantes desafíos debido a las pérdidas por robo e impago de electricidad.

Estos problemas tienen profundos impactos en los consumidores, las empresas de servicios públicos y la economía nacional.
El fraude eléctrico, principalmente a través de conexiones ilegales, genera déficits financieros anuales de aproximadamente US$150-200 millones para el Estado dominicano, con pérdidas totales (incluyendo pérdidas técnicas y problemas de facturación) que contribuyen a un desequilibrio económico de aproximadamente US$650 millones anuales. En 2021, las pérdidas de distribución promediaron US$1.200 millones anuales, equivalentes al 1,4 % del PIB nacional.
Las pérdidas no técnicas, incluyendo el robo, representan el 23.6% de la energía suministrada pero no facturada, mientras que las pérdidas técnicas representan el 12%. Estas pérdidas socavan la sostenibilidad financiera de EDESUR, EDENORTE y EDEESTE. EDEESTE presenta la tasa de pérdidas más alta, con un 56%, seguida de EDESUR con un 32% y EDENORTE con un 27%.
El robo y la falta de pago agravan la ya frágil situación del sistema de distribución eléctrica, contribuyendo a apagones frecuentes y prolongados.
Por ejemplo, en enero de 2021, EDEESTE reportó un promedio de 10,38 interrupciones por cliente, con cortes de hasta 7,84 horas de duración, en comparación con EDESUR (6,77 interrupciones, 6,74 horas) y EDENORTE (8,79 interrupciones, 3,56 horas).
Las conexiones ilegales sobrecargan los transformadores de distribución, lo que provoca daños en los equipos y apagones en todo el sistema. Esto se evidenció durante la tormenta tropical Laura en 2020, cuando EDEESTE reportó 435.786 clientes sin servicio, EDESUR 321.250 y EDENORTE 93.420 debido a la fragilidad de la red.
Las altas pérdidas limitan la capacidad de las empresas de servicios públicos para invertir en mejoras de infraestructura, lo que perpetúa la mala calidad del servicio caracterizada por fluctuaciones de voltaje y frecuencia
Para compensar las pérdidas, las empresas de servicios públicos han aumentado las tarifas eléctricas. Se informó de un aumento del 18% en 2022, lo que provocó que las facturas se duplicaran o triplicaran para algunos consumidores, a pesar de que no hubo un aumento en el consumo.
Esto afecta desproporcionadamente a los clientes que pagan, quienes soportan el costo de los subsidios y las pérdidas causadas por los usuarios que no pagan.
Los apagones interrumpen la vida cotidiana, los negocios y el teletrabajo.
Aproximadamente 800,000 clientes, incluidos 652,000 hogares sin contrato en 2023, reciben energía sin facturar, a menudo en asentamientos informales. Esto crea un sistema inequitativo donde los clientes que pagan subsidian a quienes consumen electricidad ilegalmente.
Los continuos apagones y las elevadas pérdidas reducen la competitividad del país, ya que las empresas se enfrentan a un suministro eléctrico inestable, lo que impacta la productividad y el crecimiento económico.
La necesidad de cubrir pérdidas mediante subsidios sobrecarga el presupuesto nacional, limitando las inversiones en otros sectores y contribuyendo a un déficit fiscal persistente.
Para abordar las pérdidas, el gobierno ha obtenido préstamos importantes, como un proyecto del Banco Mundial de 225 millones de dólares estadounidenses en 2023 y préstamos anteriores de 42 y 120 millones de dólares estadounidenses, lo que ha incrementado la deuda nacional.
Los clientes que pagan se enfrentan a tarifas más altas y prácticas de facturación inconsistentes, con informes de empresas de servicios públicos como EDEESTE que modifican las facturas para reducir los déficits, lo que erosiona aún más la confianza.
La electricidad inestable y el aumento de los costos alimentan el descontento público, y los críticos argumentan que los aumentos de tarifas son injustos cuando el servicio sigue siendo deficiente. El Pacto Eléctrico de 2021, cuyo objetivo era mejorar el sector, ha sido criticado por priorizar el aumento de tarifas en lugar de abordar las causas fundamentales, como el fraude.
Los apagones contribuyen a la reducción de la seguridad pública, como se observa en zonas como Los Mina, donde la mejora del alumbrado público gracias a un suministro eléctrico fiable redujo la delincuencia. Por el contrario, los cortes persistentes aumentan los riesgos de seguridad.
La prevalencia de conexiones ilegales en comunidades marginadas pone de manifiesto problemas sistémicos, ya que estas zonas suelen carecer de infraestructura formal; sin embargo, la aplicación de la ley se centra de forma desproporcionada en los clientes que incumplen los plazos de pago.
Las recientes acusaciones de fraude en la facturación por parte de EDEESTE minan aún más la confianza.
El marco regulatorio, establecido en 2001, carece de suficiente autonomía, ya que el organismo regulador depende del Ministerio de Comercio e Industria, lo que limita la aplicación de la ley contra el fraude y las ineficiencias.
Las iniciativas recientes para combatir el fraude incluyen sanciones legales, con una sentencia judicial de 2025 contra contratistas por defraudar a EDEESTE, lo que indica un impulso a la rendición de cuentas.
Las pérdidas persistentes por robo e impago resaltan la necesidad de reformas integrales que vayan más allá de las inversiones en infraestructura. Fortalecer la autonomía regulatoria y aplicar medidas antifraude es esencial para reducir las pérdidas no técnicas.
El Pacto Eléctrico de 2021 debe revisarse para priorizar la protección del consumidor y la facturación equitativa sobre los aumentos de tarifas, garantizando que los clientes que pagan no sufran una carga desproporcionada.
Los proyectos en curso del Banco Mundial, como la iniciativa de US$225 millones para rehabilitar 1342 km de líneas y regularizar a 225 826 consumidores morosos, son prometedores.
La inversión continua en la modernización de las redes de distribución, la instalación de medidores y la actualización de los sistemas de gestión puede reducir las pérdidas tanto técnicas como no técnicas.
La instalación de estaciones de pago móvil y portales para clientes, como señaló Celso Marranzini en 2024, puede mejorar la transparencia de la facturación y las tasas de cobro.
Regularizar las conexiones informales, como se hizo en Los Mina con la participación comunitaria de EDEESTE, puede reducir los robos y, al mismo tiempo, mejorar la equidad en el servicio. La educación comunitaria sobre el uso adecuado de la electricidad y la importancia del pago es crucial.
Se necesita una mayor aplicación de la ley contra el fraude a gran escala, como en centros comerciales, como lo demuestran las acciones de EDESUR en 2024 en San Juan, donde se desmantelaron 57 conexiones ilegales.
Reducir la dependencia de los costosos combustibles fósiles mediante el logro del objetivo de 25% de energía renovable para 2025 puede reducir los costos operativos y mitigar el impacto financiero de las pérdidas. Esto requiere inversión sostenida y apoyo político.
Iniciativas como Voz Eléctrica, que permite a los consumidores reportar problemas y monitorear los servicios, deben ampliarse para mejorar la transparencia y la confianza.
Abordar la corrupción, y las acusaciones de fraude en la facturación de 2025, requiere una supervisión sólida y consecuencias legales para disuadir futuras faltas.
El plan del gobierno de añadir 2000 MW a la matriz energética para 2028, incluyendo 1000 MW de energías renovables, podría estabilizar el suministro y reducir las pérdidas si se complementa con medidas antifraude.
Lograr un suministro eléctrico continuo, como se propuso en el proyecto del Banco Mundial de 2016, sigue siendo un objetivo a largo plazo que requiere un compromiso sostenido para reducir las pérdidas y mejorar la fiabilidad del servicio.
Los desafíos del sector eléctrico en la República Dominicana, impulsados por el robo y la falta de pago, tienen profundos impactos económicos, sociales y operativos.
Si bien iniciativas recientes muestran avances, como el aumento de las tarifas de facturación (99 % a finales de 2020) y las acciones legales contra el fraude, el sector sigue siendo vulnerable a las ineficiencias sistémicas y la corrupción.
Las reformas integrales, la participación comunitaria y las inversiones en infraestructura y energías renovables son fundamentales para lograr un sistema eléctrico sostenible, equitativo y fiable para todos los dominicanos.

