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El colapso del régimen iraní sería un duro golpe para Rusia

Cuando un grupo de funcionarios de política exterior rusos e iraníes acordaron reunirse en Moscú para una conferencia titulada “La cooperación ruso-iraní en un mundo cambiante”, probablemente no anticiparon lo oportuna que resultaría esa frase.

Sentados alrededor de una mesa el miércoles en el hotel President, cerca del Kremlin, los funcionarios de ambos lados se vieron obligados a afrontar una dura realidad: el régimen de Irán –un aliado clave de Moscú– enfrenta su amenaza más grave en décadas.

Mientras Israel y Donald Trump exigen la “rendición incondicional” de Teherán , Moscú está cada vez más ansioso por el destino de Irán, aunque reconoce tácitamente su limitada capacidad para influir en los acontecimientos que se desarrollan.

Nikita Smagin, experto independiente en las relaciones entre Rusia e Irán, dijo: “Hace tiempo que está claro que Rusia no defenderá a Irán militarmente, porque simplemente no está preparada para arriesgarse a una confrontación con Israel y Estados Unidos por el bien de Irán”.

Los analistas dicen que la cautelosa respuesta de Moscú refleja un frío cálculo político: priorizar su guerra en Ucrania y al mismo tiempo tratar de disuadir a Estados Unidos de involucrarse directamente en un conflicto que podría conducir a un cambio de régimen en Teherán.

Es improbable que el Kremlin arme a Irán, y mucho menos que participe en los combates, según una fuente rusa vinculada al Ministerio de Asuntos Exteriores. «Moscú claramente no quiere un conflicto con Trump y también está haciendo todo lo posible para instar a Estados Unidos a retomar la diplomacia. Pero la prioridad de Rusia sigue siendo evitar cualquier acción que pueda socavar sus estrechas relaciones con la nueva administración estadounidense o provocar un cambio en la postura de Trump sobre Ucrania», añadió la fuente.

Aun así, el Kremlin podría perder si la prolongada campaña militar israelí, apoyada por Estados Unidos, devasta la infraestructura económica y militar de Irán y amenaza la supervivencia del régimen de Teherán.

“Si el actual régimen iraní colapsa, sería un golpe tanto estratégico como reputacional para Rusia”, dijo la fuente vinculada al Ministerio de Relaciones Exteriores ruso.

“Una pérdida mayor que la caída de Damasco”, agregó la fuente, refiriéndose a la menor influencia de Moscú sobre Siria después de la caída de Bashar al-Assad, un antiguo aliado del Kremlin cuya eventual derrota marcó el final de una costosa intervención rusa de una década .
En la superficie, la respuesta silenciada de Rusia y sus condenas contenidas contrastan con los lazos cada vez más profundos que ha forjado con Irán desde su invasión de Ucrania en 2022, una guerra que colocó a Moscú, junto con Teherán, entre los regímenes más afectados por las sanciones.

En los primeros meses de la invasión rusa de Ucrania, Irán demostró ser un socio importante del Kremlin, suministrando a Moscú miles de drones de combate para atacar ciudades ucranianas. Posteriormente, Teherán también envió instructores a Rusia para ayudar a establecer una planta de producción de drones, basada en diseños iraníes, en las profundidades de los montes Urales.

Vladimir Putin, a su vez, elogió la profundización de los lazos entre ambos países. En enero, él y su homólogo iraní, Masoud Pezeshkian, firmaron un amplio tratado de asociación estratégica integral, cuyo objetivo es fortalecer la cooperación militar y el intercambio de inteligencia.

Aun así, la relación entre ambos países siempre ha sido compleja, según los observadores. Al firmar el acuerdo militar, ambos países insistieron en omitir una cláusula de defensa mutua, lo que significa que Moscú ya no tiene la obligación legal de proporcionar asistencia militar a Irán. Rusia también ha tardado en entregar una serie de armas que Teherán ha solicitado.

“A pesar de las reiteradas solicitudes de la parte iraní de diversos tipos de armas (sistemas de defensa aérea y aviones de combate), Rusia no ha transferido nada de esto a Irán hasta la fecha”, afirmó Smagin.

En parte debido a su implicación en Ucrania y a sus crecientes vínculos con otros actores regionales, incluida Arabia Saudita , Moscú ha mostrado poca urgencia en apuntalar a Irán, aun cuando la posición de Teherán se ha debilitado después de los golpes contra su principal representante, el movimiento libanés Hezbolá.

Mientras tanto, el Kremlin ha desvinculado en gran medida su dependencia del apoyo militar iraní, habiendo adquirido ya la experiencia necesaria para producir drones en masa en el país.

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