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El domingo 2 de noviembre de 2025, Estados Unidos experimenta un patrón climático otoñal de transición, fuertemente influenciado por el desarrollo del fenómeno de La Niña y una alteración temprana del vórtice polar.
Esto ha provocado temperaturas inferiores a la media en gran parte del Medio Oeste, los Grandes Lagos y el este del país, con precipitaciones por debajo de lo normal en la mayoría de las regiones, excepto en las Grandes Llanuras y el Noroeste del Pacífico.
Los efectos persistentes de eventos extremos ocurridos a principios de 2025, como huracanes e inundaciones repentinas, siguen condicionando las labores de recuperación, mientras que el riesgo de tiempo severo se mantiene bajo, aunque presente en zonas aisladas.
Los pronósticos indican la entrada de aire frío en el noreste, lo que podría provocar mínimas nocturnas cercanas a la congelación, además de vientos fuertes y un aumento de la probabilidad de lluvia en Hawái debido a la aproximación de un frente frío.
Los impactos inmediatos y continuos de esta situación climática son multifacéticos y afectan la infraestructura, la salud pública y la vida cotidiana:
Riesgos de temperaturas y olas de frío: En el oeste de Estados Unidos persisten temperaturas superiores a lo normal, pero un frente frío está provocando un descenso de las temperaturas en el Medio Oeste y la región de los Grandes Lagos, con una intensificación prevista hasta noviembre.
En el este de Estados Unidos, las temperaturas nocturnas podrían descender cerca del punto de congelación, lo que supone riesgos para la agricultura, las actividades al aire libre y las poblaciones vulnerables, como las personas mayores y las personas sin hogar. Esto coincide con las perturbaciones del vórtice polar, que se pronostican que extenderán el clima frío hasta el invierno de 2025-2026 en Estados Unidos y Canadá.
Precipitaciones y sequías: Gran parte del territorio continental de Estados Unidos (desde California hasta Florida y hasta Maine) registra precipitaciones inferiores a la media, lo que agrava la sequía en el suroeste y aumenta el riesgo de incendios forestales a finales de otoño.
Por el contrario, las Grandes Llanuras y el noroeste del Pacífico tienen mayores probabilidades de precipitaciones, lo que podría provocar inundaciones localizadas. En Hawái, los fuertes vientos y la lluvia del frente entrante podrían interrumpir los viajes y afectar las zonas costeras.
Consecuencias persistentes de la tormenta: El sur de los Apalaches continúa recuperándose del huracán Helene (a principios de 2025), que causó más de 200 muertes —la mayor cantidad provocada por un huracán en la parte continental de EE. UU. desde Katrina en 2005—, además de inundaciones históricas, deslizamientos de tierra, cortes de energía e interrupciones en la telefonía celular que duraron meses.
Las inundaciones repentinas en el área metropolitana de Milwaukee en agosto de 2025 provocaron cortes de energía, inundaciones en sótanos y la cancelación de eventos, con repercusiones socioeconómicas que aún se sienten. La continua actividad de tornados y tormentas severas en 2025 ha puesto a prueba los recursos de emergencia en las Grandes Llanuras y el Medio Oeste.
Vulnerabilidades sociales: El clima extremo afecta de manera desproporcionada a las comunidades de bajos ingresos y socialmente vulnerables, agravando los riesgos para la salud derivados de la exposición al frío, el moho en viviendas dañadas por las inundaciones y la interrupción del acceso al agua potable y a los servicios públicos.
Estos patrones climáticos y eventos residuales tienen importantes consecuencias a corto y largo plazo para Estados Unidos:
Presión económica y de infraestructura: Las fallas en la infraestructura de agua y electricidad derivadas de inundaciones anteriores han provocado cortes de energía prolongados y costos de reparación que superan los miles de millones de dólares, retrasando la recuperación económica en regiones afectadas como los Apalaches. La sequía en el oeste amenaza las cosechas y el suministro de agua, lo que podría elevar los precios de los alimentos y la demanda de energía para calefacción ante la llegada de olas de frío.
Salud y seguridad pública: Las más de 200 muertes causadas por Helene ponen de manifiesto el impacto mortal de las tormentas intensificadas bajo la influencia de La Niña, que favorece la formación de más huracanes en el Atlántico al final de la temporada.
Los frentes fríos aumentan el riesgo de hipotermia, mientras que las condiciones secas agravan los problemas respiratorios debido a la mala calidad del aire. Los grupos vulnerables se enfrentan a un mayor desplazamiento, y las investigaciones demuestran que los eventos extremos exacerban la desigualdad.
Repercusiones ambientales y climáticas generales: La temprana alteración del vórtice polar presagia un invierno inestable, que podría agravar la erosión del suelo debido a las precipitaciones irregulares y afectar a ecosistemas ya perjudicados por los brotes de tornados de 2025.
A nivel mundial, estos eventos contribuyen a una tendencia creciente de fenómenos meteorológicos extremos, como documentan informes recientes de la OMM, que vinculan los incidentes en Estados Unidos con una mayor inestabilidad climática.
La situación climática del 2 de noviembre de 2025 pone de relieve la creciente convergencia entre la variabilidad climática estacional y el cambio climático a largo plazo.
El fenómeno de La Niña intensifica los riesgos de frío y tormentas, mientras que desastres pasados como el huracán Helene exponen vulnerabilidades sistémicas.
Entre las principales conclusiones se encuentra la urgente necesidad de invertir en infraestructura resiliente —como redes eléctricas modernizadas y barreras contra inundaciones— para mitigar los efectos en cadena.
Los responsables políticos deben priorizar la equidad en la respuesta ante desastres, dirigiendo la ayuda a las zonas socialmente vulnerables para reducir los daños desproporcionados.
Como aspecto positivo, la actividad de huracanes por debajo del promedio a principios de otoño ofrece un breve respiro, pero es fundamental prepararse para un invierno adverso.
En general, estos patrones refuerzan la necesidad de reducir drásticamente las emisiones para disminuir la frecuencia y la gravedad de estos eventos, ya que el calentamiento descontrolado sigue alimentando fenómenos extremos más impredecibles y costosos

