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El 20 de noviembre de 2025, un RC-135V/W Rivet Joint de la Fuerza Aérea de EE. UU. (una aeronave de reconocimiento de inteligencia de señales y guerra electrónica; nota: “IRC-135” parece ser una errata o una variante de la denominación RC-135) operó en espacio aéreo internacional frente a la costa de Venezuela.
Lo acompañaban varios F/A-18E/F Super Hornet de la Armada de EE. UU. del grupo de ataque del portaaviones USS Gerald R. Ford, con bombarderos B-52H Stratofortress también activos en la zona.
Un funcionario de defensa estadounidense confirmó explícitamente a los medios de comunicación que la misión “estimuló” deliberadamente las defensas aéreas venezolanas, acercándose a la cobertura de radar venezolana y simulando perfiles de amenaza, para provocar reacciones, mapear las activaciones de radar, rastrear los tiempos de respuesta, identificar la ubicación y el tipo de sistemas, y recopilar inteligencia electrónica crítica (ELINT/SIGINT).
Esta es una táctica estándar, aunque raramente admitida, conocida como misiones de “estímulo” o “hurón”, utilizada para recopilar datos de objetivos para la posible supresión de las defensas aéreas enemigas (SEAD) en futuras operaciones.
Los vuelos se realizaron en espacio aéreo internacional (sin violación confirmada, aunque Venezuela suele alegar un control más amplio sobre su Región de Información de Vuelo), pero lo suficientemente cerca como para activar los radares venezolanos y potencialmente forzar interceptaciones
Beneficio de inteligencia para EE. UU. Es probable que el RC-135 haya capturado datos detallados sobre la red de defensa aérea de Venezuela, incluyendo los sistemas de largo alcance S-300VM de fabricación rusa, los misiles de medio alcance S-125 y diversos sistemas de corto alcance.
Esto revela el estado operativo, las deficiencias en la preparación (los sistemas venezolanos sufren de mantenimiento deficiente debido a las sanciones y la crisis económica), las frecuencias de radar, los procedimientos de mando y control y los tiempos de reacción. Estos datos son invaluables para planificar rutas de misiles de crucero, interferencia electrónica o ataques aéreos.
Las fuerzas venezolanas rastrearon la aeronave, pero no desplegaron cazas para interceptarla (a diferencia de incidentes anteriores en 2025, donde Su-30 o F-16 siguieron a los sistemas estadounidenses).
Esto sugiere cautela, posibles limitaciones técnicas o una decisión deliberada de evitar una escalada que pudiera proporcionar a EE. UU. un pretexto para tomar represalias.
Los transpondedores de algunas aeronaves permanecieron encendidos (visible en FlightRadar24), lo que hizo que la operación fuera muy visible: un mensaje deliberado de “zona gris” sobre el dominio estadounidense en lugar de una investigación encubierta.
Intensificación de la campaña de presión estadounidense. Esta misión se enmarca dentro de una operación más amplia de la administración Trump (expandida bajo la “Operación Lanza del Sur”) que comenzó como una operación antidrogas, pero que ha evolucionado hacia la coerción directa contra Nicolás Maduro. Los elementos clave incluyen:
Un despliegue naval masivo (el Grupo de Ataque de Portaaviones USS Gerald R. Ford, destructores, submarinos y aproximadamente 15.000 efectivos).
Frecuentes salidas de bombarderos y cazas desde octubre de 2025.
La designación del “Cártel de los Soles” (presuntamente vinculado a Maduro) como Organización Terrorista Extranjera, con vigencia a partir del 24 de noviembre de 2025, lo que abre un abanico más amplio de opciones militares.
La investigación sugiere una posible preparación para ataques limitados (por ejemplo, contra laboratorios de drogas, objetivos de liderazgo o defensas aéreas) sin una invasión a gran escala.
Postura venezolana y efectos internos. El gobierno de Maduro la condenó como una provocación (en consonancia con denuncias previas de violaciones del espacio aéreo).
Refuerza la propaganda interna de “agresión imperialista”, justificando las movilizaciones militares y la activación de milicias, pero expone debilidades: la ausencia de interceptaciones agresivas evidencia que la fuerza aérea venezolana (con sus obsoletos Su-30 y F-16) no puede desafiar con confianza a las fuerzas estadounidenses.
Efectos regionales e internacionales. Aliados como Rusia, China e Irán han manifestado su apoyo a Maduro y podrían acelerar la asistencia técnica (radares, misiles). Los países vecinos (Colombia, Guyana) recelan de posibles repercusiones. Las rutas del narcotráfico a través del Caribe se han visto gravemente afectadas.
Riesgo de error de cálculo. Protegido por cazas, el RC-135 corría un riesgo bajo, pero los repetidos sondeos aumentan las posibilidades de un enfrentamiento accidental (por ejemplo, que la fijación del radar se interprete erróneamente como inminente).
La misión RC-135 del 20 de noviembre fue una operación psicológica y de inteligencia calculada y manifiesta que puso a prueba con éxito y probablemente expuso las limitaciones de las defensas aéreas de Maduro sin llegar a un conflicto cinético directo.
Subraya la superioridad aérea estadounidense en la región. Venezuela detectó la incursión, pero no pudo (o no quiso) lanzar una respuesta creíble.
En un contexto más amplio, impulsa la estrategia de máxima presión de Washington: combinar la coerción militar visible con herramientas legales y económicas para forzar concesiones, desestabilizar el régimen o crear pretextos para ataques limitados tras la designación de Venezuela como país terrorista el 24 de noviembre.
Si bien no constituye un preludio inmediato a una invasión, mantiene a Maduro a la defensiva y señala que la tolerancia de Estados Unidos hacia su permanencia en el poder —en medio de elecciones disputadas, acusaciones de narcotráfico y flujos de refugiados— se ha agotado.
La operación destaca cómo los medios de reconocimiento como el RC-135 siguen siendo fundamentales en la competencia moderna entre grandes potencias, incluso contra adversarios más débiles
