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El 12 de octubre de 2025, el presidente de Madagascar, Andry Rajoelina, emitió un comunicado en el que afirmaba que se estaba produciendo un “intento de toma del poder ilegal y por la fuerza”, tras la deserción de la unidad militar de élite CAPSAT para sumarse a las continuas protestas antigubernamentales.
Soldados en Madagascar rechazan la orden de disparar a manifestantes.
“Son nuestros amigos, hermanos y hermanas” ~ Soldados de Madagascar instan públicamente a sus colegas y a la policía a “ignorar la orden” de disparar a manifestantes mientras miles de miembros de la Generación Z marchan en la capital, insistiendo en la dimisión del presidente.
Las protestas, que comenzaron el 25 de septiembre de 2025, se desencadenaron inicialmente por la escasez generalizada de agua y electricidad, pero rápidamente evolucionaron hacia demandas más amplias: la dimisión de Rajoelina, el fin de la corrupción, la mejora del acceso a la educación y la disolución del Senado y la comisión electoral.
Las protestas en Madagascar se intensifican hasta convertirse en un golpe militar.
Una de las unidades militares que se unió a las protestas exigiendo la renuncia del presidente declaró que las fuerzas armadas del país de 25 millones de habitantes están ahora bajo su mando.
CAPSAT, la misma unidad que apoyó el ascenso de Rajoelina al poder mediante un golpe de Estado en 2009, anunció que había tomado el control de las fuerzas armadas y nombró al general Demosthene Pikulas como nuevo jefe del Estado Mayor, una decisión aceptada por el ministro de las Fuerzas Armadas.
La situación seguía siendo inestable al 13 de octubre de 2025, sin que se registrara violencia generalizada el día del comunicado, pero sí una alta tensión en la capital, Antananarivo.
La declaración del presidente y los acontecimientos que la rodearon han tenido repercusiones multifacéticas en las dimensiones política, social, económica e internacional en Madagascar, una nación de aproximadamente 30 millones de habitantes donde tres cuartas partes viven en la pobreza y la edad promedio es menor de 20 años.
El motín ha puesto de manifiesto profundas divisiones dentro del ejército y el gobierno, lo que representa el desafío más serio al gobierno de Rajoelina desde su controvertida reelección en 2023.
La deserción de CAPSAT y su reivindicación del control militar han provocado la destitución del presidente del Senado (aliado de Rajoelina) y la huida a Mauricio de figuras clave como el ex primer ministro Christian Ntsay y el asesor de Rajoelina, Mamy Ravatomanga.
Esto evoca la historia de inestabilidad política de Madagascar, con múltiples golpes de Estado desde su independencia en 1960, y podría erosionar la confianza en instituciones como la comisión electoral, ya en la mira de los manifestantes por su presunta parcialidad.
Las protestas, lideradas por el grupo sin líderes “Gen Z Madagascar” e inspiradas por movimientos juveniles similares en Kenia, Nepal, Indonesia y Sri Lanka, han movilizado a miles de personas, fomentando un sentimiento de empoderamiento entre los jóvenes frustrados por la pobreza, el desempleo y las fallas de gobernanza.
Sin embargo, los disturbios han tenido un costo humano significativo: las Naciones Unidas reportan al menos 22 muertos y decenas de heridos desde el 25 de septiembre, aunque el gobierno lo niega, afirmando que solo murieron 12 “saqueadores y vándalos”.
Los enfrentamientos han incluido disparos cerca del cuartel CAPSAT, que causaron la muerte de un soldado y heridas a un periodista, lo que ha aumentado el temor a nuevos actos de violencia y ha puesto de relieve problemas como la inflación de los precios de los alimentos y la falta de servicios básicos.
Como uno de los países más pobres del mundo, con un PIB per cápita de aproximadamente 545 dólares y una alta tasa de corrupción (140 de 180 en el índice de Transparencia Internacional), la economía de Madagascar es vulnerable a las perturbaciones.
Las protestas y el motín ya han tenido efectos inmediatos, como la suspensión de los vuelos de Air France entre París y Antananarivo del 11 al 13 de octubre (prorrogada al menos hasta el 14 de octubre) y la suspensión indefinida de los servicios por parte de Emirates debido a preocupaciones de seguridad.
Esto podría afectar gravemente al turismo y al comercio, sectores que dependen de la estabilidad, a la vez que agravaría las tensiones existentes derivadas de las condiciones climáticas extremas que afectan a la agricultura (un motor clave de exportación, como la vainilla y las gemas).
El Banco Mundial proyectó un crecimiento del 4,7 % para 2025, pero la prolongación de los disturbios podría reducir la demanda mundial de exportaciones y frenar la inversión, lo que podría agravar la pobreza y la escasez de servicios públicos que desencadenaron la crisis.
Los acontecimientos han generado alertas de viaje y un mayor escrutinio global. La Embajada de Estados Unidos recomendó a los ciudadanos que se resguardaran en sus hogares ante una situación volátil, mientras que el Reino Unido advirtió contra los viajes no esenciales. Los toques de queda nocturnos en las principales ciudades aumentan la sensación de aislamiento.
Las consecuencias inmediatas de la declaración de Rajoelina incluyen un precario enfrentamiento, con potencial de escalada o resolución mediante el diálogo.
Consecuencias militares y de seguridad: Partes de la gendarmería se han alineado con CAPSAT, prohibiendo el uso de la fuerza contra los ciudadanos y coordinando las operaciones desde la base de CAPSAT. Esto ha creado una división militar de facto, ya que CAPSAT rechaza las órdenes de disparar contra los manifestantes y los escolta a lugares simbólicos como la Plaza del 13 de Mayo.
No se ha confirmado un golpe de Estado completo, pero el nombramiento de Pikulas como jefe del ejército indica un cambio de mando, que podría conducir a arrestos de leales o a más deserciones si persisten los disturbios.
Rajoelina ha hecho un llamamiento a la unidad nacional y al diálogo, y el nuevo primer ministro, Ruphin Fortunat Zafisambo, ha expresado su disposición a negociar con la juventud, los sindicatos y el ejército.
Sin embargo, los manifestantes rechazan concesiones parciales como la destitución del gobierno el 29 de septiembre, considerándolas insuficientes. Si el motín triunfa, podría forzar la dimisión de Rajoelina. Si se suprime, podría conducir a una represión que afiance aún más el autoritarismo.
El aumento de víctimas y heridos sobrecarga la atención médica, mientras que la ONU ha criticado la respuesta violenta de las fuerzas de seguridad a las protestas mayoritariamente pacíficas. Líderes religiosos y figuras de la oposición, incluido el expresidente Marc Ravalomanana, se han unido a las manifestaciones, ampliando el apoyo, pero con el riesgo de polarización.
La Unión Africana ha instado a la moderación a todas las partes, haciendo hincapié en el orden constitucional. Sudáfrica y otras potencias regionales han expresado su preocupación, pero no se han anunciado sanciones ni intervenciones. La suspensión de vuelos podría aislar a la nación insular, complicando la ayuda y la diplomacia.
Esta crisis subraya el ciclo recurrente de inestabilidad de Madagascar, que irónicamente implica que la misma unidad CAPSAT que instaló a Rajoelina en 2009 ahora se vuelve contra él en medio de las demandas de los jóvenes por un cambio sistémico.
La afirmación infundada del presidente sobre un golpe de Estado puede ser una táctica para conseguir apoyo o justificar la represión, pero pone de relieve las quejas genuinas por la pobreza, la corrupción y la mala gestión de los recursos en una nación rica en recursos, pero empobrecida.
A fecha del 13 de octubre, el motín parecía más un motín selectivo que un derrocamiento total, con Pikulas centrándose en restablecer la paz en lugar de la política. Sin un diálogo rápido, la situación corre el riesgo de derivar en un conflicto más amplio, lo que podría descarrilar la recuperación económica y profundizar las divisiones sociales.
Los llamamientos internacionales a la calma sugieren la supervisión en lugar de la intervención, dejando la resolución en manos de los actores nacionales. En última instancia, esto podría empoderar a los movimientos juveniles en toda África, pero no abordar las causas profundas, como la desigualdad, puede perpetuar la inestabilidad.

