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Nueva cédula tendrá chip de servicios electrónico, billetera digital y representará el pasaporte en caso de emergencia

La Junta Central Electoral (JCE) de la República Dominicana anunció el 18 de diciembre de 2025 el plan de diseño e implementación de una nueva cédula de identidad y electoral.

Esta reemplaza el modelo anterior, cuyo vencimiento comenzó a finales de 2024. La iniciativa busca modernizar el sistema de identificación con mayor seguridad, durabilidad y funciones digitales, lo que beneficiará a más de 9.4 millones de dominicanos.

El proceso se describe como una renovación progresiva y escalonada para evitar una logística abrumadora, comenzando con pruebas internas en enero de 2026 y la entrega a nivel nacional a partir del 8 de abril de 2026.

La nueva cédula incorpora tecnologías avanzadas, como un chip sin contacto para verificación electrónica, datos grabados con láser, más de 100 elementos de seguridad, en comparación con los 22 de la versión anterior, y cumple con las normas de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).

Está fabricada en policarbonato con nueve capas para resistir la manipulación, el calor y la humedad, y ofrece una vida útil estimada de 25 años.

Los períodos de validez varían según la edad: 12 años para personas de 18 a 35 años, 16 años para personas de 36 a 60 años y 20 años para personas de 61 años o más.

Incluye una versión digital, un código QR y la posibilidad de integrar información sobre el estado de donación de órganos, licencias de conducir y permisos de armas de fuego.

El lanzamiento se realizará por etapas para minimizar las interrupciones, según el mes de nacimiento y priorizando a ciertos grupos.

La JCE ha enfatizado que las expiraciones serán progresivas, evitando la invalidación simultánea de todas las identificaciones existentes. El proceso incluye la iniciativa “Acércate a la JCE” para actualizar la información de contacto a través de su sitio web y facilitar las notificaciones.

El proyecto se produce tras un historial de retrasos, con planes iniciales que datan de enero de 2024 y un contrato firmado en octubre de 2025 con el consorcio EMDOC por 3.300 millones de pesos (impuestos incluidos) a 10 años.

Se prevén operaciones móviles en zonas de alto tráfico y socialización estratégica con sectores para lograr mayor eficiencia.

El anuncio ha generado reacciones diversas: los aspectos positivos se centran en la modernización y la seguridad, mientras que las preocupaciones destacan los desafíos logísticos, los riesgos para la privacidad y la posible exacerbación de las desigualdades históricas.

Seguridad mejorada y prevención del fraude: Se espera que las características de la tarjeta reduzcan el robo de identidad, la falsificación y el uso no autorizado, abordando así las crecientes amenazas.

Esto podría minimizar los problemas legales derivados de la manipulación de documentos y mejorar la verificación de identidad para los servicios.

Los funcionarios de la JCE la consideran una “inversión” que genera ahorros para el estado a mediano y largo plazo al evitar renovaciones frecuentes.

Integración digital y conveniencia: El chip permite servicios electrónicos, una versión de billetera digital y su posible uso como documento de viaje en emergencias (por ejemplo, pérdida de pasaporte), vinculado a los sistemas migratorios de República Dominicana y Estados Unidos.

Esto se alinea con las tendencias globales hacia las identificaciones digitales, lo que podría agilizar el acceso a servicios públicos como impuestos y asistencia social.

Eficiencia económica y administrativa: Con un presupuesto inicial de RD$2-2.5 mil millones (ampliado a 3.3 mil millones), su diseño duradero reduce los costos de renovación con el tiempo. También podría regularizar la situación migratoria de algunas personas, protegiendo la soberanía nacional, según figuras políticas como Leonel Fernández.

Desafíos logísticos y de accesibilidad. Los retrasos en el cronograma han generado incertidumbre, y el proceso escalonado aún podría agotar los recursos.

En El Seibo, los residentes reaccionaron negativamente a los técnicos de la JCE que intentaron informar sobre la tarjeta, impidiendo la entrada debido a una aparente desconfianza o frustración.

Riesgos para la privacidad y los datos. Los críticos, incluyendo a Fernández, se preocupan por la manipulación de datos en las elecciones, la compatibilidad entre las versiones físicas y digitales, y quién accede a la información del chip (por ejemplo, instituciones con autorización ciudadana, pero controladas por la JCE).

Los debates globales más amplios sobre las identificaciones digitales destacan los riesgos del control centralizado sobre los datos personales, los movimientos y las finanzas.

Efectos en grupos vulnerables, incluidos los descendientes de haitianos. Si bien no está explícitamente vinculado al anuncio, el proceso de renovación podría intensificar el escrutinio sobre el origen de los documentos, en medio de los continuos informes de fraude.

El discurso público incluye llamados a investigar las cédulas falsas en posesión de haitianos, con un caso que alega el uso de la identidad de un dominicano fallecido para registrar a haitianos indocumentados.

Históricamente, los dominicanos de ascendencia haitiana se enfrentan a la discriminación para acceder a la nacionalidad, con políticas desde la década de 1990 que obstruyen la documentación y conducen a la apatridia.

En 2025, se reportaron más de 180,000 deportaciones a Haití, a menudo relacionadas con la discriminación racial, lo que podría intersectar con una verificación de identidad más estricta. Algunos consideran que esto representa una continua tensión étnica, donde el nuevo sistema podría obstaculizar a quienes se encuentran en situación irregular.

Corto plazo: Interrupciones iniciales debido a las transiciones, con una validez extendida de las tarjetas antiguas hasta su renovación.

Las implicaciones presupuestarias incluyen el contrato de 3.300 millones de pesos, que podría afectar los fondos públicos si persisten los retrasos.

Un marco de identificación más sólido podría reforzar la integridad electoral y la movilidad internacional, pero corre el riesgo de ampliar las brechas si no es inclusivo.

La JCE negó los rumores sobre los supuestos vínculos haitianos de la empresa contratista, pero estos alimentan el escepticismo. Si los casos de fraude aumentan durante la verificación, esto podría dar lugar a más auditorías o deportaciones.

Las reacciones positivas de los medios y los comentaristas elogian las actualizaciones tecnológicas como un “cambio radical” para la eficiencia y la seguridad. Sin embargo, la desconfianza pública en algunas zonas y las solicitudes de auditorías del censo electoral sugieren la posibilidad de tensión social o desafíos legales.

La iniciativa de la JCE representa un paso hacia un sistema de identidad seguro e integrado digitalmente, que posiciona a la República Dominicana en línea con los estándares internacionales y potencialmente ahorra costos a largo plazo.

Sin embargo, si no se abordan las salvaguardas de la privacidad y la discriminación histórica, podría perpetuar las vulnerabilidades de grupos marginados como los descendientes de haitianos, en medio de las tendencias más amplias de deportaciones y disputas de ciudadanía para 2025.

En general, si bien el anuncio resuelve incertidumbres previas, su éxito depende de una implementación transparente y un acceso equitativo para mitigar los riesgos de exclusión o abuso.

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