
Con la muerte del Papa Francisco, se inicia un período de “Sede vacante” para la Iglesia Católica, que se inició con la certificación oficial del fallecimiento por parte del Camarlengo de la Santa Iglesia Romana, quien es la figura encargada de la administración temporal de la Santa Sede durante este período.
Se trata del cardenal estadounidense Kevin Farrell, quien acudió al cuerpo del difunto Papa para reconocerlo y certificar su muerte (en teoría debería también sellar los aposentos privados, pero Francisco, viviendo en Santa Marta, no tenía ninguno).
En el pasado, era costumbre que el camarlengo llamara al Papa por su nombre tres veces antes de declarar oficialmente su muerte; Hoy en día la verificación se realiza según procedimientos médicos. Inmediatamente después, el camarlengo informa al cardenal decano y a los cardenales, luego a toda la Curia.
Con la muerte del Papa y la vacante de la sede, el Secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, y todos los jefes de departamento, cesan en sus cargos, excepto el Cardenal Camarlengo y el Penitenciario Mayor, cardenal Angelo De Donatis, que continúa ejerciendo sus funciones ordinarias.
El gobierno ordinario de la Iglesia queda suspendido y sólo se gestionan los asuntos corrientes. La dirección temporal corresponde al Colegio Cardenalicio, que sin embargo no puede introducir innovaciones ni tomar decisiones vinculantes para el futuro.

