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El 28 de diciembre de 2025, Myanmar celebró la primera fase de unas controvertidas elecciones generales organizadas por la junta militar gobernante (Consejo de Administración Estatal, liderado por el general Min Aung Hlaing).
Estas fueron las primeras elecciones nacionales del país desde el golpe militar de 2021, que derrocó al gobierno electo liderado por la Liga Nacional para la Democracia (LND) de Aung San Suu Kyi.

Las votaciones se celebraron en 102 de los 330 municipios de Myanmar, principalmente en zonas urbanas controladas por la junta, como Yangón, Mandalay y la capital, Naipyidó.
Las elecciones se celebraron en tres fechas (28 de diciembre, 11 de enero de 2026 y 25 de enero de 2026) debido a la preocupación por la seguridad en medio de la guerra civil en curso.
No se celebraron votaciones en las zonas controladas por los rebeldes o en disputa, lo que excluyó aproximadamente entre un tercio y la mitad del país. Impacto inmediato
Baja participación electoral — Se registró en las principales ciudades, con una participación menor que en elecciones anteriores ( m 2020 y 2015), lo que refleja la apatía generalizada, el miedo y los llamamientos al boicot.
Ambiente de coerción — Muchos votantes participaron “por miedo, no por esperanza”, para evitar repercusiones como arrestos o pérdida de servicios.
La junta utilizó la intimidación, incluyendo amenazas de confiscación de viviendas para las personas desplazadas si no votaban.
Presión de la oposición — Grupos de resistencia armada amenazaron con sanciones por votar, creando un “clima de miedo” donde los civiles fueron coaccionados por ambos bandos.
Incidentes — Se reportaron explosiones cerca de colegios electorales y ataques a oficinas de partidos pro-junta en vísperas de la votación, con ataques aéreos continuos en zonas de conflicto.
Cambios técnicos — Introducción de máquinas de votación electrónica (no se permiten votos por escrito ni nulos) y un sistema proporcional mixto.
Se prevé que el Partido Unión, Solidaridad y Desarrollo (USDP), promilitar, domine el poder, dada la disolución de la LND y otros 39 partidos, la escasa actividad de campaña y la exclusión de la principal oposición.
Potencial de aumento de la represión. Ya se han producido más de 200 arrestos en virtud de las nuevas leyes que penalizan la crítica electoral (penas que pueden llegar a la muerte).
Escalada de la guerra civil. Grupos de resistencia, incluidas las Fuerzas de Defensa del Pueblo y los ejércitos étnicos, prometen seguir luchando, considerando las elecciones ilegítimas.
Consolidación de la influencia militar. La Constitución reserva el 25% de los escaños parlamentarios para los militares, lo que garantiza su poder de veto.
Agravamiento de la crisis humanitaria. Más de 3,5 millones de desplazados, hambruna extrema para 12 millones proyectada para 2026 e intensificación de los ataques aéreos y con drones (un 30% más en 2025).
Tensión económica y social. Aislamiento continuo, pobreza y colapso del sistema sanitario.
Estas elecciones han sido ampliamente condenadas como una farsa por las Naciones Unidas, grupos de derechos humanos, gobiernos occidentales y analistas.
Sirven principalmente para legitimar a la junta en medio de las pérdidas en el campo de batalla, en lugar de un verdadero retorno a la democracia. El alto responsable de derechos humanos de la ONU las describió como un “entorno de violencia y represión”, advirtiendo que corre el riesgo de generar mayor inestabilidad.
Perspectiva interna: Muchos ciudadanos de Myanmar no ven cambios significativos, y es probable que la resistencia se intensifique.
Respuesta internacional: Respaldo limitado de China (priorizando la estabilidad para proyectos de infraestructura), Rusia y, en parte, India; rechazo de la UE, EE. UU. y la ASEAN (no se enviaron observadores).
Perspectiva general: Es poco probable que las elecciones resuelvan la guerra civil (se estima que ha causado más de 90.000 muertes desde 2021) ni restablezcan la estabilidad.
En cambio, podría prolongar el gobierno de la junta a través de intermediarios, profundizando la división en un país ya fracturado por el conflicto, el desplazamiento forzado y los desastres naturales.
En resumen, la votación del 28 de diciembre refuerza el control militar sin abordar las causas profundas de la crisis y ofrece pocas esperanzas de reconciliación o progreso democrático.

