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La elección de Chile el domingo: ¿un reinicio pragmático o extremos arraigados?

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Las elecciones generales de Chile, que se celebrarán el domingo 16 de noviembre de 2025, marcan un momento crucial para la democracia, la economía y el tejido social del país.

Los votantes elegirán a un nuevo presidente que sustituirá al actual mandatario, Gabriel Boric (cuya popularidad ronda el 21-30%), los 155 escaños de la Cámara de Diputados y 23 de los 50 del Senado.

Estas son las primeras elecciones presidenciales desde 2012 con voto obligatorio (con una multa de aproximadamente 33.000 pesos chilenos por no participar), lo que podría aumentar la participación del 47% en la primera vuelta de 2021 a más del 80% entre los 15,8 millones de votantes habilitados.

Es probable que haya una segunda vuelta el 14 de diciembre si ningún candidato supera el 50% en la primera ronda, y el ganador asumirá el cargo el 11 de marzo de 2026.

Las elecciones se celebran en un contexto de profunda polarización, alimentada por el estancamiento social de 2019-2020 (“Estallido Social”), dos referendos constitucionales fallidos y la agenda progresista de Boric, que se ha estancado en materia de reformas mientras lidia con el estancamiento económico (un crecimiento del PIB proyectado del 2-2,5% en 2025), un desempleo del 8,5-8,9%, una alta inflación (4-5%) y una creciente desigualdad.

Entre las principales preocupaciones de los votantes se encuentran la seguridad pública (la delincuencia ha aumentado entre un 20% y un 30% desde 2021, y el 30% de los chilenos fueron víctimas el año pasado), la inmigración descontrolada (vinculada al crimen organizado), la escasez de vivienda y la falta de empleo.

El reciente auge de la derecha en la vecina Argentina (las victorias de Javier Milei en las elecciones de medio término) y Bolivia ha intensificado la tendencia regional hacia el conservadurismo.

Principales candidatos y panorama de las encuestas

Ocho candidatos están inscritos, pero la contienda está dominada por una derecha fragmentada que desafía a la izquierda. Las encuestas recientes (a finales de octubre de 2025) muestran una primera vuelta muy reñida, sin una mayoría clara.

Casas de apuestas como Polymarket otorgan a José Antonio Kast entre un 64 % y un 69 % de probabilidades de victoria, lo que refleja el optimismo de los apostadores sobre la consolidación de la derecha.

Las encuestas sugieren una primera vuelta fragmentada (por ejemplo, Jara 25%, Kast 23%, y el resto repartido entre otros), lo que obligaría a una segunda vuelta entre Jara y Kast, donde Kast lideraría por 10-15 puntos.

Las luchas internas de la derecha (Kast vs. Kaiser vs. Matthei) podrían limitar inicialmente el apoyo a los conservadores al 35-40%, pero la consolidación del poder los favorecería en una elección binaria. El voto obligatorio podría intensificar el sentimiento anti-gobernante entre los votantes jóvenes y de bajos ingresos que antes se abstenían.

El resultado de las elecciones podría redefinir la trayectoria de Chile, con marcados contrastes entre un giro a la derecha (probable con Kast) y la continuidad de la izquierda (Jara).

Una victoria de la derecha señalaría una “ola conservadora” regional, similar a la Argentina de Milei y los recientes cambios en Bolivia, lo que podría estabilizar los mercados pero exacerbar las divisiones sociales.

Los resultados parlamentarios son cruciales: la derecha podría obtener la mayoría en la Cámara de Diputados (155 escaños en juego) y una ventaja en el Senado (13 escaños de centroderecha frente a 10 de centroizquierda), lo que permitiría impulsar reformas sin el estancamiento político de la era Boric.

Victoria de la derecha (Kast/Kaiser/Matthei): la desregulación favorable al mercado, la expansión de la privatización de las pensiones (las Fuerzas Armadas de Filipinas controlan el 70% del PIB), las reducciones de impuestos y los incentivos a la minería podrían impulsar un crecimiento del 3-4% para 2027, atrayendo inversión extranjera directa (el cobre y el litio de Chile son clave para la transición verde de la UE).

Se espera una apreciación del peso chileno (CLP/USD al alza del 5-10%), una revalorización de las acciones (índice IPS +15%) y una compresión de los diferenciales de crédito. Riesgos: mayor desigualdad si se recortan los gastos sociales (por ejemplo, los programas de Boric tenían como objetivo el 16,7% del PIB en transferencias).

La ampliación del bienestar social, la protección laboral y la inversión pública podrían sostener la reducción de la desigualdad, pero conllevan el riesgo de déficits fiscales (actualmente del 2,5% del PIB), repuntes de la inflación (hasta el 6%) y fuga de capitales (salida de las Fuerzas Armadas de Filipinas, éxodo de inversores). El crecimiento podría estancarse entre el 1% y el 2%, con un deseo de emigrar del 20% entre los jóvenes, lo que indica una fuga de cerebros.

En general: Los mercados ya descuentan las probabilidades de una victoria de la derecha (peso +3% tras los resultados argentinos), pero la incertidumbre legislativa podría retrasar los impactos.

Las políticas migratorias de línea dura (deportaciones, muros fronterizos) y contra el crimen (patrullas militares, megacárceles) podrían reducir los homicidios (tasa de temor del 24%), pero conllevan el riesgo de violaciones de derechos humanos, que recuerdan los temores a la represión de la era Pinochet. La polarización se profundiza: La retórica anti-LGBTQ+ de Kast/Kaiser podría alienar a los jóvenes urbanos y a las minorías.

Centrarse en la prevención y los programas sociales podría abordar las causas profundas (el vínculo entre pobreza y delincuencia), pero podría prolongar la inseguridad si la financiación policial es insuficiente. Las reformas migratorias enfatizan la integración, pero persiste el caos en la frontera.

El 60% de sentimiento antipartidista conlleva el riesgo de mayor inestabilidad si las reformas fracasan; las desigualdades en vivienda y educación (por ejemplo, el 40% de los ataques a hogares) podrían desencadenar protestas.

A nivel nacional, la mayoría de derecha pone fin a la fragmentación (el estancamiento del Congreso en 2021), lo que permite la promulgación de leyes de seguridad, pero frena los avances progresistas (por ejemplo, el aborto y las pensiones). La derrota de la izquierda debilita a los comunistas y fortalece a la centroderecha.

A nivel regional/global: Kast se alinea con Trump y Milei (intervención proestadounidense en Venezuela), lo que tensa las relaciones con los países vecinos de izquierda (Bolivia y Venezuela).

La victoria de Jara fortalece los remanentes de la “marea rosa”. El acuerdo comercial UE-Chile (2025) prospera en un entorno de estabilidad, pero la polarización podría obstaculizar el suministro de minerales críticos (litio para vehículos eléctricos).

Estas elecciones podrían poner fin al “experimento progresista” de Boric, dando lugar a un giro a la derecha que prioriza la seguridad y los mercados sobre la equidad, reflejando el auge conservador que se prevé en Latinoamérica para 2025.

La probable ventaja de Kast (mediante la consolidación en la segunda vuelta) ofrece estabilidad a corto plazo, pero a largo plazo conlleva el riesgo de una mayor polarización, similar a la de la década de 1970 que dio origen a Pinochet.

Una victoria inesperada de Jara desafiaría todos los pronósticos, pero perpetuaría el estancamiento y alienaría a los moderados. En última instancia, el voto obligatorio amplifica la desilusión (el 60% rechaza a los partidos), exigiendo un consenso postelectoral sobre desigualdad y delincuencia para evitar una crisis.

La elección de Chile: ¿un reinicio pragmático o extremos arraigados? El ganador heredará una nación resiliente pero fracturada; el éxito dependerá de superar la división de 2019.

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