“Conocí a mi esposa (Priscilla) en una fiesta universitaria. Estábamos en la fila del baño. Yo estaba a punto de ser expulsado de Harvard por un proyecto polémico y le dije, bromeando: ‘Si vamos a salir, tiene que ser pronto… probablemente me echen en unos días’.

Nunca imaginé que esa conversación se convertiría en el inicio de nuestra familia.”
Nos casamos años después y ahora tenemos tres hijas. Cada una me ha transformado de forma distinta. La más pequeña, Aurelia, un día se plantó frente a mí y dijo: ‘No soy una pequeña, soy una grande’. Desde entonces exige su propio escritorio. No quiere juguetes. Quiere trabajar, como papá. Tiene solo dos años y ya quiere ser parte del equipo.
Intento pasar al menos media hora con cada una de ellas cada noche, de 6:30 p.m. a 8:00 p.m. Eso es sagrado para mí. No importa si tuve reuniones con jefes de Estado o lanzamientos de productos globales, yo les leo cuentos, les explico cosas del mundo, o simplemente escucho sus historias infinitas de la escuela.
Todo lo que hago, cada línea de código, cada hora que invierto en Facebook… lo hago pensando en ellas. Porque el legado más importante que puedo dejarles no es una empresa. Es un ejemplo.
Que vean que su padre trabajó por un futuro donde ellas puedan construir lo que se les ocurra, sin límites… y con todo el amor del mundo.
Mark Zuckerberg sobre cómo su familia se convirtió en su mayor motor.

