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Elecciones hoy en Honduras permeada por el protagonismo de Donald Trump

Especial de para los seguidores de codigopostalrd.net

El 30 de noviembre de 2025, Honduras celebra elecciones generales para elegir a un nuevo presidente, a los 128 miembros del Congreso Nacional unicameral, 298 alcaldes, más de 2000 concejales municipales y 20 representantes al Parlamento Centroamericano (Parlacen).

Aproximadamente 6,5 millones de ciudadanos estaban habilitados para votar, incluyendo a unos 400 000 en el extranjero (principalmente en Estados Unidos), mediante un sistema de mayoría simple en una sola vuelta, donde el candidato con más votos gana la presidencia.

Los colegios electorales abrieron a las 7:00 a. m. y cerraron a las 5:00 p. m., hora local, con una participación estimada de alrededor del 65 % (aproximadamente 4,2 millones de votos).

El proceso fes supervisado por el Consejo Nacional Electoral (CNE), con la presencia de observadores internacionales de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea (UE).

Las elecciones se desarrollaron en un contexto de alta polarización, acusaciones mutuas de fraude por parte de todos los partidos principales y una injerencia estadounidense sin precedentes, incluyendo respaldos públicos y amenazas del presidente Donald Trump.

La violencia preelectoral se cobró al menos seis vidas (cuatro afiliados al partido Libre), y el país permanece bajo un prolongado estado de excepción (prorrogado 26 veces) para combatir la violencia de pandillas, con una tasa de homicidios de 27,2 por cada 100.000 habitantes.

Los retrasos en la entrega de material electoral provocaron que algunos colegios electorales abrieran tarde, lo que desencadenó protestas menores, mientras que el sistema de resultados preliminares rápidos (TREP) falló a primera hora del día, lo que llevó a las autoridades a instar a recurrir al recuento manual para evitar narrativas desestabilizadoras.

La contienda fue una reñida contienda entre tres candidatos, con encuestas que mostraban una alta indecisión (hasta un 20-30%) y sin un claro favorito. Los votantes priorizaron el empleo (principal preocupación según las encuestas), la corrupción, la seguridad y la recuperación económica tras los huracanes, la pobreza (que afecta al 63% de la población) y las presiones migratorias.

Las remesas desde EE. UU. alcanzaron la cifra récord de 10 000 millones de dólares (25 % del PIB) en 2025, pero las deportaciones aumentaron en 13 000 interanuales.

La campaña se caracterizó por más de 700 agresiones políticas, oleadas de desinformación digital y audios filtrados que alegaban manipulación del voto de la oposición (que el Partido Nacional desmintió como falsificaciones de inteligencia artificial).

La intervención de Trump —en la que elogió a Asfura, prometió un indulto para el expresidente Juan Orlando Hernández (condenado por cargos de narcotráfico en Estados Unidos) y vinculó la contienda con la retórica antivenezolana— generó críticas por socavar la soberanía.

Asistieron observadores del Congreso estadounidense (siete republicanos y dos demócratas), en medio del temor de que se repitieran los resultados controvertidos y la violencia de 2017.

Resultados preliminares y acontecimientos inmediatos

A finales del 30 de noviembre, los resultados oficiales estaban pendientes, y el CNE prometió la certificación en un plazo de 30 días, basándose en el recuento manual. Fallas en el TREP retrasaron los conteos rápidos, pero los primeros datos parciales y las encuestas a boca de urna sugirieron una contienda muy reñida:

Presidencial (TREP parcial/encuestas a boca de urna, ~20% contabilizado): Moncada (Libre) lidera por un estrecho margen con un 32-35%, seguido de Nasralla (PL) con un 28-31% y Asfura (PN) con un 25-28%.

La indecisión y las divisiones entre zonas urbanas y rurales mantuvieron la incertidumbre en los resultados.

Representación proporcional (método D’Hondt) en 18 departamentos; se proyecta que Libre obtenga entre 50 y 60 escaños (menos que la mayoría de 2021), con el PN y el PL repartiéndose el resto.

Alcaldías: Los alcaldes de Libre en ejercicio son favorecidos en las zonas rurales; la oposición es fuerte en ciudades como Tegucigalpa y San Pedro Sula.

Las Fuerzas Armadas reafirmaron su neutralidad, enfatizando la autoridad exclusiva del CNE sobre los resultados. Incidentes menores incluyeron enfrentamientos aislados y escasez de papeletas, pero no hubo violencia generalizada. Los observadores internacionales reportaron “incertidumbre real”, pero instaron a la calma.

Estas elecciones representan una prueba crucial para la frágil democracia hondureña, 40 años después de su retorno al gobierno civil tras el legado del golpe de Estado (incluyendo la destitución, con apoyo estadounidense, de Manuel Zelaya, esposo de Castro en 2009). Los impactos clave incluyen:

Integridad Democrática y Confianza Institucional: Las acusaciones de fraude provenientes de todos los bandos (por ejemplo, las acusaciones de “golpe electoral” de Libre frente a las acusaciones de manipulación de la oposición) erosionaron la confianza en el CNE, ya debilitada por los retrasos en las primarias de marzo y las divisiones internas.

Si se impugnan los resultados (probablemente dado el margen), podría desencadenar protestas, como la represión militar de 2017 (36 muertes).

Human Rights Watch advirtió sobre las amenazas al derecho al voto derivadas de las investigaciones fiscales a funcionarios electorales y la participación del ejército en la logística. Dirección socioeconómica: Una victoria en el Moncada extendería la agenda progresista de Castro (aumento del salario mínimo real del 12% (2022-2025), reducción de la pobreza del 70% post-COVID, crecimiento del PIB del 2% anual), centrándose en la reducción de la desigualdad y la resiliencia climática.

Una victoria de Asfura o Nasralla podría virar hacia políticas conservadoras, enfatizando la seguridad y la privatización alineadas con EE. UU., lo que podría revertir los avances sociales pero impulsar un crecimiento dependiente de las remesas.

Seguridad y derechos humanos: El estado de excepción (dirigido a las pandillas) redujo parte de la violencia, pero planteó preocupaciones sobre los derechos; las elecciones bajo este estado corren el riesgo de reducir la participación electoral en las zonas afectadas. Los disturbios posteriores a las elecciones podrían exacerbar la tasa de homicidios del 27,2% y el desplazamiento interno.

Migración y influencia de la diáspora: Con el 6% de los votantes en el extranjero, las deportaciones estadounidenses (30.000 en 2025) y la retórica de Trump amplificaron los temores, lo que podría influir en el voto de los expatriados en contra de Libre.

Las consecuencias a corto plazo dependen de la aceptación de los resultados:

Mayor polarización, posibles protestas callejeras, intervenciones judiciales o incluso mediación militar, lo que podría generar inestabilidad y recesiones económicas (por ejemplo, fuga de inversores). Las amenazas de Trump podrían provocar recortes a la ayuda estadounidense (más de 200 millones de dólares anuales), agravando la pobreza.

La intromisión de Trump (por ejemplo, el indulto a Hernández) tensa las relaciones si Libre prevalece, lo que podría intensificar las tensiones hemisféricas (por ejemplo, a través de la base estadounidense de Palmerola). Una victoria del PN se alinea con las agendas antiizquierdistas de EE. UU.

Los resultados afectan los flujos migratorios centroamericanos y la dinámica del Parlacen; la percepción de fraude podría inspirar disputas similares en otros lugares.

Repercusión económica: La incertidumbre retrasa las inversiones; Remesas (25% del PIB) vulnerables a los cambios en las políticas estadounidenses.

Las elecciones hondureñas de 2025 ponen de relieve una democracia en una encrucijada: el progreso logrado con las reformas de izquierda de Castro (por ejemplo, aumentos salariales, iniciativas anticorrupción) choca con la corrupción arraigada, la violencia y las presiones externas.

Si bien ningún resultado garantiza la estabilidad, una estrecha victoria de Libre afirmaría la continuidad progresista en medio de la recuperación económica, pero a costa de un mayor antagonismo estadounidense. Una victoria de la oposición podría estabilizar las alianzas, pero reavivar el favoritismo conservador.

En última instancia, el legado de las elecciones depende de la transparencia del CNE y la moderación de las partes interesadas; un fracaso podría desmantelar cuatro décadas de logros democráticos, perpetuando ciclos de desconfianza y éxodo. La presión internacional para la verificación (a través de la OEA/UE) sigue siendo crucial para evitar la crisis. A medida que finalizan los recuentos, la resiliencia de los hondureños determinará si esta “prueba de la democracia” fortalece o fractura sus instituciones.

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