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Sébastien Lecornu, un aliado cercano del presidente Emmanuel Macron y exministro de las Fuerzas Armadas de 39 años, fue nombrado primer ministro de Francia el 9 de septiembre de 2025, tras el colapso del gobierno anterior, liderado por François Bayrou, mediante una moción de censura.
Esto lo convirtió en el quinto (o séptimo, según las administraciones efímeras anteriores) primer ministro de Macron desde su reelección en 2022.
Su mandato duró solo 27 días y finalizó abruptamente el 6 de octubre de 2025, menos de 24 horas después de que presentara su nuevo gabinete el 5 de octubre.
En un breve discurso a las puertas del Hôtel Matignon, Lecornu atribuyó la responsabilidad a los “apetencias partidistas” y a la falta de compromiso de los partidos políticos, afirmando: “Estaba dispuesto a llegar a acuerdos, pero cada partido político quería que el otro adoptara su programa completo”.
Macron aceptó la dimisión, dejando a Francia sin un gobierno funcional y hundiendo al país en una mayor inestabilidad derivada de la fragmentación del parlamento tras las elecciones anticipadas de 2024.
La dimisión ha exacerbado la actual parálisis política de Francia, donde ningún bloque tiene mayoría en la Asamblea Nacional, lo que obliga a depender de coaliciones frágiles. Entre los principales efectos inmediatos se incluyen:
El gabinete, criticado por retener a muchas figuras de la administración de Bayrou (por ejemplo, la reelección de Bruno Le Maire como ministro de Defensa), recibió críticas de todo el espectro político.
Conservadores como Los Republicanos (LR), liderados por el ministro del Interior, Bruno Retailleau, consideraron que no rompía lo suficiente con el pasado y acusaron a Lecornu de ocultar detalles sobre los nombramientos.
Los partidos de izquierda y extrema derecha lo denunciaron como una repetición del mismo macronismo. Esta revuelta interna de los aliados, sumada a las amenazas de la oposición de mociones de censura, hizo insostenible la gobernabilidad antes de la primera reunión del gabinete.
Figuras como el líder de extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon pidieron el impeachment de Macron, mientras que el líder del Partido Socialista, Olivier Faure, elogió la salida de Lecornu como un “momento De Gaulle” (en referencia a la renuncia presidencial de 1969).
La ministra de Ecología, Agnès Pannier-Runacher, expresó su desesperación por el “circo”. En X (anteriormente Twitter), usuarios y políticos intensificaron los llamados a la disolución o la destitución de Macron, con publicaciones como el video del diputado de Agrupación Nacional (RN), Auguste Evrard, exigiendo a Macron elegir entre la disolución o la renuncia, ganando fuerza.
Sin primer ministro, la administración anterior se encargará de la “actualidad” bajo el Artículo 21 de la Constitución francesa, pero decisiones importantes, como la aprobación de un presupuesto para 2026 para abordar un déficit del 5,8% del PIB y una deuda del 114% del PIB, están estancadas. Esto corre el riesgo de provocar recortes automáticos del gasto o el uso del artículo 49.3 (anulación constitucional), algo que Lecornu se había comprometido a evitar.
La salida de Lecornu marca un mínimo histórico para la Quinta República, superando el mandato de tres meses de Michel Barnier a finales de 2024 como el más corto.
Señala el fin de la estrategia de Macron de nombrar a leales sin abordar las realidades de un parlamento sin mayoría absoluta: los partidos “se presentan como si tuvieran mayoría”, como lamentó Lecornu, priorizando las ambiciones presidenciales de 2027 sobre el compromiso.
Macron se enfrenta a un dilema: nombrar a otro primer ministro (arriesgándose al rechazo), disolver la Asamblea para celebrar elecciones anticipadas (posible pero arriesgado, dados los resultados inconclusos de 2024 y una prohibición de un año tras la disolución, hasta mediados de 2026), o dimitir anticipadamente (poco probable, dado que se aferra al poder).
Los analistas predicen la disolución como la vía más probable, posiblemente a finales de octubre, para restablecer la junta antes de la fecha límite presupuestaria. Sin embargo, esto podría fortalecer a los extremos, con RN con una fuerte proyección en las encuestas.
En esencia, la crisis revela fracturas más profundas: un electorado polarizado que rechaza la tecnocracia centrista, vulnerabilidades económicas (el tercer déficit más alto de la eurozona) y un presidente percibido como distante. Sin una humildad interpartidaria, Francia corre el riesgo de una parálisis prolongada, mayores costes para los ciudadanos (una deuda media de 50.000 € por persona) y una imagen global deteriorada. Como instó Lecornu, priorizar el país por encima del partido sigue siendo la clave inalcanzable para la resolución.

