Daniel Toribio dice sectores económicos desconfían del gobierno y la gente quiere ver resultados
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El 30 de octubre de 2025, el presidente Donald Trump anunció a través de Truth Social que había instruido al Pentágono (al que se refería como el “Departamento de Guerra” en su publicación) para que reanudara “inmediatamente” las pruebas de armas nucleares estadounidenses “en igualdad de condiciones” con Rusia y China, citando sus “programas de pruebas” como justificación.
Esta es la primera directiva de este tipo desde que Estados Unidos impuso una moratoria voluntaria a las pruebas nucleares explosivas en 1992, poniendo fin a una pausa de 33 años.
El anuncio se realizó a bordo del Marine One, minutos antes de la reunión de Trump con el presidente chino Xi Jinping en Busan, Corea del Sur, en el marco de las conversaciones comerciales y de seguridad en curso.
Trump no especificó si las pruebas consistirían en detonaciones explosivas o en pruebas de vuelo no explosivas de sistemas con capacidad nuclear, ni las ubicaciones (probablemente el Sitio de Pruebas de Nevada para explosiones subterráneas).
Los expertos estiman que se necesitarían entre 18 y 36 meses para preparar las pruebas explosivas subterráneas completas, lo que requeriría la reactivación de la infraestructura, financiación del Congreso y evaluaciones ambientales.
Estados Unidos mantiene aproximadamente 5225 ojivas nucleares (solo superado por las 5580 de Rusia), mientras que el arsenal chino se ha duplicado hasta alcanzar unas 600 desde 2020 y se prevé que supere las 1000 para 2030.
Entre los factores desencadenantes recientes se incluyen las pruebas rusas de sistemas de propulsión nuclear, como el misil de crucero Burevestnik y el torpedo Poseidón (con componentes nucleares no explosivos), previstas para octubre de 2025, y las demostraciones chinas de misiles balísticos intercontinentales (ICBM). Ninguna potencia importante ha realizado una prueba nuclear explosiva desde la de China en 1996 (excepto Corea del Norte en 2017).
La orden ha generado repercusiones inmediatas en diversos ámbitos, aunque, al tratarse de una noticia de última hora (anunciada hace unas horas), sus efectos completos aún se están manifestando.
Los defensores del control de armas advierten que esto podría desencadenar una reacción en cadena de reanudación de las pruebas nucleares por parte de adversarios, desbaratando la moratoria global y el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), que Estados Unidos ayudó a establecer en 1968.
Rusia ha indicado que tomaría represalias si Estados Unidos rompe la pausa, lo que podría implicar la realización de pruebas de sus propias ojivas por primera vez desde 1990. China, que ya está modernizando su tríada (lanzamiento terrestre, marítimo y aéreo), considera la medida desestabilizadora y ha instado a Estados Unidos a “mantener su compromiso” con la moratoria.
Emitida antes de la reunión con Xi Jinping, se interpreta como una táctica de presión en las negociaciones comerciales y de seguridad, lo que podría endurecer la postura china sobre los aranceles y Taiwán.
Aliados como Japón y Corea del Sur (donde Trump también respaldó la transferencia de tecnología de submarinos nucleares) expresan inquietud por la inestabilidad regional cerca de Corea del Norte.
Los socios europeos de la OTAN temen que esto erosione la credibilidad de Estados Unidos en materia de no proliferación, lo que complicaría los esfuerzos contra el programa iraní. India y Pakistán, rivales nucleares del sur de Asia, podrían acelerar sus propios desarrollos.
Republicanos como el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, lo celebran como “paz mediante la fuerza” y un elemento disuasorio contra el ascenso de China.
Los demócratas, liderados por la representante de Nevada, Dina Titus, prometen bloquear la legislación, citando riesgos de repercusiones locales. La opinión pública sobre la orden X tiende al alarmismo, con usuarios que la califican de “imprudente” o que evocan simulacros de ataque nuclear de la Guerra Fría.
El vicealmirante Richard Correll, nominado al Comando Estratégico de Estados Unidos, testificó sobre la confianza en las reservas nucleares mediante simulaciones (sin necesidad de pruebas), pero la orden podría impulsar la financiación para la modernización.
La reanudación de las pruebas en Nevada liberaría radiación, similar a la lluvia radiactiva de las décadas de 1950 a 1990 que causó cáncer en las personas afectadas por la lluvia radiactiva (por ejemplo, residentes de Utah y Nevada).
Las explosiones subterráneas minimizan los efectos en la superficie, pero conllevan el riesgo de contaminación de las aguas subterráneas; se anticipan demandas por parte de grupos indígenas y ambientalistas. Podrían surgir preocupaciones atmosféricas globales si se intensifican las pruebas.
Repercusiones diplomáticas, incluyendo tensiones en las conversaciones entre EE. UU. y China y contramedidas rusas (por ejemplo, más simulacros). Debates en el Congreso sobre los miles de millones de dólares en costos de preparación; posibles críticas a la impulsividad de Trump que cuestionan la 25.ª Enmienda.
Es posible que los mercados bursátiles experimenten volatilidad en los sectores de defensa (al alza) y en los mercados globales (a la baja por temor a una escalada).
A medio plazo (1-3 años): de De implementarse, verificaría la fiabilidad de las ojivas, pero aceleraría una nueva carrera armamentística, con la posibilidad de que China y Rusia detonaran dispositivos, erosionando el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (que EE. UU. firmó pero no ratificó). El TNP podría fracturarse, envalentonando a proliferadores como Irán o Arabia Saudí.
A largo plazo: Aumentaría el riesgo de accidentes nucleares en un mundo multipolar; las conversaciones de desnuclearización de Trump con Rusia y China se volverían irónicas o insostenibles. La contaminación ambiental persistiría durante generaciones
La orden de Trump encarna su doctrina de “Estados Unidos Primero” —proyectar poderío frente a los avances de sus rivales—, pero conlleva el riesgo de la inestabilidad que pretende prevenir, pudiendo desencadenar una carrera nuclear en el siglo XXI sin claras ventajas estratégicas (las simulaciones estadounidenses ya garantizan la viabilidad del arsenal).
Expertos de diversas ideologías la consideran “extraordinariamente desestabilizadora” y “mal informada”, e instan a su revocación para preservar el tabú de las pruebas nucleares establecido tras la Guerra Fría.
A medida que se desarrollan las consecuencias, se pone de manifiesto la fragilidad de la moderación nuclear: un tuit podría desencadenar un peligro global.
De ejecutarse, podría consolidar la superioridad estadounidense a corto plazo, pero abrir la puerta a la proliferación a largo plazo; la diplomacia, no la detonación, sigue siendo el verdadero elemento disuasorio. El debate en tiempo real sobre la posibilidad de realizar pruebas nucleares refleja esta división: sus partidarios ven determinación y sus detractores, un apocalipsis.

