Por Pjotr Sauer en Tbilisi, theguardian
Los georgianos votarán el sábado en una elección crucial que podría determinar si uno de los ex estados soviéticos otrora más pro-occidentales virará hacia un camino más autoritario, alineado con Rusia.
Durante las últimas tres décadas, Georgia –un país de 3,6 millones de habitantes ubicado en las montañas del Cáucaso– ha mantenido fuertes aspiraciones prooccidentales y las encuestas muestran que hasta el 80% de sus residentes están a favor de unirse a la UE.
Sin embargo, en los últimos años, el gobierno, encabezado por el partido populista Sueño Georgiano (GD), se ha alejado cada vez más de Occidente en favor de Rusia, mostrando renuencia a condenar a Moscú por su invasión de Ucrania.
Según Kornely Kakachia, director del Instituto de Política de Georgia, las elecciones parlamentarias son consideradas por muchos como las más importantes desde la independencia de la Unión Soviética en 1991. “Se trata de un momento decisivo que determinará si el país se convierte en una democracia soberana integrada con Occidente o vuelve a caer en la esfera de influencia de Rusia”, afirmó en una entrevista en la capital, Tbilisi.
Los observadores veteranos subrayan que estas elecciones deben verse desde una perspectiva más amplia que la de una mera disputa geopolítica entre Rusia y Occidente, en la que el futuro democrático del país está en juego.
homas de Waal, investigador principal de Carnegie Europe y experto en la región, afirmó: “Lo que está en juego aquí es la democracia georgiana. Existe un riesgo real de que el país se convierta en un estado de partido único. El partido Sueño Georgiano ha sido bastante abierto en cuanto a la dirección que quiere tomar”.
GD, que está en el poder desde 2012, fue fundado por el misterioso multimillonario Bidzina Ivanishvili, quien hizo su fortuna en Rusia en la década de 1990 y es considerado por muchos amigos y enemigos como la figura más poderosa de Georgia, a pesar de que no ha ocupado ningún cargo público durante más de una década.
En las últimas semanas, Ivanishvili y sus aliados han prometido prohibir todos los principales partidos de oposición y eliminar a los legisladores de la oposición después de las elecciones, calificándolos de “criminales” y “traidores”.
Durante un inusual mitin público celebrado el miércoles en el centro de Tbilisi, Ivanishvili reafirmó su promesa, tras haber prometido previamente celebrar un “juicio de Núremberg” contra los miembros del UNM, el principal partido de la oposición. El UNM fue fundado por el expresidente de Georgia, Mijail Saakashvili, que actualmente se encuentra en prisión acusado de abuso de poder que, según sus aliados, tiene motivaciones políticas.
El mensaje central de la campaña de GD ha sido “Elijan la paz, no la guerra”, dando a entender que la oposición arrastraría a Georgia a un conflicto al estilo de Ucrania, mientras que sólo sus líderes pueden garantizar la paz y la estabilidad. En toda la capital han aparecido llamativos carteles del partido con imágenes de iglesias y estadios deportivos ucranianos bombardeados, en contraste con imágenes pacíficas de Georgia.
Rusia, que invadió Georgia en 2008 y apoyó a los separatistas armados en las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, respaldadas por Moscú, sigue siendo impopular entre los georgianos comunes.
La invasión rusa de Ucrania ha fortalecido a la oposición prooccidental, que critica al gobierno por su postura neutral hacia Moscú y su renuencia a imponer sanciones, considerándola una señal de lealtad al Kremlin. Pero algunos siguen temiendo las posibles consecuencias de provocar a Rusia.
El mensaje de GD encuentra el mayor apoyo en las regiones que sufrieron duramente durante la invasión rusa de 2008, un conflicto de cinco días que algunos georgianos atribuyen a las políticas imprudentes de Saakashvili, que era presidente en ese momento. La guerra dejó cicatrices profundas en el país, y las tropas rusas se detuvieron a sólo 40 kilómetros de Tbilisi.
Maka Khutsishvili, dueño de una tienda en Tbilisi, originario de la ciudad de Gori, donde estuvo presente durante una breve ocupación por parte de las tropas rusas en 2008, dijo: “No estoy en contra de Europa, pero tenemos frontera con Rusia, no con Francia ni con Alemania. Nadie vendrá a apoyarnos si Rusia invade. Los jóvenes que protestan contra el gobierno tal vez no recuerden la guerra, pero nosotros sí… Ahora mismo necesitamos paz y los líderes actuales pueden garantizarla”.
El GD también cuenta con el apoyo de las regiones conservadoras del país, lejos de los cafés hipster y las tiendas de moda que han convertido a Tbilisi en un popular destino turístico. En las zonas industriales, donde una economía de planificación centralizada antaño proporcionaba puestos de trabajo y cierto grado de bienestar, el desempleo y la migración masiva han alimentado la nostalgia por la relativa prosperidad de la antigua era soviética.
En estas zonas, el gobierno georgiano, alineado con la profundamente conservadora e influyente Iglesia Ortodoxa, ha buscado galvanizar los sentimientos antiliberales haciendo campaña sobre los llamados “valores familiares” y criticando lo que presenta como excesos occidentales.
En el verano, el parlamento aprobó una ley que impone amplias restricciones a los derechos LGBTQ+ , una medida que según los críticos refleja las leyes promulgadas en la vecina Rusia, donde las autoridades han implementado una serie de medidas represivas contra las minorías sexuales.
En una entrevista reciente plagada de sentimientos transfóbicos y homofóbicos, Ivanishvili describió a Georgia como un país envuelto en una lucha cultural contra Occidente, al que acusó de intentar exportar valores corrosivos.
Entre otras afirmaciones, afirmó que en Occidente los padres presionan a sus hijos para que se sometan a cirugías de reafirmación de género y que la “leche de los hombres” se considera “igual que la de las mujeres”. Los críticos de Ivanishvili han instado a que se tome en serio su retórica incendiaria, haciendo hincapié en los riesgos geopolíticos en juego.
Georgia, situada entre los regímenes autoritarios de Irán, Rusia y Turquía, constituye la única ruta alternativa (además de Rusia) para el comercio de Asia central y Azerbaiyán con Occidente. La ruta ha adquirido cada vez mayor importancia a medida que Occidente intenta reducir su dependencia de la energía rusa y recurrir a los recursos de petróleo y gas de la región.
“Nos encontramos en un momento único en el que el gobierno está transformando la orientación geopolítica y el ADN de la nación”, afirmó Tina Khidasheli, presidenta de la ONG Civic Idea y ex ministra de Defensa. “La postura prooccidental de Georgia siempre fue una excepción en la región. Por supuesto, esto será una victoria para Rusia, pero también para todos los demás estados autoritarios que nos limitan”.
Reconociendo la urgencia de la situación, la oposición georgiana, notoriamente dividida, ha intentado unirse formando cuatro bloques proeuropeos y ha prometido cooperar. El partido UNM de Saakashvili, el mayor de los bloques, ha dicho que está dispuesto a comprometerse con la iniciativa de la presidenta prooccidental Salomé Zourabichvili de formar un gobierno tecnocrático interino en caso de una derrota del GD.
Pero la UNM, que cuenta con una base sólida de votantes leales, sigue siendo una propuesta divisiva, y muchos en el país todavía están enojados por el segundo mandato de Saakashvili, que se vio empañado por abusos generalizados de los derechos humanos y detenciones arbitrarias.
Zourabichvili, cuyo papel es en gran medida protocolario, descartó en una conferencia de prensa el jueves cualquier escenario que no sea una victoria de las fuerzas proeuropeas. Pero incluso a los observadores más experimentados les resulta difícil predecir el resultado del sábado, ya que las encuestas, cada una encargada por diferentes facciones políticas, muestran resultados muy dispares.
Es probable que GD obtenga la mayoría de los votos, pero a menos que obtenga una mayoría constitucional puede tener dificultades para formar gobierno, ya que todos los demás bloques se niegan a colaborar con él.
Pocos esperan una contienda libre y justa en un país donde los partidos gobernantes históricamente han dependido de sus llamados “recursos administrativos”, un término general que incluye presionar a los empleados estatales para que voten y ofrecer dádivas en efectivo a los votantes mayoritariamente rurales.
Los líderes de la oposición y de la sociedad civil están preocupados de que si las encuestas muestran que GD y los partidos de la oposición están empatados, el partido gobernante podría intentar manipular los resultados, lo que podría desencadenar protestas masivas, potencialmente seguidas de una dura represión policial.
Otra pregunta que se plantea es si Ivanishvili renunciaría voluntariamente al poder si fuera derrotado. Kakachia cree que para el oligarca, permanecer en el poder será una cuestión de supervivencia personal. “Georgia tiene una larga historia de venganzas políticas”, dijo. “Quienquiera que llegue al poder tiende a atacar a su predecesor, e Ivanishvili lo sabe muy bien”.
En la primavera de este año, decenas de miles de personas salieron a las calles de Tbilisi para protestar contra la adopción de un proyecto de ley sobre “agentes extranjeros” que obligaba a los medios de comunicación y las ONG que recibían más del 20% de su financiación del extranjero a registrarse como “agentes de influencia extranjera”.
El proyecto de ley, que por ahora ha descarrilado las aspiraciones de Georgia de ingresar a la UE, ha sido calificado de “ley rusa” por los críticos, que lo comparan con una legislación introducida por el Kremlin una década antes para silenciar el disenso político en los medios y en otros lugares.
Zuka Berdzenishvili, cofundadora del movimiento pro democracia georgiano Shame, que ayudó a organizar las protestas de primavera, dijo: “Me preocupa que las protestas sean casi inevitables. No creo que el gobierno actual esté dispuesto a dimitir democráticamente”.
En el verano, Berdzenishvili fue emboscado y golpeado, parte de una serie de ataques similares contra la oposición por parte de bandas no identificadas, que se cree ampliamente que están vinculadas al gobierno.
“Espero que el pueblo georgiano tenga la fuerza de voluntad para seguir adelante y luchar”, dijo Berdzenishvili. “No tenemos otra opción”.
