Por Anatol Lieven, responsiblestatecraft
El colapso del gobierno en Francia y de la coalición gobernante en Alemania presagia crisis continuas, y no crean que la guerra no tiene nada que ver con ello
De la caída del gobierno de Michel Barnier en Francia se pueden extraer dos lecciones principales .
La primera es que hablar de que Europa se rearme masivamente y sustituya a Estados Unidos como principal apoyo a Ucrania, manteniendo al mismo tiempo los niveles actuales de atención sanitaria y seguridad social, es una idiotez. El dinero simplemente no está disponible. La segunda es que el esfuerzo de los estamentos dominantes por excluir a los partidos populistas del poder está condenado al fracaso a largo plazo y, a corto plazo, es una receta para una crisis política repetida y una parálisis creciente del gobierno.
Dos países son fundamentales para la Unión Europea, la economía europea, la defensa europea y cualquier esperanza de autonomía estratégica europea: Francia y Alemania. En un plazo de un mes, ambos han visto a sus gobiernos derrumbarse debido a las batallas sobre cómo reducir sus crecientes déficits presupuestarios. En ambos casos, sus problemas fiscales se han visto drásticamente agravados por una combinación de estancamiento económico y presión sobre los presupuestos de bienestar social con los nuevos costos del rearme y el apoyo a Ucrania.
En ambos casos, la crisis fiscal ha contribuido a la decadencia de los principales partidos políticos que se alternaron en el poder durante generaciones, un fenómeno que se observa en toda Europa (y en Estados Unidos, en la medida en que Trump representa una rebelión contra el establishment republicano). Esta decadencia se ve alimentada por la creciente reacción contra los dictados de la UE y la OTAN que se está produciendo en amplias franjas de Europa.
En las elecciones presidenciales francesas de 2017 y 2022, Emmanuel Macron derrotó al Frente Nacional (hoy Agrupamiento Nacional ) de Marine Le Pen uniendo en una gran coalición a los restos de todos los partidos centristas. El problema con estas grandes coaliciones de centro es que no dejan a la oposición más que a los extremos de derecha e izquierda.
En el caso de Francia, el estancamiento económico y la resistencia a las medidas de libre mercado y austeridad de Macron llevaron en junio de este año a una aplastante derrota de su bloque en las elecciones parlamentarias europeas. Macron convocó entonces elecciones parlamentarias anticipadas en Francia con la esperanza de que el miedo a Le Pen y a la izquierda radical aterrorizara a los votantes franceses y los hiciera volver a apoyarlo. Sin embargo, el resultado fue que Le Pen ganó una pluralidad de votos y, si bien los acuerdos electorales con la izquierda dieron al bloque de Macron una pluralidad de escaños, estos son superados en número por los diputados de derecha e izquierda.
Macron se deshizo de sus aliados de izquierda y pactó un acuerdo por el cual Le Pen apoyaría un gobierno centrista-conservador dirigido por Michel Barnier a cambio de concesiones en materia de inmigración y otras cuestiones. Sin embargo, curiosamente, esto se combinó con una continua “guerra legal” contra el Agrupamiento Nacional, con el procesamiento de Le Pen por supuestamente desviar fondos parlamentarios de la UE para apoyar a los diputados de su partido. Esto es algo que parece más bien un tecnicismo o un pecadillo, dado lo que sabemos del comportamiento pasado de los parlamentarios de la UE, pero significaría que, si es condenada, se le prohibiría postularse a la presidencia en 2027.
Por supuesto, esto le dio a Le Pen todos los incentivos para derribar al gobierno de Barnier con la esperanza de que esto arrastrara a Macron con él, y así conducir a elecciones presidenciales anticipadas; y cuando el presupuesto de austeridad de Barnier (aprobado por decreto contra la oposición parlamentaria) enfureció a la izquierda, Le Pen aprovechó su oportunidad. Dada la serie de derrotas que Macron ha sufrido hasta ahora (y recordando que el mucho más grande De Gaulle renunció en 1969 después de una derrota mucho menor), tendría sentido que Macron dimitiera. Esto probablemente llevaría a una presidencia del Agrupamiento Nacional ; pero, de nuevo, esto también es probable si las elecciones presidenciales se llevan a cabo según lo programado en 2027.
La política alemana sigue en ciertos aspectos a la francesa, pero con algunos años de retraso. No hace mucho se habría dicho que lleva una generación de retraso, pero el cambio político europeo se está acelerando claramente. Después de las elecciones generales de 2021, la caída del apoyo al partido socialdemócrata y el ascenso del populista de derecha Alternative für Deutchland (AfD) y de la populista de izquierda Sahra Wagenknecht Alliance (BSW) obligaron a los socialdemócratas a formar una coalición incómoda con dos socios profundamente opuestos ideológicamente, los liberales (FDP) y los Verdes.
A medida que la situación económica de Alemania se fue deteriorando, las batallas internas sobre el presupuesto también se fueron agravando hasta que la coalición acabó por desmoronarse . Las encuestas de opinión indican que los demócrata-cristianos conservadores de centro saldrán primeros en las elecciones que se celebrarán en febrero, pero estarán muy lejos de conseguir la mayoría absoluta. El resultado será una gran coalición con los socialdemócratas; pero si ésta tampoco alcanza la mayoría absoluta y los liberales no consiguen superar el umbral del cinco por ciento necesario para entrar en el parlamento alemán, entonces (suponiendo que se mantenga la determinación de excluir a AfD y BSW), habrá que incluir a los Verdes.
No sólo se reproducirán las debilidades y divisiones internas de la última coalición, sino que significará que si los problemas económicos de Alemania continúan y la popularidad de los partidos de la coalición se desploma, AfD y BSW serán los únicos lugares a los que podrán acudir los votantes descontentos. Estos partidos, al ser más nuevos, aún no son tan populares como sus equivalentes franceses. AfD todavía tiene que avanzar mucho más en el proceso iniciado por Le Pen en el Frente Nacional , de purgar a sus elementos más extremistas; y, por supuesto, existe el miedo histórico especial alemán a la derecha radical. No obstante, hay buenas razones para pensar que la futura trayectoria alemana se parecerá a la de Francia.
Mientras tanto, amplios sectores de los estamentos exteriores y de seguridad europeos escriben y hablan como si nada de esto estuviera sucediendo; como si, de hecho, estos estamentos hubieran sido designados permanentemente en sus cargos por Luis XIV y Federico II, y estos soberanos les hubieran otorgado un derecho ilimitado a cobrar impuestos y reclutar a sus súbditos.
Así, en un artículo publicado esta semana en Foreign Affairs, Elie Tenenbaum, del Instituto Francés de Relaciones Internacionales de París, y un colega suyo declaran que, en respuesta a la elección de Trump y para bloquear un acuerdo de paz desventajoso para Ucrania e “imponer sus propias condiciones”, Europa debe “abrirse paso a la fuerza hasta la mesa de negociaciones”. Se debería desplegar una fuerza de coalición europea de “al menos cuatro o cinco brigadas multinacionales” en el este de Ucrania para garantizar que Rusia no vuelva a agredir a nadie. Se podrían desplegar patrullas aéreas de combate europeas “mientras la guerra sigue en curso” y “si Rusia sigue inflexible, Europa debe asumir la mayor parte de la asistencia financiera para apoyar a Ucrania en un conflicto prolongado”.
En ninguna parte se indica de dónde provendrá el dinero y el apoyo público para un programa de este tipo.
No conozco una respuesta francesa apropiada y publicable a estas ensoñaciones, pero el Kremlin podría responder con un viejo dicho ruso: “Claro, cuando los cangrejos aprendan a silbar”.
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