El Papa Francisco publicó casi por sorpresa el 19 de marzo de 2022 la constitución apostólica ‘Praedicate Evangelium’, que sustituye al ‘Pastor Bonus’ de Juan Pablo II y rediseñará la estructura de la Curia a partir del siguiente 5 de junio, domingo de Pentecostés. Un paso histórico para el gobierno de la Iglesia, 34 años después del ‘Pastor bonus’, y al mismo tiempo uno de los principales legados que el pontificado de Francisco dejará a sus sucesores. El documento ve la luz después de nueve años de trabajo del Papa con el “Consejo de Cardenales”, y de revisiones a nivel jurídico y canónico. La Curia, la estructura político-administrativa de la Santa Sede, cambia tanto en la forma y en la organización como en la sustancia: se le impone un perfil nuevo, inédito. La de la “conversión misionera”. Un aspecto que, además del título del documento – ‘Predicad el Evangelio’ – emerge visiblemente del hecho de que el primer Dicasterio de la Curia, además de la Secretaría de Estado que se convierte en “Secretaría Pontificia”, ya no será la Congregación para la Doctrina de la Fe, como era en ‘Pastor Bonus’, sino el nuevo Dicasterio para la Evangelización. Se trata de la fusión de la anterior Congregación para la Evangelización de los Pueblos -antes Propaganda Fide- y el Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización. La nueva estructura estará presidida personalmente por el mismo Papa, flanqueado por dos pro-prefectos. El verdadero corazón de la revisión, sin embargo, está representado por el nacimiento de un Dicasterio para el Servicio de la Caridad, la antigua Oficina de Limosnería Apostólica, presidida como prefecto por el Limosnero de Su Santidad (actualmente el cardenal polaco Konrad Krawjeski). La indicación es clara: el Evangelio debe ser predicado con palabras, pero sobre todo con obras. No es casualidad que el cardenal Krajwski asumiera un papel particular durante las dos grandes emergencias humanitarias que caracterizaron los años del pontificado bergogliano: la inmigración y la guerra en Ucrania.
Además, el anterior Consejo de Cultura y la Congregación para la Educación Católica también se fusionan: forman un único Dicasterio para la Cultura y la Educación. La decisión de incluir la Comisión para la Protección de Menores en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe es importante y delicada, aunque siga funcionando con sus propias reglas y con su propio presidente y secretario (el presidente es el cardenal estadounidense Sean O’Malley). A los 16 Dicasterios se añaden los Órganos de Justicia, luego los Órganos Económicos, ya introducidos por las intervenciones anteriores del Papa (entre las novedades, el hecho que la APSA – Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica – se valdrá del “apoyo instrumental” del IOR). Por último, las llamadas “Oficinas”. Un aspecto de cambio radical es el de los posibles roles de primer plano de los laicos en el gobierno de la Iglesia, ya experimentados desde hace algunos años, por ejemplo en el Dicasterio para la Comunicación, pero que en el ‘Praedicate Evangelium’ encuentran un lugar definitivo en la sede normativa. Y es un cambio que bebe de una perspectiva hasta entonces completamente nueva, pero que se injerta en la teología de los laicos del Concilio Vaticano II. “El poder de gobierno en la Iglesia no proviene del sacramento del Orden, sino de la misión canónica”, resumió el padre Gianfranco Ghirlanda, teólogo y canonista, ex rector de la Gregoriana, entre los cardenales creados por Bergoglio. «Cualquier fiel puede presidir un Dicasterio o un Organismo, dada la competencia específica, la potestad de gobierno y la función de éste», afirma el Praedicate Evangelium en los Principios y criterios para el servicio de la Curia Romana. En resumen, todos -y por tanto también los fieles laicos, tanto hombres como mujeres- pueden ser nombrados para funciones de gobierno en la Curia. Pero las innovaciones no terminan ahí. Ya no habrá, establece el Papa Francisco, cargos interminables ni puestos de poder “intocables”. Para los clérigos y religiosos que prestan servicio en la Curia Romana, el mandato es de cinco años y puede renovarse sólo por un segundo período de cinco años, después del cual regresan a sus respectivas diócesis y comunidades.

