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Al menos 5 muertos y mas de una Decena de heridos , después que Dos terroristas abrieron fuego contra un autobús en Jerusalén, apuntando a pasajeros, transeúntes y cualquier persona que estuviera a su alcance.
El 8 de septiembre de 2025, un atentado terrorista en el cruce de Ramot, Jerusalén, causó al menos seis muertos y más de una docena de heridos, convirtiéndose en uno de los ataques más mortíferos en la ciudad en los últimos años.
Dos palestinos armados, identificados como Mohammad Taha, de 21 años y originario de Qatanna, y Muthanna Amro, de 20 años y originario de Qubeiba, abrieron fuego contra un autobús y peatones cercanos utilizando metralletas “Carlo” improvisadas.
Los atacantes fueron neutralizados en el lugar por un soldado israelí fuera de servicio y un civil armado. Seis personas murieron, entre ellas cinco hombres de entre 25 y 79 años y una mujer de 60 años.
Entre las víctimas se encontraban tres rabinos y un ciudadano español, lo que pone de relieve la diversidad del impacto en la población civil. Al menos otras 15 personas resultaron heridas, seis de ellas en estado grave, incluida una mujer embarazada, y otras con heridas de bala o traumas.
Testigos describieron una escena caótica con “disparos indescriptibles”, lo que generó miedo y trauma generalizados. Sobrevivientes, como Malka Cohen, relataron huidas desgarradoras, y los hospitales abrieron centros de salud mental para abordar la ansiedad de las víctimas y los transeúntes.
El ataque ocurrió en Ramot, un barrio predominantemente judío ortodoxo, durante la hora punta de la mañana, lo que amplificó su impacto en una comunidad unida. Los ataques contra civiles, incluidas figuras religiosas, profundizaron la sensación de vulnerabilidad en Jerusalén.
El incidente aumentó las tensiones en una región ya de por sí inestable, cerca de la Línea Verde que separa a Israel de la Cisjordania ocupada, lo que tensó aún más las relaciones entre israelíes y palestinos.
El ataque puso de relieve los continuos desafíos de seguridad en Jerusalén, tras un aumento de la violencia en Cisjordania y Gaza. Fue el ataque más mortífero en la ciudad desde noviembre de 2023, cuando un tiroteo similar mató a tres personas.
Hamás elogió el ataque como una “operación heroica” y una “respuesta natural” a las acciones israelíes en Gaza y Cisjordania, aunque ningún grupo se atribuyó oficialmente la responsabilidad. Esta retórica alimentó los temores de una escalada de violencia.
La rápida respuesta de un soldado fuera de servicio y un civil, que abatieron a los atacantes, fue elogiada por las autoridades israelíes, lo que refuerza las políticas que fomentan la participación de civiles armados. El ministro de Seguridad Nacional de extrema derecha, Itamar Ben-Gvir, citó el incidente para abogar por una mayor posesión de armas por parte de los civiles, afirmando: «Las armas salvan vidas».
Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) rodearon las aldeas de los atacantes, Qatanna y Qubeiba, y realizaron búsquedas de posibles cómplices. El Jefe de Estado Mayor de las FDI, el Teniente General Eyal Zamir, ordenó el cierre total de la zona para evitar nuevos ataques.
Se cerraron las principales vías de acceso, incluido el túnel Arazim, lo que interrumpió el transporte y el comercio en Jerusalén.
El primer ministro Benjamin Netanyahu visitó el lugar y describió a Israel como un país inmerso en una «guerra a gran escala contra el terrorismo en múltiples frentes». Aplazó una comparecencia ante el tribunal en su juicio por corrupción para abordar la crisis, lo que pone de manifiesto la relevancia política del ataque.
Ministros de extrema derecha como Bezalel Smotrich exigieron medidas drásticas, como la deportación de las familias de los atacantes y la comparación de sus aldeas con ciudades devastadas de Gaza como Rafah. Esta retórica podría agravar las tensiones y dar lugar a acciones punitivas contra las comunidades palestinas.
Líderes de Francia, el Reino Unido, España y Australia condenaron el ataque, y el ministro francés de Asuntos Exteriores, Emmanuel Macron, y el Ministerio de Asuntos Exteriores español expresaron sus condolencias. La Autoridad Palestina condenó los ataques contra civiles y se desmarcó del ataque, aunque los elogios de Hamás complicaron las gestiones diplomáticas.
El ataque se produjo en medio de una intensificación de la violencia en Cisjordania y Gaza, donde la ONU reportó la muerte de 49 israelíes y 968 palestinos en conflictos relacionados entre octubre de 2023 y julio de 2025. El incidente podría exacerbar aún más estas tensiones, especialmente porque se produjo tras las advertencias de un posible recrudecimiento de la violencia en Cisjordania.
La declaración de Hamás que vincula el ataque con las acciones de Israel en Gaza y Cisjordania podría incitar nuevos ataques, sobre todo porque las negociaciones de alto el fuego en Gaza siguen siendo frágiles.
El ataque pone de relieve la amenaza constante de operaciones terroristas solitarias o a pequeña escala en Israel, especialmente en zonas en disputa como Jerusalén. A pesar de los esfuerzos de Israel por frustrar cientos de ataques en Cisjordania, como señaló Netanyahu, persisten vulnerabilidades en espacios públicos como las paradas de autobús.
El uso de metralletas improvisadas “Carlo”, comúnmente producidas en Cisjordania, indica el desafío de controlar la proliferación de dichas armas.
Es probable que el incidente profundice las divisiones entre israelíes y palestinos, y las políticas israelíes de línea dura podrían derivar en castigos colectivos en las aldeas de los atacantes. Estas medidas podrían provocar más violencia, perpetuando un ciclo de represalias.
Los elogios de Hamás, a pesar de no reivindicar la responsabilidad, podrían inspirar ataques similares, especialmente si fracasan las negociaciones de alto el fuego. La presentación del ataque por parte del grupo como una resistencia a las políticas israelíes podría resonar en algunos habitantes de Cisjordania, lo que complicaría los esfuerzos de paz.
El ataque refuerza los llamamientos a armar a la población civil, como defiende Ben-Gvir, pero esto conlleva el riesgo de una escalada de violencia y tiroteos accidentales, como se vio en un incidente de 2023 en el que un civil israelí murió por error a manos de un reservista.
El enfoque de Israel en cercar aldeas y perseguir a sus cómplices sugiere una estrategia de contención y disuasión, pero esto podría tensar las relaciones con la Autoridad Palestina, que condenó el ataque pero enfrenta críticas de ambas partes.
Las condenas de los líderes occidentales subrayan la preocupación mundial por la escalada de violencia, pero la falta de un enfoque unificado para el conflicto entre Israel y Palestina limita una intervención eficaz. El ataque podría presionar a mediadores como Estados Unidos, especialmente ahora que el presidente Trump presiona por un alto el fuego en Gaza.
La retirada por parte de España de su embajador tras las acusaciones de antisemitismo del ministro de Asuntos Exteriores israelí, Gideon Sa’ar (en un contexto aparte), ilustra cómo este tipo de ataques pueden tensar las relaciones bilaterales.
El ataque en el cruce de Ramot refleja los profundos desafíos del conflicto israelí-palestino, exacerbados por la violencia en curso en Gaza y Cisjordania. Si bien las medidas de seguridad de Israel, como el suministro de armas a civiles y el cierre de aldeas, buscan prevenir nuevos ataques, corren el riesgo de alienar a las comunidades palestinas y alimentar el resentimiento.
La ausencia de una reivindicación, sumada a los elogios de Hamás, sugiere una compleja interacción entre las quejas locales y las motivaciones ideológicas más amplias.
De cara al futuro, la desescalada mediante negociaciones de alto el fuego y el abordaje de las causas profundas de la violencia, como la expansión de los asentamientos y las disparidades económicas, serán cruciales para prevenir tragedias similares. Sin embargo, es probable que inmediatamente después se intensifiquen las medidas de seguridad y se tomen represalias, lo que podría agravar el ciclo de violencia.
