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Al 19 de octubre de 2025, los precios del oro alcanzaron máximos históricos, cotizando el metal entre 4.234 y 4.254 dólares por onza, tras alcanzar un máximo de 4.378,69 dólares por onza el 17 de octubre.
Esto representa un aumento drástico, de más del 56 % en lo que va de año y más del doble de los promedios históricos de hace tan solo unos años.
Entre los factores que impulsan este aumento se encuentran las tensiones geopolíticas, la incertidumbre económica, los recortes previstos de los tipos de interés en EE. UU., las compras de los bancos centrales y la depreciación del dólar. Estos precios elevados tienen un amplio impacto en las economías, los mercados, las industrias, los consumidores y los inversores.
Los altos precios del oro suelen servir como barómetro de la salud económica general, indicando ansiedad en los inversores más que prosperidad.
Cuando aumenta la incertidumbre, debido a factores como la inflación, recesiones o crisis geopolíticas, el oro actúa como un activo refugio, alejando el capital de inversiones más riesgosas como acciones o bonos.
Los precios del oro tienden a subir durante los períodos de alta inflación, preservando el poder adquisitivo a medida que las monedas fiduciarias pierden valor. Esto es particularmente evidente ahora, con la inflación impulsando la demanda en los sectores tecnológico y manufacturero que dependen del oro para la electrónica y los componentes.
Un dólar estadounidense más débil aumenta el atractivo del oro, ya que su precio se cotiza en dólares a nivel mundial. Por el contrario, en economías fuertes, los inversores se inclinan por la renta variable para obtener mayores rendimientos, lo que podría limitar el potencial alcista del oro.
Las tendencias recientes muestran el alza del oro en un contexto de crecimiento del PIB estancado, sostenido en parte por las inversiones en inteligencia artificial, junto con señales de alerta como un endeudamiento marginal récord y el aumento de las pérdidas por hipotecas subprime.
El aumento de los precios puede indicar tensiones subyacentes, como tensiones entre EE. UU. y China o inquietudes en el mercado crediticio, lo que lleva a los bancos centrales a acumular reservas de oro. Esto ha llevado a predicciones de que el oro alcanzará los 5000 dólares por onza para 2026.
A nivel macroeconómico, los precios altos pueden exacerbar la desigualdad: las naciones o los inversores más ricos se benefician de las reservas de oro, mientras que las economías en desarrollo enfrentan mayores costos de importación para las industrias que dependen del oro.
Las empresas mineras de oro están obteniendo enormes ganancias, con costos de producción de entre $1,300 y $1,500 por onza, frente a precios de venta actuales superiores a $4,300. Esto genera márgenes increíbles e incentiva una mayor extracción, lo que podría provocar un exceso de oferta si los precios se mantienen.
Las empresas en regiones como las minas de oro de China están impulsando la producción, lo que contribuye al aumento de precios.
La plata, a menudo correlacionada con el oro, ha experimentado un aumento interanual del 81% a pesar de las recientes caídas, impulsada por la demanda de energía solar, vehículos eléctricos y electrónica en medio de la escasez mundial de oferta. La demanda de platino ha aumentado un 20%, ofreciendo una alternativa más económica para los consumidores.
El atractivo del oro durante la volatilidad puede atraer fondos de la renta variable, lo que podría frenar las subidas de las acciones. Sin embargo, en escenarios de estanflación (crecimiento estancado con inflación), el oro funciona mejor como cobertura contra la recesión y la devaluación de la moneda.
Algunos consideran a Bitcoin como un “oro digital”, pero los altos precios del oro resaltan su ventaja de suministro fijo. A diferencia de Bitcoin, la minería de oro aumenta con el aumento de los precios, lo que podría moderar las ganancias a largo plazo.
Los altos precios afectan duramente a los compradores habituales, especialmente en culturas con un alto nivel de oro durante festivales como Dhanteras, donde el volumen de ventas de joyas puede caer entre un 15 % y un 20 % debido a que los precios alcanzan las ₹134 800 (con GST) por 10 gramos, un aumento interanual del 39 %.
Los compradores están optando por artículos o monedas más ligeros y de menor quilataje como inversión. En el sector tecnológico, el aumento del precio del oro podría elevar los precios de los productos electrónicos, lo que afecta indirectamente a los consumidores.
Paradójicamente, los máximos históricos no están frenando la participación; los compradores primerizos están aumentando, ya que consideran el oro una reserva de valor fiable en medio de la volatilidad del mercado.
Para las carteras, el oro ofrece diversificación sin rentabilidad, pero las fluctuaciones de su precio se deben a la demanda financiera más que al uso industrial. Los inversores institucionales, incluidos los bancos centrales, están comprando, lo que impulsa el repunte.
Se esperan fluctuaciones a corto plazo debido a eventos globales, como las elecciones estadounidenses o las decisiones de la Reserva Federal, pero también una presión alcista a largo plazo por parte de nuevos participantes, como los inversores minoristas y los ETF.
Los gobiernos podrían acelerar la acumulación de reservas de oro, debilitando aún más las monedas fiduciarias. En casos extremos, esto podría presagiar reajustes monetarios o su devaluación.
La minería descontrolada podría agotar los recursos en las regiones productoras, lo que provocaría daños ecológicos o problemas laborales, aunque un aumento de los ingresos podría financiar mejores prácticas.
Si bien beneficia a los tenedores, amplía la brecha de riqueza: quienes poseen oro prosperan, mientras que otros se enfrentan a la erosión de sus ahorros debido a la inflación.
Los altos precios del oro en 2025 reflejan profundas inquietudes globales, lo que posiciona al metal como una excelente cobertura contra la inflación, la recesión y los riesgos geopolíticos.
Benefician a las mineras e inversores, pero suponen una carga para los consumidores y presagian posibles recesiones económicas. De cara al futuro, con pronósticos que apuntan a 5.000 dólares por onza para 2026, el oro sigue siendo una sólida herramienta de diversificación, aunque no exenta de riesgos como la sobreproducción o la transición a alternativas como las criptomonedas.
Los inversores deberían sopesar su papel en las carteras, ya que los máximos sostenidos podrían estabilizar o exacerbar los desequilibrios del mercado, dependiendo de la resolución de las tensiones subyacentes.

