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Las causas del aumento del dolar son Altas tasas de interés en Estados Unidos, aumento de demanda interna de dólares y la incertidumbre económica mundial.
La economía de la República Dominicana ha experimentado una notable depreciación del peso dominicano (DOP) frente al dólar estadounidense (USD) a lo largo de 2025, impulsada por factores externos como la persistencia de altas tasas de interés en Estados Unidos, el aumento de la demanda interna de dólares y la incertidumbre económica mundial.

A principios de septiembre de 2025, el tipo de cambio alcanzó un máximo histórico de RD$64.0541 para la venta de USD y RD$63.3624 para la compra, lo que marca una depreciación del 4.6% en poco más de un mes desde los niveles de agosto y una disminución anual del 6.2–6.8% en comparación con septiembre de 2024.
Este aumento ha aumentado las preocupaciones sobre la inflación importada y la estabilidad económica, lo que provocó intervenciones del BCRD y la Junta Monetaria.
El mandato principal del BCRD, como se describe en la Ley Monetaria y Financiera No. 183-02, es mantener la estabilidad de precios y regular el sistema monetario. Para detener o mitigar la apreciación del dólar (depreciación del peso), las autoridades han implementado una combinación de ajustes de política monetaria e intervenciones directas en el mercado.
Las medidas clave incluyen ajustes de la tasa de política monetaria para la estabilidad. El BCRD ha mantenido un ciclo de flexibilización cauteloso para equilibrar el control de la inflación con las presiones cambiarias.
La tasa de política monetaria se mantuvo estable en el 5,75% en julio de 2025 por séptimo mes consecutivo, lo que refleja una perspectiva de inflación favorable (dentro del rango objetivo del 3,0% al 5,0% desde abril de 2023). A principios de año, la tasa se redujo del 6,00% al 5,75% en enero de 2025, con el objetivo de normalizar la política monetaria en un contexto de desaceleración de la inflación (que descendió del 4,3% en junio al 3,5% en julio).
Esta flexibilización busca impulsar el crecimiento económico, al tiempo que se monitorean los diferenciales con las tasas estadounidenses para evitar salidas de capital que agraven la fortaleza del dólar.
Las proyecciones indican un posible recorte adicional de 50 puntos básicos para finales de año, hasta alrededor del 5,25%, suponiendo una política monetaria estadounidense estable.
El BCRD ha utilizado sus reservas internacionales (que alcanzaron máximos históricos en los últimos años) para inyectar liquidez y estabilizar el tipo de cambio. Una acción reciente notable, anunciada alrededor del 11 de septiembre de 2025, implicó que la Junta Monetaria aprobara medidas para frenar el alza del dólar.
Esto incluye intervenciones específicas del BCRD en el mercado cambiario, junto con el impulso a los sectores productivos mediante una inyección de RD$81 millones anunciada en junio de 2025.
Estas medidas buscan frenar la especulación y abordar la mayor demanda de dólares, en particular proveniente de importaciones y remesas.
Para contrarrestar el lastre de la depreciación sobre el crecimiento, el BCRD ha canalizado fondos a sectores productivos, como la agricultura y la manufactura, para mejorar la competitividad de las exportaciones y reducir la dependencia de las importaciones denominadas en dólares.
Esto se suma a esfuerzos anteriores, como el crecimiento económico interanual del 3,1% reportado en mayo de 2025, que ayudó a disipar el pesimismo alimentado por choques externos.
El BCRD publica actualizaciones periódicas sobre los tipos de cambio promedio ponderados (p. ej., RD$59.5460 compra/RD$59.8289 venta al 16 de abril de 2025, válido hasta el 21 de abril) para proporcionar referencias de mercado según el Artículo 59b del Reglamento Cambiario. Las guías prospectivas enfatizan la preservación de la estabilidad macroeconómica, con el compromiso de mantener la inflación dentro de la meta hasta 2026.
Estas medidas están calibradas para evitar alzas bruscas que podrían frenar el crecimiento, dada la posición del peso como la quinta moneda latinoamericana más apreciada frente al dólar estadounidense a principios de 2025, lo que indica una resiliencia subyacente.
Las intervenciones han tenido efectos multifacéticos en la economía dominicana, influyendo en los tipos de cambio, la inflación, el crecimiento y la dinámica sectorial.
Si bien se ha logrado una estabilización a corto plazo, las implicaciones más amplias ponen de relieve las disyuntivas entre estabilidad y crecimiento.
Las intervenciones de septiembre de 2025, incluidas las ventas de dólares estadounidenses respaldadas por reservas, han frenado la depreciación del peso, impidiendo una apreciación más pronunciada por encima de los RD$64 por dólar estadounidense.
Los patrones históricos muestran una depreciación anual del 3-5%, y los niveles actuales (4.3% desde diciembre de 2024) se mantienen dentro de lo esperado.
Esto ha restablecido cierta confianza del mercado, como lo demuestra la relativa fortaleza del peso en la región. Sin embargo, sin recortes sostenidos de las tasas de interés en EE. UU., podrían ser necesarias nuevas intervenciones, lo que podría agotar las reservas si la demanda persiste.
Al mantener los diferenciales de tasas con EE. UU. (que se proyecta se moderarán al 2,25 % en 2025 desde el 1,50 % en 2024), las medidas han ayudado a controlar la inflación. La tasa del 3,5 % de julio de 2025 marca un retorno a la banda objetivo, por debajo de las presiones previas.
La flexibilización de la política monetaria respalda esto al evitar choques contractivos, aunque la inflación importada derivada de un dólar más fuerte (por ejemplo, en el petróleo y los alimentos) sigue siendo un riesgo.
Los economistas señalan que el efecto de la depreciación en los precios es “infundado” para la estabilidad a corto y mediano plazo, ya que los déficits se mantienen sostenibles.
La inyección de RD$81 millones en junio de 2025 contribuyó al crecimiento del 3,1 % en mayo, estabilizando la economía en medio de la desaceleración mundial.
En general, se prevé un crecimiento del PIB del 5,0 % para 2025 (frente al 4,9 % de 2024), impulsado por el turismo, las remesas y la inversión extranjera directa (IED). La depreciación del peso mejora la competitividad de las exportaciones (por ejemplo, la manufactura en zonas francas), abaratando los productos dominicanos en el extranjero y fomentando el empleo en turismo y servicios. Sin embargo, incrementa los costos para sectores dependientes del dólar, como la aviación y las importaciones, lo que podría frenar el gasto de los consumidores.
La estabilidad de los tipos de interés y las intervenciones han reducido ligeramente el déficit por cuenta corriente (del 3,4 % del PIB en 2024 al 3,3 % en 2025), financiado por una fuerte IED y remesas. Esto ha reforzado las reservas y reducido la especulación, pero los altos tipos de interés en EE. UU. siguen presionando los flujos de capital. Se espera que el déficit fiscal se reduzca al 3,2 % del PIB en 2025 mediante recortes del gasto, lo que contribuirá a la estabilidad general.
Si bien son eficaces a corto plazo, las medidas conllevan consecuencias tanto positivas como negativas, en particular para los hogares, las empresas y la sostenibilidad a largo plazo.
Un peso moderadamente depreciado impulsa las exportaciones y el turismo (impulsores clave del PIB), posicionando a la República Dominicana como un centro de manufactura y servicios para el mercado estadounidense.
Las remesas (resilienciadas en niveles elevados) y las entradas de IED han financiado la cuenta corriente, respaldando un crecimiento promedio del 4,7% al 4,9% hasta 2026.
Las intervenciones han evitado una crisis como las de las economías vecinas, manteniendo a la República Dominicana como la segunda economía de más rápido crecimiento de América Latina, después de Guyana. El control de la inflación preserva el poder adquisitivo y el uso de las reservas garantiza una depreciación ordenada.
La apreciación del dólar ha afectado negativamente el bolsillo de los dominicanos, aumentando el costo de los bienes importados (por ejemplo, alimentos, combustible), productos electrónicos y servicios como los viajes aéreos.
Con la tasa de interés en RD$64, los gastos diarios han aumentado, lo que exacerba la desigualdad para las familias de bajos ingresos que dependen de las remesas. La opinión pública refleja preocupación, con llamados a que el aumento “no continúe así”.
Los importadores y las empresas con deuda en dólares enfrentan mayores costos, lo que podría generar un traspaso de precios y una reducción de la inversión. Sectores como el inmobiliario y el comercio minorista, sensibles a la volatilidad cambiaria, podrían experimentar una desaceleración de su expansión.
Si las intervenciones agotan excesivamente las reservas, la flexibilidad futura podría verse limitada.
La prolongación de las altas tasas de interés en EE. UU. podría forzar una mayor flexibilización, ampliando el déficit por cuenta corriente y arriesgando picos de inflación importada. Las restricciones fiscales (por ejemplo, los recortes del gasto) podrían frenar el crecimiento si no se equilibran con reformas.
Las medidas del BCRD han moderado con éxito el alza del dólar, fomentando la estabilidad a corto plazo y apoyando un crecimiento robusto en medio de vientos externos en contra.
Al combinar la estabilidad de la tasa, las intervenciones de reservas y el apoyo a la liquidez, las autoridades han mantenido la fortaleza regional del peso y la inflación dentro del objetivo, evitando una crisis más profunda.
Sin embargo, las consecuencias como los elevados costos de importación subrayan la necesidad de reformas estructurales para reducir la dependencia del dólar, como la diversificación de las exportaciones y el fortalecimiento de la disciplina fiscal.
De cara al futuro, el éxito sostenido depende de la normalización de la política monetaria estadounidense y de los esfuerzos internos para impulsar la productividad.
Si la depreciación supera el 5% anual sin compensaciones, podría erosionar la confianza del consumidor y el crecimiento; por el contrario, la gestión prudente posiciona a la República Dominicana para una expansión promedio del 4,9% hasta 2026, reforzando su dinamismo económico en América Latina. Los economistas enfatizan que, si bien los riesgos son manejables, la vigilancia ante las incertidumbres globales sigue siendo esencial.

