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La aprobación por parte del Gabinete de Seguridad israelí de un plan para tomar el control de la Ciudad de Gaza, anunciada el 7 de agosto de 2025, marca una escalada significativa en el actual conflicto entre Israel y Hamás.
El plan implica una gran ofensiva terrestre para tomar la Ciudad de Gaza, el mayor centro urbano de la Franja de Gaza, con las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) preparándose para desplazar a los civiles palestinos e imponer un asedio a los militantes de Hamás.
Se espera que la operación dure hasta cinco meses, centrándose inicialmente en la Ciudad de Gaza, pero potencialmente sirviendo como precursora de una toma de control más amplia de la Franja de Gaza, como ya indicó el primer ministro Benjamin Netanyahu.
Israel ya controla aproximadamente entre el 75% y el 87% de Gaza, siendo la Ciudad de Gaza una de las pocas zonas que aún no está totalmente bajo control militar ni bajo órdenes de evacuación. Esta medida consolidaría aún más el dominio israelí sobre el territorio.
El plan incluye la evacuación de casi todos los civiles palestinos de la ciudad de Gaza a campamentos centrales u otras zonas para el 7 de octubre de 2025, lo que afectará a aproximadamente un millón de personas.
Podrían emitirse advertencias de evacuación, lo que podría dar a los civiles semanas para marcharse, pero el desplazamiento agravará la ya grave crisis humanitaria, con la mayoría de los 2 millones de residentes de Gaza desplazados repetidamente y viviendo en campamentos de tiendas de campaña.
Israel planea proporcionar ayuda humanitaria fuera de las zonas de combate, pero la distribución dentro de la ciudad de Gaza se restringirá para fomentar la evacuación. El plan traslada la distribución de la ayuda a empresas privadas, eludiendo a organizaciones internacionales como la ONU, que han criticado este enfoque por caótico e insuficiente.
El bloqueo a Gaza, intensificado desde marzo de 2025, ya ha causado una grave escasez de alimentos y desnutrición, con casi 12.000 niños menores de cinco años afectados solo en julio de 2025 y al menos 99 muertes relacionadas con el hambre registradas este año.
La escalada pone en riesgo la vida de aproximadamente 20 rehenes israelíes que se cree que siguen vivos en Gaza. Sus familias y el Foro de Rehenes y Familias Desaparecidas advierten que la ampliación de las operaciones militares podría provocar su muerte, citando incidentes pasados como la muerte de seis rehenes en Rafah.
Las protestas de las familias de los rehenes, incluyendo manifestaciones en Tel Aviv y Jerusalén, reflejan una importante oposición interna al plan, por temor a que priorice el control territorial sobre la seguridad de los rehenes.
Naciones Unidas y organismos de ayuda humanitaria advierten de “consecuencias catastróficas” para la población de Gaza, que ya se enfrenta a la hambruna, la desnutrición generalizada y la destrucción de más del 60% de los edificios y la infraestructura.
El desplazamiento forzado de cientos de miles de personas empeorará las condiciones de vida, y residentes como Maysaa al-Heila afirman: “No queda Gaza”, lo que refleja la devastación casi total y la falta de zonas seguras.
La Organización Mundial de la Salud reportó julio de 2025 como el peor mes para la desnutrición infantil, y nuevas acciones militares podrían interrumpir los ya limitados esfuerzos de ayuda, potencialmente aumentando las muertes por inanición.
El plan ha recibido fuertes críticas de líderes y organizaciones globales. El primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer, lo calificó de “erróneo” y probablemente causará más derramamiento de sangre, mientras que Miroslav Jenča, de la ONU, advirtió que viola el derecho internacional y corre el riesgo de tener consecuencias catastróficas.
El Reino Unido, junto con países europeos como Portugal y Finlandia, ha amenazado con reconocer un Estado palestino si no se alcanza un alto el fuego, lo que indica una creciente frustración internacional.
El presidente Donald Trump afirma que la decisión “depende de Israel”, mientras se centra en aumentar el acceso a los alimentos. Sin embargo, un alto funcionario estadounidense aclaró su oposición a la anexión.
El ejército israelí, liderado por el Jefe del Estado Mayor, el Teniente General Eyal Zamir, se opone firmemente a una toma total del poder, alegando los riesgos para los rehenes, la presión sobre los reservistas exhaustos y la posibilidad de una insurgencia prolongada similar al “modelo Vietnam”.
La opinión pública en Israel, con más del 70% a favor de un acuerdo de alto el fuego y la liberación de rehenes, discrepa del enfoque del gobierno, como lo demuestran las protestas y las declaraciones de las familias de los rehenes.
El líder de la oposición, Yair Lapid, calificó el plan como exactamente lo que Hamás deseaba, sugiriendo que contribuye a la estrategia del grupo para prolongar el conflicto.
Hamás ha calificado el plan de “golpe flagrante” contra las negociaciones del alto el fuego, acusando a Netanyahu de sacrificar rehenes para obtener beneficios políticos personales.
Naciones árabes como Jordania han declarado que solo apoyarán un gobierno liderado por Palestina y rechazan cualquier administración impuesta desde el exterior. Una propuesta egipcia para una administración palestina tecnocrática fue rechazada previamente por Israel y Estados Unidos.
El plan podría desestabilizar aún más la región, ya que Indonesia planea atender a 2.000 gazatíes heridos en la isla de Galang, lo que indica una preocupación regional más amplia por las consecuencias humanitarias.
La ONU y el ex asesor de seguridad nacional del Reino Unido, Mark Lyall Grant, argumentan que desplazar a un millón de personas de forma semipermanente viola el derecho internacional, lo que aumenta el riesgo de una limpieza étnica.
Críticos, incluida la relatora especial de la ONU, Francesca Albanese, describieron el plan como “impactante” y una continuación de la incapacidad de proteger a los civiles, lo que perjudica aún más la legitimidad internacional de Israel.
¿Error de cálculo estratégico o maniobra política? El plan puede ser una escalada estratégica para presionar a Hamás a reanudar las conversaciones de alto el fuego, como sugieren algunos analistas, pero corre el riesgo de ser contraproducente al soportar la postura de Hamás y poner en peligro a los rehenes.
La coalición de Netanyahu, que depende de ministros de extrema derecha como Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir, quienes abogan por la reocupación de Gaza y el restablecimiento de los asentamientos, podría estar impulsando la decisión de mantener la estabilidad política en lugar de alcanzar objetivos militares.
Es improbable que los objetivos de la operación (derrotar a Hamás, liberar a los rehenes y desmilitarizar Gaza) se logren sin un número significativo de bajas civiles y de rehenes, dada la arraigada presencia de Hamás y la complejidad de la guerra urbana.
Las propias reservas de los militares, sumadas a la imposibilidad de rescatar a nuevos rehenes desde el colapso del alto el fuego de marzo de 2025, sugieren escasas perspectivas de éxito.
La afirmación de Netanyahu de que Israel no pretende gobernar Gaza permanentemente, sino entregarla a “fuerzas árabes amigas”, carece de claridad y credibilidad, ya que ninguna nación árabe ha aceptado tal papel, y Hamás ha prometido tratar a cualquier nueva administración como una fuerza de ocupación.
Los analistas militares advierten de una insurgencia prolongada, con Israel potencialmente atrapado en una costosa ocupación, como lo destaca la advertencia de Zamir sobre el “agujero negro”.
El fracaso de las negociaciones de alto el fuego, atribuido a ambas partes, subraya la ausencia de una vía diplomática viable. El profesor palestino-estadounidense Omar Dajani argumenta que eliminar por completo a Hamás es irrealista y aboga por un diálogo para reducir su influencia en lugar de una escalada militar.
La comunidad internacional, incluyendo la ONU y sus aliados europeos, enfatiza que una solución de dos Estados y un alto el fuego son esenciales para evitar una mayor catástrofe, pero el rechazo de Netanyahu a tales marcos aísla aún más a Israel.
La narrativa del establishment, tal como la presentan los funcionarios israelíes y algunos medios occidentales, presenta la operación como necesaria para derrotar a Hamás y asegurar la seguridad de Israel. Sin embargo, esto pasa por alto el desproporcionado costo humanitario, la cuestionable viabilidad del plan y las motivaciones políticas que lo sustentan, en particular la necesidad de Netanyahu de apaciguar a su coalición de extrema derecha.
La narrativa de Hamás, que acusa a Israel de sacrificar rehenes y civiles para obtener rédito político, también contribuye a su propia agenda de conseguir apoyo, pero se alinea con los riesgos observables para los rehenes y la población de Gaza.
La aprobación por parte del Gabinete de Seguridad israelí de la toma de la ciudad de Gaza es una decisión crucial con profundas consecuencias humanitarias, políticas y militares. Corre el riesgo de agravar la crisis humanitaria, poner en peligro a los rehenes y aislar a Israel internacionalmente, sin abordar las causas profundas del conflicto.
Un análisis crítico sugiere que las presiones políticas dentro de Israel, más que la necesidad estratégica, podrían estar impulsando esta escalada, con escasas perspectivas de lograr sus objetivos declarados. La diplomacia, aunque estancada, sigue siendo la única vía viable para evitar una mayor devastación, pero requiere concesiones a las que ambas partes se han resistido hasta ahora.

