Especial para los seguidores de codigopostalrd.net
Informes recientes sobre la fuerza laboral haitiana en República Dominicana destacan varias conclusiones clave, que reflejan una situación compleja marcada por la dependencia económica, la discriminación sistémica y las preocupaciones sobre derechos humanos,
República Dominicana depende en gran medida de la mano de obra haitiana, especialmente en sectores como la agricultura, la construcción y el turismo.
A pesar de que la legislación laboral exige que el 80% de la fuerza laboral de una empresa sea dominicana, en la práctica, los trabajadores haitianos dominan ciertas industrias, representando a menudo entre el 80% y el 90% de los trabajadores de la construcción en zonas urbanas.
Estos trabajadores desempeñan trabajos mal remunerados e indeseables que los dominicanos tienden a evitar, como la cosecha de caña de azúcar y el trabajo doméstico.
Sin embargo, solo el 16% de los trabajadores haitianos tienen contratos formales, en comparación con el 61% de otros trabajadores extranjeros, lo que se traduce en bajos salarios y falta de prestaciones sociales.
Los trabajadores haitianos se enfrentan a condiciones de explotación, como salarios bajos (por ejemplo, 500 pesos o ~7 € al día en la construcción), falta de acceso a seguro médico y viviendas inadecuadas.
Por ejemplo, los trabajadores de la caña de azúcar de Central Romana se enfrentan a condiciones de trabajo forzoso, como retención de salarios y condiciones de vida abusivas, lo que ha provocado un embargo estadounidense a las exportaciones de azúcar de la empresa.
Los trabajadores de los bateyes (asentamientos obreros) a menudo viven sin agua corriente ni electricidad, y muchos enfrentan la amenaza de desalojo o deportación si no pueden trabajar.
El gobierno dominicano ha intensificado las deportaciones, expulsando a más de 250.000 haitianos en 2023 y anunciando planes para deportar hasta 10.000 por semana a partir de octubre de 2024.
Estas políticas, que a menudo implican discriminación racial, han sido criticadas por racistas y violatorias del derecho internacional, que prohíbe las expulsiones colectivas.
Los informes documentan abusos durante las deportaciones, incluyendo extorsión, agresión física y sexual, y la detención de personas con documentos válidos o haitianos nacidos en la República Dominicana.
Organizaciones de derechos humanos, como Amnistía Internacional y la ONU, han pedido el fin de estas prácticas, citando los riesgos que representan para los deportados el regreso a Haití debido a la violencia pandillera y la inestabilidad.
La sentencia del Tribunal Constitucional de 2013 (TC 168-13) despojó retroactivamente de la ciudadanía a miles de dominicanos de ascendencia haitiana, convirtiéndolos en apátridas.
Esto ha exacerbado las vulnerabilidades, limitando el acceso a la educación, la atención médica y el empleo legal. A pesar de la condena internacional, incluida la de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el gobierno dominicano no ha abordado plenamente el problema, y la Ley 169-14 ha creado aún más trabas burocráticas para las personas afectadas.
Las tensiones históricas, arraigadas en eventos como la Masacre de Perejil de 1937 y perpetuadas por la retórica antihaitiana, contribuyen a la discriminación sistémica. Este “antihaitianismo” se manifiesta en políticas y actitudes sociales que marginan a los haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana, presentándolos a menudo como una amenaza para la identidad nacional.
La negativa de la República Dominicana a ratificar convenios internacionales clave sobre los derechos de los migrantes agudiza aún más estos problemas.
En 2025, el gobierno dominicano inició un plan para otorgar permisos de trabajo temporales a miles de trabajadores haitianos indocumentados, con 15,000 permisos aprobados hasta la fecha.
Esta medida busca formalizar el trabajo en sectores como la agricultura y el turismo, pero ha generado debate, ya que algunos argumentan que perpetúa la dependencia de la mano de obra barata, mientras que otros la ven como un paso hacia una mayor protección.
En resumen, si bien los trabajadores haitianos son parte integral de la economía dominicana, se enfrentan a una explotación sistémica, políticas discriminatorias y violaciones de derechos humanos.
Las organizaciones internacionales siguen instando a reformas para abordar la apatridia, detener las deportaciones masivas y mejorar las condiciones laborales, pero el progreso sigue siendo limitado en medio de las persistentes tensiones políticas y sociales.

