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Las elecciones de hoy en Bolivia, según la visión global

Especial para los seguidores de codigopostalrd.net

El proceso electoral en Bolivia del 17 de agosto de 2025 marca un momento crucial para el país, con importantes implicaciones para su trayectoria política, económica y geopolítica.

Bolivia ha sido gobernada por el Movimiento al Socialismo (MAS) desde 2006, con la excepción de un breve período entre 2019 y 2020.

Las elecciones de 2025 podrían poner fin a este dominio izquierdista de casi dos décadas, ya que las encuestas indican una fuerte preferencia por candidatos de derecha o centroderecha.

Las elecciones se celebran en medio de una grave crisis económica, caracterizada por una alta inflación (alrededor del 25%, la más alta desde 2008), escasez de combustible y escasez de dólares, lo que ha erosionado el apoyo público al MAS. Este descontento económico impulsa la demanda de cambio por parte de los votantes.

Una victoria de Doria Medina o Quiroga podría alejar la política exterior de Bolivia de las alianzas con estados autoritarios como China, Rusia, Irán y Venezuela, que se han fortalecido bajo el MAS.

Ambos candidatos abogan por la renovación de los vínculos con Estados Unidos y las democracias occidentales, y la posibilidad de reanudar la colaboración con instituciones como el FMI y el Banco Mundial.

Este reajuste podría afectar a la industria boliviana del litio, la mayor reserva mundial, ya que los candidatos de derecha podrían abrirla a la inversión occidental, en contraste con el enfoque estatista del MAS y sus alianzas con Rusia y China.

Las elecciones están altamente polarizadas, con una oposición fragmentada y un MAS debilitado, dividido en facciones lideradas por candidatos como Andrónico Rodríguez y Eduardo del Castillo.

La crisis electoral de 2019, marcada por acusaciones de fraude y protestas masivas, se cierne sobre el tapete, lo que genera preocupación por posibles disturbios si se impugnan los resultados.

El expresidente Evo Morales, a quien se le ha prohibido presentarse como candidato, ha llamado a una campaña de “voto nulo” y ha amenazado con disturbios, lo que aumenta el riesgo de violencia poselectoral.

En respuesta a acusaciones de fraude anteriores, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Bolivia ha implementado un nuevo sistema que permite fotografiar las actas de escrutinio y transmitirlas directamente a los centros de recuento, con la supervisión de observadores internacionales (UE y OEA).

Iniciativas ciudadanas como Cuidemos el Voto, con 37.000 voluntarios, buscan mejorar la transparencia mediante inteligencia artificial para monitorear los resultados, reflejando así la demanda pública de un proceso justo.

Tanto Doria Medina como Quiroga proponen reformas neoliberales, que incluyen la reducción del gasto público, la privatización de empresas estatales y la eliminación gradual de los subsidios a combustibles y alimentos.

Estas medidas buscan estabilizar la economía, pero corren el riesgo de provocar protestas, especialmente entre las comunidades indígenas y rurales que dependen de programas sociales.

Una victoria de la derecha podría atraer inversión extranjera en litio y otros recursos, pero los analistas advierten que una austeridad drástica podría exacerbar las tensiones sociales.

Un gobierno de derecha podría enfrentar la resistencia de los simpatizantes del MAS, especialmente en las zonas rurales donde el partido mantiene cierta lealtad. La brecha entre las zonas urbanas y rurales y las disparidades económicas podrían profundizarse si se recortan los programas sociales.

El resultado de las elecciones pondrá a prueba si Bolivia puede evitar repetir los violentos disturbios de 2019, especialmente si ningún candidato logra una victoria en la primera vuelta (50% o 40% con una ventaja de 10 puntos), lo que desembocará en una segunda vuelta el 19 de octubre.

Las elecciones en Bolivia se consideran un referente para América Latina, donde los líderes de derecha han ganado fuerza (por ejemplo, el argentino Javier Milei). Un giro a la derecha podría debilitar alianzas socialistas como el ALBA y la UNASUR, a la vez que fortalecería los vínculos con los marcos liderados por Estados Unidos.

El resultado influirá en el papel de Bolivia como punto de apoyo estratégico para las potencias autoritarias (China, Rusia, Irán), con implicaciones para la democracia regional y la competencia por los recursos.

Las encuestas muestran consistentemente a Samuel Doria Medina (Alianza Unidad) y Jorge “Tuto” Quiroga (Alianza Libre) como los favoritos entre un amplio grupo de ocho candidatos, sin que ninguno supere el 30% de apoyo y con un 25-30% de indecisos.

Una encuesta de Spie-SRL (del 31 de julio al 4 de agosto de 2025) situó a Quiroga con el 30,9% y a Doria Medina con el 29,8%, lo que indica una contienda reñida.

Una encuesta de El Deber, considerada la más precisa de Bolivia, mostró a Quiroga a la cabeza con el 24,4% y a Doria Medina con el 23,6%, con otros candidatos como Rodrigo Paz (9,1%), Manfred Reyes Villa (8,8%) y Andrónico Rodríguez (8,5%) rezagados.

Encuestas anteriores, como una de julio, daban a Doria Medina una ligera ventaja, con un 19-21%, y a Quiroga con un 20-24%.

Samuel Doria Medina (66, Alianza Unidad), Socialdemócrata centrista y magnate empresarial, aboga por una “tercera vía” con políticas neoliberales moderadas, que incluyen la reducción del gasto público y la colaboración con el FMI y el Banco Mundial.

Su plataforma prioriza la estabilización económica y la diplomacia como negocio, pero sus críticos argumentan que enmascara una austeridad que podría perjudicar los programas sociales.

Jorge “Tuto” Quiroga (65, Alianza Libre), Expresidente conservador (2001-2002), propone un cambio radical con la liberalización económica, el restablecimiento de vínculos con Estados Unidos e Israel, y la retirada del apoyo a regímenes como Irán y Venezuela. Su plataforma prioriza los derechos de propiedad privada y el libre comercio, pero sus vínculos pasados con figuras autoritarias generan inquietud.

La reñida contienda entre Doria Medina y Quiroga sugiere una probable segunda vuelta el 19 de octubre, ya que no se prevé que ninguno de los dos obtenga la mayoría en primera vuelta.

La oposición fragmentada no ha logrado unirse, y grupos cívicos instan a Doria Medina y Quiroga a consolidarse para derrotar al MAS, pero no se ha producido ninguna convergencia.

Los candidatos del MAS (Rodríguez y del Castillo) tienen un bajo porcentaje de apoyo en las encuestas (6-8%), lo que refleja la pérdida de influencia del partido en medio de divisiones internas y dificultades económicas.

Las elecciones del 17 de agosto de 2025 son un referéndum sobre el legado del MAS y el rumbo económico y geopolítico de Bolivia. Una victoria de la derecha, probablemente liderada por Doria Medina o Quiroga, marcaría un giro histórico, poniendo fin a 20 años de gobierno de izquierda y potencialmente alineando a Bolivia con las potencias occidentales.

El próximo gobierno heredará una situación económica precaria, que requerirá un delicado equilibrio entre reformas y estabilidad social. Las medidas de austeridad propuestas por Doria Medina y Quiroga podrían estabilizar la economía, pero corren el riesgo de alienar a las comunidades indígenas y rurales, lo que podría desencadenar protestas.

El éxito del proceso electoral depende de la transparencia y la confianza pública. Iniciativas como Cuidemos el Voto y la supervisión internacional son cruciales para evitar que se repita la crisis de 2019. Sin embargo, la campaña de voto nulo de Morales y las amenazas de disturbios plantean riesgos significativos.

Las elecciones en Bolivia tendrán repercusiones en toda América Latina, influyendo en el equilibrio entre los movimientos socialistas y de derecha. Sus reservas de litio y su posición estratégica hacen que el resultado sea crucial para la competencia global por los recursos y la estabilidad democrática en la región.

Con Doria Medina y Quiroga empatados y un alto número de votantes indecisos, la segunda vuelta es casi segura. El resultado dependerá de si la oposición logra consolidar su apoyo y sortear las tensiones postelectorales.

La consulta menciona a Samuel Doria Medina con 47 años, pero las fuentes confirman que tiene 66. Jorge Quiroga aparece correctamente con 65. Esta discrepancia podría deberse a información desactualizada o errónea en la consulta.

Si bien las encuestas y las fuentes sugieren un auge de la derecha, la narrativa sobre el declive del MAS debe analizarse con detenimiento.

Los votantes rurales, a menudo subcontabilizados, aún podrían apoyar a los candidatos del MAS, y la campaña de voto nulo liderada por Morales podría alterar las proyecciones.

Además, la crisis económica, si bien se atribuye al MAS, es en parte un legado de las fluctuaciones globales de los precios de las materias primas y de las políticas neoliberales pasadas, que se reflejan en las plataformas de Doria Medina y Quiroga. El riesgo de inestabilidad subraya la necesidad de un enfoque equilibrado de las reformas que preserve los logros sociales de Bolivia.

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