Los Rossoneri se desataron en la primera parte con goles de Saelemaekers y Pulisic, mientras que en la segunda, De Bruyne pitó un penalti que resultó en la expulsión de Estupinan. Los minutos finales fueron emocionantes.
El viejo San Siro quería regalarse una velada a la antigua usanza, como el Milán de principios de los 2000, como el Milán de la era Allegri en 2011. Y además, el estadio se enfrentará a un juicio capital en pocas horas —si el Ayuntamiento de Milán lo vende al Inter y al AC Milan, corre el riesgo de ser demolido—, así que ¿por qué escatimar en emociones? La Curva Sud volvió a cantar, como en tiempos de paz, y un gran Milán ganó un partido contra el Nápoles que se siente como una pelea por el título. De hecho, ganó dos. El del empate, casi dominado durante una hora, y el de diez contra once en la última media hora, tras la expulsión de Estupinan. Media hora defendiendo esos 50 metros cuadrados frente a Maignan, tal como Allegri hubiera deseado. El marcador al final fue Milán-Napoli 2-1, goles de Saelemaekers, Pulisic y un penalti de De Bruyne. La clasificación es la siguiente: el Milan primero con 12 puntos, empatado con el Nápoles y la Roma. Primero, algo que no ocurría desde la época de Pioli. Si eres aficionado del Milan, elige tus motivos para estar feliz. Un equipo sólido como una roca, que juega y lucha unido. Un Pulisic de lujo de cinco estrellas: desde que llegó a la Serie A, nadie tiene una mejor relación goles/asistencias que él. Un Modric implacable que entra al campo con un transportador y mueve el balón —corto y largo— a su antojo, para luego quedarse en el campo y correr hasta el final. Y una pizca de suerte, que siempre tienen los campeones: el Nápoles estrelló el balón en el poste en el minuto 91 tras un disparo de Neres que se desvió hacia Modric.

