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La visita del Secretario de Defensa de EE. UU., Pete Hegseth, a Santo Domingo el 26 de noviembre de 2025 marcó un paso significativo en el fortalecimiento de los lazos bilaterales de defensa entre Estados Unidos y la República Dominicana (RD).
El principal resultado fue el anuncio de un acuerdo temporal que permite a las fuerzas estadounidenses acceso limitado a áreas restringidas en la Base Aérea de San Isidro y el Aeropuerto Internacional Las Américas.
Esto facilita el reabastecimiento de aeronaves (incluidos los aviones cisterna KC-135 para patrullas aéreas), el transporte de equipo mediante aviones de carga C-130 Hércules y el desplazamiento de personal técnico para apoyar las operaciones contra el narcotráfico y el crimen organizado transnacional.
Hegseth describió a la RD como un “líder regional” y la “primera parada” para dichas colaboraciones, enfatizando el respeto de EE. UU. por la soberanía dominicana, al tiempo que mejora la vigilancia, la detección y la interdicción en dominios marítimos y aéreos clave en el Caribe Sur.
La visita amplificó directamente el alcance operativo de EE. UU. en el marco de la Operación Lanza del Sur, una campaña lanzada en septiembre de 2025 que ha implicado 21 ataques contra embarcaciones sospechosas de narcotráfico, con el resultado de al menos 83 muertes.
Para RD, esto se suma a una década de cooperación intensificada, donde el país reporta un aumento de casi diez veces en las incautaciones anuales de drogas, atribuido a los esfuerzos conjuntos entre EE. UU. y RD.
Económica y socialmente, posiciona a RD como un aliado de primera línea, lo que podría reducir el impacto local de la narcoviolencia, aunque no se detallaron los beneficios directos (por ejemplo, ayuda o transferencias de tecnología) durante la conferencia de prensa, estrictamente controlada.
El acuerdo tiene beneficios tácticos inmediatos para desmantelar las redes de cárteles, en particular las vinculadas al Cártel de los Soles de Venezuela, recientemente designado como organización terrorista extranjera por la administración Trump.
Esto abre nuevas opciones para las acciones de EE. UU., incluyendo un mayor intercambio de inteligencia y posibles ataques, con el objetivo de bloquear los ductos de drogas antes de que lleguen a las costas estadounidenses.
A nivel regional, contribuye a la mayor presencia militar estadounidense en el Caribe en décadas, con aproximadamente 15.000 efectivos desplegados en bases y buques, lo que indica una “Doctrina Trump” proactiva centrada en la defensa nacional y la estabilidad hemisférica.
Sin embargo, las consecuencias se extienden al aumento de las tensiones geopolíticas. Países latinoamericanos, como Cuba y Venezuela, han condenado la escalada militar como “agresiva” y un pretexto para un cambio de régimen en Venezuela, advirtiendo de “muertes incalculables” y violaciones del derecho internacional, como la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.
El canciller cubano, Bruno Rodríguez, acusó a Estados Unidos de inventar justificaciones para confiscar los recursos petroleros venezolanos, mientras que el fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab, condenó los ataques como violaciones de los derechos humanos.
La Organización de los Estados Americanos (OEA) instó a la desescalada, priorizando la diplomacia sobre la escalada militar para prevenir la guerra.
En el ámbito nacional, mientras el presidente Luis Abinader presentaba el pacto como esencial contra una “amenaza sin fronteras”, algunas voces locales en plataformas como X expresaron su preocupación por la influencia de cifras vinculadas a donaciones anteriores a cárteles en las negociaciones.
Otros riesgos más amplios incluyen tensiones en las relaciones de Estados Unidos con países vecinos que no cooperan, posibles oleadas de refugiados debido a la intensificación de las operaciones y debates éticos sobre los daños colaterales de los ataques letales.
La visita de Hegseth subraya el giro hacia una estrategia antinarcóticos agresiva y basada en la coalición bajo la administración Trump, aprovechando con éxito a República Dominicana como plataforma para proyectar poder en el Caribe.
Reafirma los compromisos de Estados Unidos con sus aliados, a la vez que señala intolerancia hacia regímenes como el de Maduro, lo que podría allanar el camino para pactos similares con otras naciones (por ejemplo, Granada).
Sin embargo, la “gravedad letal” de la operación —como lo expresó Hegseth— conlleva el riesgo de una escalada involuntaria, evocando intervenciones históricas estadounidenses que alimentaron el sentimiento antiamericano.
Para un éxito duradero, será crucial equilibrar el poderío militar con las vías diplomáticas de escape; sin ellas, el Caribe corre el riesgo de convertirse en un foco de tensión en lugar de un flanco estable.
En general, la visita promueve los objetivos de seguridad a corto plazo, pero exige una gestión vigilante para mitigar las consecuencias a largo plazo.



