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Nicolás Maduro maneja en Caracas con el dominicano Miguel Mejía en respuesta a presencia de Pete Hegseth en República Dominicana. Ver impacto en Venezuela

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El 26 de noviembre de 2025, el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Pete Hegseth, visitó Santo Domingo, República Dominicana, donde se reunió con el Presidente Luis Abinader y el Ministro de Defensa, Teniente General Carlos Antonio Fernández Onofre.

Las conversaciones se centraron en el fortalecimiento de los lazos bilaterales en materia de defensa, en particular en la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia transnacional.

Un resultado clave fue la autorización de la República Dominicana para el acceso temporal de Estados Unidos a las zonas restringidas de la Base Aérea de San Isidro y el Aeropuerto Internacional de Las Américas para el reabastecimiento de aeronaves, el transporte de equipos y el despliegue de personal técnico.

Esto se alinea con la Operación Southern Lance, una operación más amplia de Estados Unidos, una presencia militar reforzada en el Caribe que incluye 21 ataques contra presuntas embarcaciones de narcotráfico desde septiembre, con el resultado de al menos 83 muertes.

Aunque oficialmente se presentan como esfuerzos antinarcóticos, estas medidas se interpretan ampliamente como una campaña de presión contra el presidente venezolano, Nicolás Maduro, a quien Estados Unidos acusa de liderar el Cártel de los Soles, una red recientemente designada como organización terrorista extranjera.

La visita ha intensificado las tensiones entre Estados Unidos y Venezuela, con repercusiones inmediatas en las esferas militar, diplomática y nacional de Caracas:

Las fuerzas venezolanas han desplegado miles de tropas en las zonas costeras en previsión de posibles incursiones estadounidenses, considerando las concesiones de la República Dominicana como una táctica de cerco directo. El gobierno de Maduro ha realizado desfiles militares de alto perfil, incluyendo una exhibición simbólica de la “Espada del Perú” de Simón Bolívar durante una ceremonia que coincidió con la llegada de Hegseth, lo que se interpretó como un deliberado despliegue de poder para proyectar desafío.

Las redes sociales venezolanas bullían con especulaciones sobre una inminente acción estadounidense, con figuras de la oposición como Eduardo Menoni amplificando los rumores de ataques coordinados liderados por figuras como el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Dan Caine (quien visitó la cercana Trinidad y Tobago días antes).

Caracas denunció la visita como parte de un “pretexto” estadounidense para desestabilizar la República Bolivariana, haciéndose eco de las preocupaciones regionales más amplias sobre la militarización del Caribe.

El gobierno de Maduro ha buscado el apoyo de aliados como Rusia y China, al tiempo que rechaza públicamente las demandas estadounidenses de transparencia electoral tras las controvertidas elecciones presidenciales de julio.

En una respuesta oportuna, Maduro compartió un video de sí mismo conduciendo por Caracas con el activista dominicano Miguel Mejía, lo que indica un acercamiento a sus vecinos caribeños en medio del alineamiento dominicano con Washington. Medios estatales venezolanos, como las filiales de NTN24, enmarcaron la autorización del aeropuerto como una “escalada agresiva” que permite el “despliegue” (despliegue) estadounidense contra Venezuela. Reacciones internas: Medios progubernamentales como MMorenoNoticias calificaron el acuerdo de “operación militar contra la República Bolivariana”, lo que avivó el fervor nacionalista y las narrativas antiimperialistas. Sin embargo, la oposición expresó un optimismo cauteloso, con análisis en vivo en plataformas como YouTube que lo retrataron como una herramienta para un cambio de régimen.

El discurso público en X (anteriormente Twitter) reflejó ansiedad, con hashtags como #Venezuela siendo tendencia, junto con llamados a la unidad contra las acusaciones de “narcoterrorismo”, términos que Hegseth reiteró durante la visita, advirtiendo explícitamente que Estados Unidos se está “asociando con más países… para detenerlos”.

Estas dinámicas ya han dado lugar a comunicados internos venezolanos, como los de Salvador Holguín, que desestiman la escalada estadounidense por exagerada, al tiempo que instan a una desescalada.

La visita de Hegseth marca una escalada crucial en la estrategia híbrida de Estados Unidos contra Maduro: combina posturas militares con designaciones legales para obtener concesiones sin una invasión inmediata.

Para Venezuela, refuerza una mentalidad de asedio, unificando a los leales al régimen, pero distanciando a los moderados y agravando los problemas económicos.

Si bien la resistencia a corto plazo (por ejemplo, la movilización de tropas) mantiene el control de Maduro, la trayectoria a largo plazo apunta hacia una presión insostenible: ya sea mediante salidas negociadas o una confrontación arriesgada.

La estabilidad regional pende de un hilo, y la cooperación de la República Dominicana indica el éxito de Washington en aislar a Caracas, pero a costa de una mayor volatilidad en el continente americano.

Como señaló el exembajador estadounidense en Venezuela, James Story, en varios análisis, las conversaciones directas siguen siendo viables, pero la ventana se estrecha ante la ambigüedad deliberativa de Trump.

En definitiva, este episodio subraya cómo los pretextos antidrogas pueden enmascarar las ambiciones geopolíticas de cambio de régimen, dejando la soberanía de Venezuela —y el futuro de su pueblo— en una situación precaria.

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