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El 11 de septiembre de 2025, estalló un violento enfrentamiento entre grupos de hinchas organizados antes del partido de vuelta de los cuartos de final de la Copa do Brasil entre Botafogo y Vasco da Gama en el Estádio Nilton Santos en Río de Janeiro, Brasil.
El enfrentamiento ocurrió cerca de la estación de tren Oswaldo Cruz en la Zona Norte de Río, un punto de tránsito común para los hinchas que se dirigían al estadio.
Lo que comenzó como una pelea escaló a disparos, resultando en la muerte de al menos un hincha del Vasco da Gama y heridas a varios otros.
Contrariamente a los informes iniciales que sugerían un choque de rivalidad directa entre los hinchas de Botafogo y Vasco (que históricamente han mantenido una alianza informal contra rivales comunes como Flamengo), la evidencia emergente y las discusiones en redes sociales apuntan a la participación del grupo de hinchas organizados de Flamengo, Jovem Fla, en lo que parece haber sido una emboscada o provocación de terceros.
Este incidente pone de relieve los problemas actuales de violencia entre aficionados en el fútbol brasileño, especialmente en los derbis de alto riesgo.
El tiroteo interrumpió los preparativos del partido, programado para las 21:30 hora de Brasilia (00:30 UTC del 12 de septiembre). Un aficionado del Vasco recibió un disparo mortal en la cabeza, y se informó de otros tres aficionados del Vasco heridos por disparos.
Vídeos que circulaban en X (anteriormente Twitter) capturaron el caos, mostrando a los aficionados dispersándose en medio de los disparos, con sangre visible en el lugar. Testigos presenciales describieron una emboscada organizada, y algunas publicaciones afirmaban que los atacantes utilizaron disparos precisos para atacar a las víctimas.
La zona de Oswaldo Cruz, un corredor clave para miles de aficionados, se convirtió en un foco de caos. La intervención policial generó más tensión, incluyendo el uso de balas de goma en incidentes relacionados. Se esperaba una asistencia de alrededor de 15.000 personas, pero se obligó a un aforo parcial del estadio por motivos de seguridad.
Los aficionados habituales, incluyendo familias con niños, expresaron temor y alivio por las medidas de seguridad reforzadas. Los jugadores del Vasco dedicaron su calentamiento previo al partido a la víctima, luciendo brazaletes negros, mientras que el Botafogo instó a la afición a mostrar solidaridad durante el himno nacional.
Los aficionados expresaron su indignación en redes sociales, algunos negando la implicación directa del Botafogo y culpando a la afición del Flamengo.
El partido se desarrolló según lo previsto, pero con una tensión elevada, terminando en un empate 1-1 con la clasificación del Vasco en los penaltis (5-3). Sin embargo, la violencia eclipsó el evento deportivo, centrando la atención nacional en los problemas de seguridad en lugar de en lo ocurrido en el campo.
El Ministerio Público de Río de Janeiro (MP-RJ) inició una investigación sobre los tiroteos. Publicaciones en X destacaron la rápida liberación de presuntos miembros de Jovem Fla, lo que generó acusaciones de indulgencia y exigió responsabilidades.
La policía está revisando las grabaciones de vigilancia y los vídeos de los aficionados para identificar a los autores. De confirmarse, esto podría llevar a arrestos, la prohibición de entrada a los estadios a los grupos de aficionados involucrados y posibles cargos de homicidio e intento de asesinato.
El contexto histórico muestra que la Força Jovem Vasco (el principal grupo organizado del Vasco, fundado en 1981) y la Torcida Jovem Botafogo han colaborado contra sus rivales desde la década de 1990, lo que convierte la participación de terceros (por ejemplo, del Flamengo) en un foco de escrutinio.
La Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), entidad que supervisa la Copa do Brasil, está evaluando protocolos de seguridad adicionales para futuros partidos en el Nilton Santos y estadios similares. Esto incluye una vigilancia más estricta de puntos de tránsito como el Oswaldo Cruz y posibles multas o deducciones de puntos para los clubes si la violencia de los aficionados se considera prevenible.
El fútbol brasileño en general ha visto un aumento en las peticiones de prohibir las torcidas organizadas durante partidos de alto riesgo, lo que recuerda incidentes pasados como el apuñalamiento mortal de un aficionado del Flamengo en 2013 antes de un partido del Vasco.
Familias y aficionados neutrales exigieron sanciones más severas, enfatizando el riesgo para los niños y los transeúntes. Las redes sociales intensificaron las divisiones, con los aficionados del Vasco y del Botafogo uniéndose en la condena, acusando a los aficionados del Flamengo de provocación.
Esto podría tensar las relaciones entre los clubes de la rivalidad de los “Cuatro Grandes” en Río (Flamengo, Fluminense, Botafogo, Vasco), lo que podría derivar en represalias en próximos encuentros, como el Vasco vs. Flamengo programado para el 21 de septiembre de 2025.
Los líderes comunitarios de la Zona Norte de Río, que ya lidian con la violencia causada por las operaciones policiales y las favelas cercanas, expresaron su frustración por las interrupciones relacionadas con el fútbol que exacerban las tensiones locales.
La cadena nacional Globo fue criticada por minimizar el papel del Flamengo en la cobertura, y los aficionados acusaron información sesgada. El incidente fue tendencia en X con etiquetas como #CidadeAlertaRJ, lo que alimentó debates sobre la responsabilidad de los medios y la cultura de la afición. A nivel internacional, se comparó con el vandalismo en el fútbol europeo, empañando la imagen de Brasil como sede de eventos como las eliminatorias para la Copa Mundial de la FIFA 2026.
En términos económicos, los clubes podrían enfrentar costos indirectos por pérdida de ventas de entradas, dudas sobre patrocinios y honorarios legales, aunque no se informaron cifras específicas al 12 de septiembre de 2025.
Este tiroteo sirve como un duro recordatorio de los profundos problemas con las torcidas organizadas en el fútbol brasileño, donde la pasión a menudo se convierte en violencia letal.
A pesar de la condición de “hermanos” del Vasco y el Botafogo —arraigados en sus raíces obreras y su historia antiélite—, la participación de agitadores externos como Jovem Fla subraya cómo las rivalidades pueden explotarse para incitar el caos.
La muerte de un aficionado y las lesiones ponen de relieve el coste humano, lo que provoca peticiones urgentes de reforma: un mayor intercambio de inteligencia entre la policía y los clubes, formación obligatoria para la distensión de los grupos de aficionados y, quizás, la suspensión temporal de la presencia de aficionados visitantes en los derbis.
Como nota positiva, la respuesta unificada de los aficionados del Vasco y el Botafogo demuestra el potencial de una solidaridad cruzada contra el extremismo.
Sin embargo, sin cambios sistémicos —como leyes de armas más estrictas en los puntos de tránsito y la rendición de cuentas por los sospechosos liberados—, el ciclo de violencia corre el riesgo de intensificarse, especialmente con la temporada de la Serie A brasileña en marcha y la inminente llegada de torneos internacionales.
Las autoridades y la CBF deben actuar con decisión para prevenir futuras tragedias y garantizar que el fútbol siga siendo motivo de alegría y no de luto. Como bien señaló una publicación de X, «Paz en los estadios» no es solo un eslogan, sino una necesidad para la supervivencia del deporte en Brasil.

