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El 3 de noviembre de 2025, una onda tropical activa, combinada con una vaguada persistente en la troposfera superior, continuó afectando a la República Dominicana, provocando lluvias intensas, tormentas eléctricas y fuertes vientos.
Este sistema llegó rápidamente desde el oeste a finales del 2 de noviembre y persistió hasta la madrugada del 3 de noviembre, agravando las condiciones tras la saturación causada por la tormenta tropical Melissa a finales de octubre.

Aproximadamente a la 1:26 a. m. del 3 de noviembre (hora local, correspondiente a la madrugada del lunes), la onda se encontraba centrada sobre el territorio nacional, lo que ocasionó aguaceros generalizados, particularmente a lo largo de la costa caribeña, el noreste, el sureste, la región central, el valle del Cibao, la Cordillera Central y las zonas fronterizas.
Los informes oficiales del Instituto Dominicano de Meteorología (Indomet) destacaron la elevada humedad e inestabilidad, con la mayor actividad observada en provincias como Santo Domingo, La Altagracia, La Romana, San Pedro de Macorís, El Seibo, Hato Mayor, Monte Plata, Samaná, María Trinidad Sánchez, Duarte, Sánchez Ramírez, Monseñor Nouel, San Cristóbal, Peravia, Azua, Santiago, La Vega y provincias fronterizas como Dajabón, Elías Piña, Independencia y Bahoruco.
Este evento no fue clasificado como tormenta con nombre, pero se comportó como una perturbación potente, con imágenes de radar y satélite que mostraron convección organizada y bandas de lluvia de moderadas a fuertes desplazándose hacia el oeste.
La precipitación acumulada entre el 2 y principios del 3 de noviembre alcanzó entre 10 y 20 centímetros en las zonas vulnerables, sumándose a los 25 a 38 centímetros de sistemas anteriores.
La onda tropical azotó un paisaje ya saturado de agua, intensificando los riesgos en zonas urbanas, rurales y montañosas. Los principales impactos, hasta la madrugada del 3 de noviembre, incluían:
Inundaciones: Las inundaciones fueron generalizadas tanto en zonas urbanas como rurales, con calles, viviendas y áreas bajas sumergidas. En el área metropolitana de Santo Domingo, las inundaciones repentinas afectaron a importantes avenidas y barrios.
En provincias del sur como Barahona, los ríos se desbordaron, inundando infraestructura, viviendas y diques. Videos grabados en el lugar mostraban vehículos atascados en aguas profundas y residentes caminando con el agua hasta las rodillas.
Deslizamientos de tierra y erosión: En las laderas de la Cordillera Central y el sureste (por ejemplo, El Seibo, Hato Mayor) se registraron deslizamientos menores que bloquearon caminos secundarios y amenazaron campos agrícolas. Hasta la 1:26 a. m. no se habían reportado derrumbes estructurales importantes, pero Indomet advirtió sobre un mayor riesgo en terrenos deforestados o escarpados.
Interrupciones en la infraestructura: Los cortes de energía afectaron a miles de personas en las provincias costeras y centrales debido a tormentas eléctricas con ráfagas de viento (de hasta 40-50 km/h).
Los problemas de abastecimiento de agua persistieron tras el paso del tifón Melissa, y más de un millón de personas que ya se habían visto afectadas ahora enfrentan una escasez agravada por la inundación de las plantas de tratamiento. Los aeropuertos de Punta Cana y La Romana reportaron retrasos, aunque los principales vuelos internacionales continuaron operando.
Población afectada: Aproximadamente 500.000 residentes en zonas de alerta estuvieron en riesgo, incluyendo asentamientos informales en Santo Domingo y Samaná. En zonas turísticas como Bávaro-Punta Cana se registró erosión costera y se emitieron avisos a los hoteles para que evitaran actividades en interiores, pero no se produjeron evacuaciones masivas.

La llegada de la ola —apenas unos días después del huracán Melissa— provocó efectos en cadena, poniendo de manifiesto la vulnerabilidad de las zonas propensas a desastres:
Impacto humano y económico: Hasta el 3 de noviembre no se habían reportado víctimas mortales, pero decenas de heridos por resbalones en zonas inundadas y accidentes relacionados con el viento.
Las pérdidas económicas se estimaron inicialmente entre 5 y 10 millones de dólares, principalmente por daños a la agricultura (por ejemplo, tierras de cultivo inundadas en Sánchez Ramírez) y reparaciones de infraestructura. El turismo disminuyó entre un 10 % y un 15 % en los centros turísticos afectados, con un fuerte aumento de las cancelaciones.
Impacto ambiental: La saturación del suelo incrementó el riesgo de erosión, con la posible contaminación de los cursos de agua y el impacto en los arrecifes de coral de la costa noreste. La biodiversidad en parques nacionales como Los Haitises sufrió inundaciones temporales.
Consecuencias sociales y sanitarias: El hacinamiento en los refugios, que albergaban a más de 2000 personas tras alertas previas, sobrecargó los recursos y generó preocupación por enfermedades transmitidas por el agua, como la leptospirosis. Las comunidades fronterizas con Haití sufrieron retrasos en la ayuda transfronteriza debido a las inundaciones que afectaron a ambas regiones.
Impacto regional más amplio: El sistema intensificó las precipitaciones en Haití (entre 15 y 30 cm), lo que puso a prueba los ya frágiles esfuerzos de recuperación en el país, y contribuyó a una perturbación mayor en el Caribe occidental, aumentando las probabilidades de desarrollo de bajo nivel (entre un 10 % y un 20 %), según las previsiones del Centro Nacional de Huracanes (NHC).
Este evento de onda tropical pone de manifiesto la vulnerabilidad de la República Dominicana al final de la temporada, con octubre-noviembre de 2025 marcando uno de los períodos más lluviosos registrados debido a sistemas consecutivos como Melissa.
Si bien no fue catastrófico, evidenció deficiencias en la infraestructura de drenaje y la difusión de alertas tempranas, particularmente en las periferias urbanas.
Indomet y el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) mantuvieron las alertas de manera efectiva: 8 provincias y el Distrito Nacional en amarillo (vigilancia elevada), 14 en verde (preparación), evitando así consecuencias peores.
Sin embargo, los expertos recomiendan intensificar la reforestación y la planificación urbana resiliente para mitigar futuras “trenes de ondas”.
A medida que las condiciones mejoraron hacia el mediodía del 3 de noviembre, con el desplazamiento de la onda hacia el oeste, se instó a los residentes a:
Evitar las carreteras inundadas y mantenerse al tanto de las actualizaciones del COE.
Proteger sus propiedades contra las lluvias posteriores (que se esperaba que disminuyeran para el 4 de noviembre).
Apoyar la recuperación a través de ONG locales para los agricultores afectados.
A largo plazo, esto refuerza la necesidad de estrategias de adaptación al cambio climático, ya que la temporada de tormentas con nombre de la NOAA, superior a la media para 2025 (entre 13 y 19 tormentas), persiste hasta finales de noviembre.

