Juan Bosch, en esta obra publicada en 1970 (con ediciones posteriores), presenta una tesis central: el Caribe ha sido durante cinco siglos (1492-1959 y más allá) una “frontera imperial móvil y ardiente”, disputada por potencias europeas (España, Inglaterra, Francia, Holanda, etc.) y Estados Unidos.
Esta condición geopolítica explica la violencia perpetua, la fragmentación territorial, lingüística y cultural, la explotación económica (azúcar, esclavos, recursos) y las resistencias locales (indígenas, cimarrones, revoluciones como la haitiana de 1804 y la cubana de 1959).

Entre las conclusiones clave:
Ausencia de paz estructural: El Caribe no conocerá estabilidad mientras persistan las rivalidades imperiales, que priorizan la acumulación de capital sobre el desarrollo local.
Debilidad española como origen del caos: España llegó sin “sustancia imperial” (falta de burguesía y organización), permitiendo invasiones y tratados (Utrecht 1713, París 1763) que balcanizaron la región.
Triple lucha histórica: Imperios vs. pueblos locales por recursos; rivalidades interimperiales; y luchas internas por libertad, culminando en revoluciones como símbolos de agencia subalterna (Haití y Cuba como quiebres).
Rol de EE.UU. como último imperio: Intervenciones (1898, 1916 en RD, 1965) redefinen la frontera vía bases, dólares y balas, pero la Revolución Cubana (Playa Girón 1961) inicia una “nueva etapa” de resistencia antiimperialista.
Llamado a la unidad: Urge una visión “pancaribeña” para superar la “amputación” histórica y lograr soberanía, integrando Antillas, costas continentales y Yucatán.
El libro cierra optimista pero trágico: solo la eliminación imperial traerá paz, con Castro como faro de liberación.
Impacto histórico y académico
Parteaguas historiográfico: Rompió con narrativas fragmentadas (por isla/idioma), proponiendo una historia unificada del “Gran Caribe” como unidad geohistrórica. Comparado con From Columbus to Castro de Eric Williams (similitudes en cronología y anticolonialismo; diferencias: Bosch más geopolítico y psicológico).
Influencia duradera: A 50 años (2021), es “clásico caribeño”, inspirando estudios (Max Puig, Matías Bosch), cine (René Fortunato) y pensamiento político regional. Fomenta análisis interdisciplinarios (geopolítica, marxismo ecléctico, Annales).
Recepción: Elogiado por accesibilidad (escrito en 18 meses en exilio), militancia y ruptura eurocéntrica, aunque criticado por “descuido metodológico” (fuentes secundarias, psicologismo).
Consecuencias y legado
Políticas: Reforzó la conciencia antiimperial en el Tercer Mundo durante la Guerra Fría; influyó en Bosch (exiliado, presidente RD 1963) y movimientos integracionistas (CARICOM, Petrocaribe).
Actuales: Explica dominaciones modernas (bloqueos a Cuba/Venezuela, bases EE.UU., crisis haitiana).
Consecuencias prácticas: Estimula descolonización epistemológica, unidad regional y resistencia a neoliberalismo/geoeconomía imperial.
Culturales: Naturaliza identidades criollas como producto de violencia, promoviendo “Caribe Nuestro” contra racismo y dependencia

En resumen, el libro no solo reinterpretó el pasado caribeño, sino que moldeó su futuro como espacio de lucha emancipadora, vigente en 2025 ante persistentes tensiones imperiales.

